Políticos con ‘mediofobia’

No hay peor ironía que hablar de transparencia cuando los políticos no rinden cuentas de sus actos. Y no es una cuestión de enseñar patrimonios, demostrar aptitudes o depurar responsabilidades. Es la forma más básica y sencilla de control la que falla: la negativa de los políticos a comparecer ante los medios de comunicación para, a la vez, negarse a compartecer ante sus ciudadanos, sus votantes, sus representados. ¿Por qué? Para no hacer el ridículo.

Hace unos meses empezó a fraguar en la Red una inciativa llamada ‘Sin preguntas no hay cobertura’, destinada a animar a los medios de comunicación y periodistas a que no cubrieran ruedas de prensa o comparecencias que no admitieran preguntas. Para que den su mensaje como si fuéramos meros mensajeros sin posibilidad de incomodar, no vamos. La iniciativa surgió durante la legislatura pasada y en cuanto tuvo cierto predicamento entre la gente varios partidos políticos corrieron a secundarla, como el socialista, entonces en el Gobierno, o UPyD. A título personal, miembros del Partido Popular como su presidente en Euskadi, Antonio Basagoiti, sostuvieron que contestaban siempre a las preguntas de los periodistas.

Esa era la idea. La triste realidad es que la necesidad de los medios de llevar todo lo que pueda llevar la competencia, el miedo de los compañeros al despido en plena crisis o la dependencia de las declaraciones ante la muerte del periodismo proactivo llevaron la iniciativa a fracasar. Los periodistas seguimos cubriendo declaraciones institucionales de políticos que creen que no tienen que dar más explicaciones que las que sus jefes de prensa les escriben.

Los medios no son la gente, pero sí son los ojos y oídos de la gente. Negarse a responder a un medio es negarse a responder a los ciudadanos, y eso es particularmente grave para un líder político. El problema viene cuando los medios se erigen como pilares de la democracia y garantes del pluralismo, cuando realmente son empresas privadas con sus filias, sus fobias, sus intereses y sus tabúes. Pero el gran y dramático problema viene cuando un político crea que el aval de los votos le ampara para no responder a los ciudadanos.

Es una cuestión de estilos. El extremo lo vivimos hace años con representantes políticos que tiraban euros a periodistas cuando hacían preguntas incómodas, o que metían bolígrafos en el escote de una reportera. Ahora la cosa se soluciona mandando a la vicepresidenta a las ruedas de prensa complicadas, una técnica que instauró Zapatero, o, depurando el estilo, no compareciendo durante semanas, guardando las explicaciones para hacerlas ante la prensa extranjera o, cuando se comparece, contestar ambigüedades.

El último ejemplo de líder político huyendo de las cámaras es ya célebre

Pero, ¿por qué huyen los políticos de las cámaras? Es más, ¿por qué los encargados de gobernar este país han desarrollado esa particular ‘mediofobia’? Viendo algunas intervenciones célebres se podría decir que para no hacer el ridículo

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Patrick Thomas

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