Un marido alemán es aburrido, egoísta e infiel. Podrido de dinero, se jubila a los cuarenta seis y tiene una amante de veintidós. La esposa, abnegada hasta la tontería: perdonará los cuernos al marido si regresa a casa. Le dijeron que la familia debe permanecer unida en la riqueza y en los cuernos. En la pobreza no es una posibilidad.
Si el marido no vuelve, ella busca consuelo en Costa Azul, Cabo Verde o Tailandia. Descubre talentos ignorados o retoma aficiones abandonadas por atender a la familia. También conoce a un joven atractivo y atlético, fotógrafo, surfista o dueño de un bonito café que en sus horas libres salva delfines. Este chico la hace reír, la rodea con los brazos, pero la alemana, aunque quiere entregarse en cuerpo y cuerpo, rechaza al enamorado. Ella necesita asegurarse de que su marido no volverá. Cosas de la vieja educación (que parece española). Cuando tiene claro que el matrimonio está roto, se sentirá libre para un nuevo amor. La alemana cuando besa, besa de verdad.
El marido infiel, la esposa abnegada y el pretendiente perfecto son personajes típicos de las películas de televisión alemanas de las tardes de verano. Películas que están desplazando a los telefilmes norteamericanos de maridos psicópatas y casas encantadas. Producciones que parecen parte de un trueque: Alemania cambia películas por subvenciones a la retirada de vacas lecheras. Películas que dejan en mal lugar a los hombres alemanes y que rara vez pasan en Alemania. Podríamos pensar que los alemanes no se sienten a gusto en su país o que detrás hay una campaña institucional con un lema secreto:
«No vengas a Alemania, Pepe: el paraíso está en otro lugar».
Pero no seamos tan malos. Estos maridos y esposas no son distintos de los españoles o franceses o italianos: el mundo está lleno de maridos aburridos, egoístas e infieles, y de esposas ingenuas (lo que no hay son pretendientes perfectos). El dinero marca la diferencia. En España no hay presupuestos para filmar en Madagascar o Tailandia. Las historias pasan en el barrio o de camino al trabajo o en la oficina.
Los telefilmes alemanes de la sobremesa no pueden ocurrir en el metro o en una calle de Berlín. Serían comedias sociales. Y parece que los alemanes prefieren comedias escapistas.
Está claro que si la protagonista tiene dinero no se contentará, como las mortales, con un fin de semana en un spa. El pepino en los ojos es poco para una esposa alemana adinerada. Necesita recomponerse en un lugar paradisíaco.
También está la esposa sin fortuna que vive en un hermoso pueblo donde siempre es primavera. Ella es joven, dulce, divertida y regenta un pequeño negocio sin apoyo del marido que, para no variar, es aburrido, egoísta e infiel. En estas historias, el personaje romántico es un forastero que llega al pueblo por accidente. Es un tipo que tiene un talento. Por ejemplo, un famoso tenor —alemán, qué raro— que ayudará a la protagonista a dirigir un coro de voces para ganar un concurso cuyo premio es un camión de bomberos. Por supuesto, la esposa engañada y el forastero se enamoran y cierran el telefilme con un beso (la película del camión de bomberos crea dudas al margen de la historia romántica: ¿Son los coros de bomberos una tradición alemana? ¿Y los concursos que premian con camiones de bomberos? ¿Tienen los ayuntamientos alemanes problemas para comprar camiones de bomberos? ¿Acaso no hay dinero porque los empresarios que se jubilan con cuarenta y seis se llevan el dinero a Tailandia?).
No sería justo juzgar la idiosincrasia o la sociedad o cultura de un país por la ficción que crea. Además, ocurre que en estos telefilmes no hay reivindicación de Alemania o de lo alemán. Son historias de pura evasión, universales, que gustan a una parte de los espectadores porque no tratan problemas económicos ni de trabajo. Apenas hay alusiones a la realidad, nadie muere, todos los personajes tienen finales felices —incluso los maridos infieles— y no salen niños pequeños (hacerlos puede ser romántico; criarlos, no). Historias ligeritas que hacen creer que los alemanes —y en especial, las alemanas— tienen corazoncito.
Imagen del telefilme alemán Ein Sommer in Griechenland (Un verano en Grecia).