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No hay nada peor que quedarte a medias. Esto lo puedes aplicar a cualquier cosa, desde hacer pis hasta el sexo, pasando por una buena conversación. Pero fastidia especialmente con las series. Cuando la cadena de televisión decide cortar por lo sano y ya te habían enganchado fastidia lo suyo. Son historias a medias, de las que ya nunca sabrás cómo terminan.

¿Qué lleva a una cadena a cancelar una serie? Lo de siempre, no recaudar lo suficiente como para que les merezca la pena el esfuerzo. Encima eso: te dejan a medias con el agravante de que erais tú y cuatro gatos más los que veíais la serie. Ni siquiera queda el derecho al pataleo porque a cinco gatos no les hace nadie caso. Frustrante.
Es la parte mala de que las series supongan ahora una muy lucrativa alternativa al aparente ocaso del cine. Mientras en España apenas hay un 3,3% de penetración en las salas de cine, en el caso de la televisión la media se eleva al 89,1%, según datos del Estudio General de Medios. Pasta es pasta.
Tanto es así que grandes vacas sagradas de la gran pantalla se han pasado a las series y al revés: actores y actrices emergentes han acabado por consolidarse gracias al éxito de las series, alcanzar una fama que antes solo tocaban los del ‘star-system’ de Hollywood e, incluso, dar el salto a las superproducciones.
Todo muy bonito, sí, pero nadie termina ya las series que algunos veíamos. Un particular cementerio de cuentos sin acabar.
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Pocos vieron Invasión, pero era una serie fantástica. Transcurría en una pequeña aldea de Florida que acababa de ser arrasada por un huracán. Tras días de desescombro empezaban a reaparecer personas a las que se daba por desaparecidas… pero con una actitud y un comportamiento muy diferente al que tenían.
Según avanza la serie resulta que el huracán no era un fenómeno meteorológico real, sino algo causado por una especie de incursión extraterrestre que ya había tenido lugar en otros lugares del planeta: una tormenta en la que unas misteriosas luces descendían hasta el agua y que capturaban y clonaban a los pobres infelices que caían en ella.
La serie, emitida en ABC y producida por Warner Bros, tuvo 22 capítulos emitidos en una sola temporada entre 2005 y 2006 y contaba con William Fichtner (el policía perseguidor de Prison break) como malo-bueno protagonista. Tuvo la mala pata de coincidir en su emisión en EE UU con el huracán Katrina y, con lo sensibles que son los estadounidenses, les tocó envainársela con el huracán.
El último capítulo, con toda la población atrapada y siendo arrojada al lago, daba auténtico miedo. Resultó ser, de verdad, el último, dando un cierre más dramático aún a la serie.
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Otra serie que dejaron en la picota fue el más que interesante ‘remake’ de la mítica V, con Morena Baccarin (la mujer de Brody en Homeland) como mala malísima, papel que le venía como anillo al dedo. El argumento es archiconocido: platillos volantes se posan sobre las principales ciudades del mundo (aparecía, incluso, la Puerta del Sol) con unos extraterrestres supuestamente amistosos que planean cosas no tan amistosas mientras supuestamente comparten conocimientos y alianzas con los humanos.
En el ‘remake’ hubo menos ratones, pero mucha quinta columna, piel de lagarto y estética lograda. Como curiosidad, el interior de la nave nodriza mostraba una especie de ciudad alienígena que resultaba ser un montaje con obras de Santiago Calatrava que daban el pego fantásticamente, así de marciano es él.
La serie, que tuvo apenas 22 capítulos repartidos en dos temporadas, era una especie de versión paralela al V original, que decidieron corregir en la segunda temporada: la Baccarin se llamaba Anna (no Diana, como la mala original), pero en un giro para fans decidieron presentar a Jane Badler, la Diana de la serie original, como la madre de Anna, que la tiene presa en los sótanos de la nave.
Aquí la resistencia la montaba una agente del FBI cuyo hijo estaba liado con la hija extraterrestre de Anna, un sacerdote y algún lagarto arrepentido con una trama que conectaba supuestamente con el rodaje original.
A pesar de la enorme promoción que hicieron en España, con paseo de Badler por el cine donde estrenaron los primeros episodios de la segunda temporada y por El Hormiguero, dejaron la serie colgada.
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Si hubo un fiasco mayúsculo en el mundo de las series actuales ese fue Terranova. Era una serie, pero con pinta de superproducción: Steven Spielberg como productor ejecutivo y una morterada de presupuesto no bastaron y la serie fue cancelada tras los 13 capítulos de su única temporada lanzada entre 2011 y 2012. Aquí el problema, por lo visto, no fue la falta de audiencia, sino el exceso de gasto.
La serie era la típica distopía (¡toma palabro!): futuro apocalíptico en un planeta hiperpoblado, con natalidad controlada y aire irrespirable. La evolución tecnológica inherente a la sociedad hace que encuentren una forma de viajar al pasado y envían comunas de pobladores al Cretácico. La serie tiene todo el imaginario Spielberg posible: dinosaurios, efectos especiales y acción. Quizá por eso no funcionó.
Ejemplos hay muchos más, como la trama político-romántico-dramático-cómica de Cinco hermanos, con Calista Flockhart (sí, la de Ally McBeal) como principal reclamo y que llegó a durar cinco temporadas y no acabó de cuajar. También otras que prometen que siguen, pero que habrá que verlo, como Falling skies, otra de extraterrestres con guión de Steven Spielberg. Y un montón más que, para alargar, acaban añadiendo argumentos peregrinos y personajes nuevos para sustituir a todos los que (¡oh!) mueren trágicamente porque abandonan el rodaje.
Seguro que tú tienes un montón de ejemplos más para llenar este cementerio. ¿Compartes tu lápida televisiva?
 

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Yorokobu es una publicación hecha por personas de esas con sus brazos y piernas —por suerte para todos—, que se alimentan casi a diario.
Patrick Thomas

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