La Tierra en miniatura que reventó por los humanos

Viajemos a un futuro en el que la totalidad de las plantas que pueblan la Tierra se encuentran extintas. La voracidad del humano acabó con todas ellas menos en un lugar. Una nave espacial en la órbita de Saturno contiene un gigantesco invernadero a rebosar de plantas. En su interior, el botanista Freeman Lowell atiende cuidadosamente las únicas especies vivas que quedan con la esperanza de algún día volver a la Tierra para reforestarla. Esta, en resumidas palabras, es la trama de Silent Running, una película de ciencia ficción estrenada en 1972.
Lo que sus autores no sabían es que esta historia acabaría teniendo un equivalente en la vida real. Inspirados en parte por esta obra cinematográfica, un grupo de científicos liderados por John P. Allen lograron convencer al multimillonario Ed Bass para financiar Biosphere 2, un ecosistema artificial encerrado en una estructura de más de una hectárea que se empezó a construir en 1985 en el desierto de Arizona.
El edificio se proyectó para estudiar la viabilidad de biosferas creadas artificialmente con las vistas puestas en recrear condiciones en la Tierra para colonizar otros planteas. El hábitat contenía en su interior una selva tropical, un océano con arrecife, un manglar, una sabana, un desierto, agricultura y un sistema de ventilación completamente autosuficientes.
Este vídeo realizado por el proyecto Avant/Garde Diaries (financiado por Mercedes) ofrece un breve acercamiento al experimento fallido a través de entrevistas con las científicas Sally Silverston y Linda Leigh. Las dos formaron parte del primer equipo científico compuesto por 8 personas que entró a Biosphere 2 en 1991 con la intención de vivir en su interior durante dos años de manera completamente independiente del exterior.  Se estima que la inversión total en el proyecto superó los 200 millones de dólares.

Pero su ambición y audacia no fueron suficientes para sobreponerse a las dificultades que presentaba el proyecto. La naturaleza hizo su selección natural y siguió su curso pero convivir en un espacio cerrado, con oxígeno reducido en un entorno en el que entraban casi a ciegas, acabó generando grandes luchas internas. La prensa se enteró además de que una parte del oxígeno estaba siendo introducido desde el exterior.
«La expectación de los medios era muy alta y de alguna manera fue nuestra culpa. Difundimos la idea de que íbamos a entrar y todo iba a funcionar», reflexiona Silverston sobre el proyecto en el vídeo.
«Acabamos sin hablarnos. Hubo una separación en dos grupos. El principal desacuerdo fue sobre cómo gestionar la biosfera», añade Leigh. «Teníamos hambre casi todo el tiempo. Era difícil caminar mucho sin cansarte por la falta de oxígeno, así que decidimos meterlo del exterior, algo que dijimos que no íbamos a hacer».
La atención mediática acabó convirtiendo un experimento científico serio en un espectáculo que tergiversó el sentido inicial de Biosphere 2. Tras la salida del primer grupo se intentó otra misión pero a los seis meses se abortó debido a las discrepancias entre los gestores del espacio.
Durante la siguiente década permaneció medio cerrada con algunos intentos de reavivar su cometido científico de la mano de la Universidad de Columbia, que no llegaron a ningún lado. En 2006 se temió lo peor cuando una inmobiliaria decidió comprar los terrenos, hasta que en 2007 la Universidad de Arizona aceptó alquilar las instalaciones. Finalmente en 2011 la institución académica decidió adquirirla. Actualmente se realizan investigaciones en su interior sobre el cambio climático y se organizan visitas guiadas todos los días. A diferencia de las simulaciones sobre los efectos del calentamiento global que normalmente se realizan con ordenadores, Biosphere 2 permite crear las condiciones reales para experimentar los efectos de las subidas de temperatura sobre las plantas.
En la última década también ha habido una revaluación del impacto de este proyecto y un intento de sus creadores de quitarle el estigma que lo perseguía. Aprender del fracaso no es solo un mantra en peligro de quedarse vacío por su sobreutilización; en el caso de Biosphere 2 tiene mucha validez. Varios artículos de Wired han señalado que se aprendió mucho sobre los experimentos realizados en el interior.
La realización del experimento dio pie a la publicación de cientos de artículos científicos además de una serie de descubrimientos interesantes durante los dos años de cautiverio voluntario. Entre ellos destacan las lecciones aprendidas por la bióloga marina Gaie Ailing que, tras supervisar el arrecife artificial en Biosphere 2, aplicó muchas experiencias a la gestión de arrecifes en ecosistemas frágiles en todo el mundo.
También descubrieron que el cemento no era un buen material para este tipo de entornos porque absorbe mucho CO2, algo esencial para que las plantas produzcan oxígeno. Durante ese tiempo lograron reutilizar todos los desechos (incluidos los humanos) mediante un método que ha sido utilizado para diseñar sistemas tratamiento de residuos en países como México. En el ecosistema marino se descubrió además un microbio hasta entonces desconocido llamado Euhyperamoeba Biospherica.
El sistema de agricultura fue uno de los más productivos de la historia humana, según Mark Nelson, uno de los miembros del experimento. «Es cierto que perdieron mucho peso y comieron tan poco que su caso fue utilizado para hacer un estudio sobre la resistencia calórica, pero lograron sobrevivir durante dos años con lo que producía un espacio de un cuarto de una hectárea».
Luego existen situaciones en lasl que no podrán ser ignorados. Cualquiera que quiera estudiar cómo crear ecosistemas artificiales para viajar y sobrevivir en lugares como Marte no podrá ignorar el caso de Biosphere 2.

Más información:
– Biosphere 2 Not Such a Bust
– 10 Lessons from Biosphere 2
 

No te pierdas...