Desde hace décadas la industria alimentaria trabaja en escindir los productos de origen animal de los animales que los originan. Las salchichas, los filetes limpios y deshuesados, los palitos de merluza o los McNuggets no remiten, ni en forma ni en nombre, a los pollos, cerdos, vacas y pescados sacrificados para alimentarnos.
UPDATE: John O’Shea puntualiza algunas cosas del artículo.
El mismo proceso de sacrificio también está cada vez más oculto de cara al consumidor. Nuestros abuelos asistían a la matanza del cerdo, cuando no empuñaban ellos mismos el cuchillo de degollar. Nuestros padres veían al menos cómo el carnicero despiezaba la vaca que iban a cenar, pero incluso este espectáculo gore se realiza cada vez más entre bambalinas: nosotros y nuestros hijos simplemente seleccionamos envases con alimentos: la lasaña de espinacas y la de carne (tal vez de caballo) conviven en la balda igual que lo hacen el chicle de fresa y el de menta, dos opciones más del mercado de consumo, ajenas a cualquier tipo de debate moral.
El artista inglés John O’Shea, vegetariano desde 2008, quiso investigar esta disociación entre el acto de comer y el –ajeno, ignoto- acto de matar, actividad que hemos subcontratado a unos especialistas –los matarifes- para que la ejecuten en pulcras salas. O’Shea propuso la instauración de una Licencia de Carne (Meat Licence), que brindaría el derecho a consumir productos animales exclusivamente a aquellas personas que hubieran acreditado el sacrificio de algún animal. Su propuesta de “ley” dice así:
“Es contraria a la ley inglesa comprar o consumir carne sin una licencia apropiada. Para obtener la licencia de carne los ciudadanos se tendrán que involucrar en un compromiso específico y supervisado de matar un animal”.
Sería doblemente hipócrita denunciar la “hipocresía” del consumo de animales sacrificados por terceros y seguir comiendo fish & chips alegremente, de modo que O’Shea el chef holandés Sascha Landshoff se puso a predicar con el ejemplo: sacrificó, por este orden, una langosta (a cuchillo), un pollo (de un hachazo), una trucha (a golpes) y un cordero (de un disparo en la cabeza). Las imágenes –demasiado gráficas, incluso para un omnívoro- las fue colgando en la página web del proyecto, a modo de documentación [O’Shea no ha conseguido aún su Licencia de Carne, según reconoce en los comentarios de este post].
Simultáneamente a la obra-acción-performance de O’Shea y sin que parezca mediar ninguna relación, el multimillonario Mark Zuckergerg, propietario de Facebook, reconoció que su “reto personal” para 2011 era “comer solo carne de animales que he matado yo mismo”. El millonario informó a sus 847 amigos en Facebook: “Acabo de matar un cerdo y una cabra”. Como una ídem, sí.
La campaña de O’Shea para convertir a los carnívoros en matarifes no termina ahí. El provocador artista también está explorando nuevas formas de consumir proteínas animales sin necesidad de aplicarles la suerte de espadas: el Black Market Pudding (juego de palabras entre “black pudding”, morcilla, y “mercado negro”) es la primera morcilla del mundo que se realiza sin sacrificar al cochino, sino extrayéndole un poco de sangre, el equivalente a un análisis, talmente.
Según explica el inventor de la morcilla de cerdo vivo en una entrevista: “Cuando comes Black Market Pudding estás ingiriendo la sangre de un animal vivo. Técnicamente, esto te pone en una posición más cercana a la de un parásito que a un carnívoro tradicional”. Simultáneamente, “no solo estás comprando una deliciosa morcilla, sino que además estás colaborando con un producto que saca al animal de la cadena trófica”.
El primer prototipo de Black Market Pudding fue creado para la exposición Food Forward, sobre el futuro de la alimentación, celebrada en Holanda en 2012. Podemos concluir que O’Shea representa la escuela “blanda” de pensamiento en este particular, mientras los más radicales, como el escritor Antonio Dyaz, promueven el consumo de carne humana para paliar el hambre en el mundo.
Página web de Meat Licence y del artista. Con información de Fortune y Prote.in. Visto en Tina Paterson.
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