Está claro que todo lo que sea pagar no es bueno, a priori. Así que no es de extrañar que si te toca pagar el pato, independientemente de si este es real –con su pechuguita, sus alitas y sus muslitos– o no, lo que la suerte te ha deparado no es ningún chollo.
Pagar el pato se usa para indicar que te llevas las culpas y el castigo por algo que no has hecho o no has merecido. ¡Qué injusta es la vida a veces! El significado lo tenemos claro. ¿Pero de dónde viene ese precio tan raro?
Es una frase que los cristianos usaban para insultar y ofender a los judíos.
Es bien sabido que los judíos decían –y dicen– de sí mismos que eran el pueblo elegido por Dios y que tenían un pacto con Él sobre el que basan su fe. Los cristianos, recelosos contra ellos, solían acusarles de todas las desgracias y males habidos y por haber, fueran o no responsables de ello.
Y haciendo mofa de esa proclamación de fe y del tratado divino, solían acosarles cuando se reunían en sus sinagogas diciéndoles «aquí pagaréis el pacto» y amenazándoles con «pagar el pacto», en clara alusión a quemar sus templos. Eso sí, con prisas, y sin esperar a que salieran del culto. ¡Qué simpáticos estos cristianos!
Pero como el español es un idioma nada estático, la palabra pacto acabó derivando en pato, supongo que más por deformación del lenguaje que por evolución fonética. Evidentemente, con el transcurrir del tiempo, perdió también todo su sentido religioso.
Nos cuenta José María Iribarren que ya venía explicado así en la Biblia castellana de Casiodoro Reina (Basilea, 1569), en estos términos: «Como los vocablos Tora y Pacto, usados por los judíos españoles, el primero por la Ley y el segundo por el concierto de Dios, por los cuales los españoles les levantaban (les acusaban a los judíos) que tenían una Tora o becerra pintada en su sinagoga, que adoraban; y del Pacto sacaron por refrán: «Aquí pagaréis el pato»».
Y qué tiene que ver la Tora (o Torá, según la Wikipedia) con todo esto. Bueno, pues simplemente una explicación más de la burla a la que la religión judía era sometida en aquella España tan llena de miseria y de hambre, que no daba más de sí que para la mala baba.
La Tora, la ley hebrea, era identificada con «vaquilla», «becerra», intentando proferir con ello el mayor insulto posible. Y decían de los judíos que lo que adoraban en sus templos era eso, una tora, una vaca.
Hay otra interpretación, nos señala Iribarren, que explica lo del pato como originario del euskera. La daba Cejador en su Fraseología, o estilística castellana en 1924, y decía que pato viene de bat, que en esa lengua significa igual o uno. En opinión de don José María –y en la mía– la teoría no se sostiene.
Quiero terminar emulando las palabras de otro gran sabio de nuestro tiempo: pagar el pato explicado es ya, jóvenes Skywalkers.