Tu adicción a las series tiene explicación científica

–       ¿Otro capítulo?

–       ¿Otro? Llevamos tres.

–       El último…

–       Venga el último.

Te suena, ¿verdad? No creas que los creadores de las series a las que te enganchas son inconscientes de tu vicio. El mono que te da por Breaking Bad, las ansias que te provoca The Walking Dead, el apetito insaciable por Game of Thrones, la adicción a Dexter y las ilusiones que tenías por conocer qué novedades les deparaba la vida a los extraviados de Lost, son sentimientos de dependencia cuya motivación tiene sus propias explicaciones científicas (que por otro lado, ya conocen hace tiempo los productores de estos programas).

Un artículo publicado este mes en Time ofrece las conclusiones a las que algunos investigadores han llegado tratando de descubrir por qué existe un número tan alto de público incapaz de despegarse de estos metrajes. Una exploración sobre la común dependencia de visualizar un capítulo tras terminar el anterior, muchas veces, incluso anteponiendo el capricho a obligaciones más inminentes. Es decir, un auténtico mono de una dosis más.

Al parecer, según la recopilación de datos de expertos que señala el artículo, las claves principales del enganche generalizado están divididas en los siguientes parámetros: Existencia de ráfagas visuales, control sobre la atención, altas dosis de sexo y violencia y, por supuesto, la obviedad de dar carpetazo a cada capítulo siempre en los momentos más interesantes.

Expliquemos esto por partes:  

Ráfagas visuales:

Te habrás dado cuenta de que en casi todas estas nuevas series la imagen salta continuamente de una escena a otra. O dentro de la misma, se va cambiando el plano de cada personaje lo más rápidamente posible.

Resulta que esa técnica consigue dejar tu vista amarrada a la pantalla. Según afirma en el artículo Robert Kubey, un psicólogo y profesor de Estudios de Medios en la Universidad de Rutgers (Nueva Jersey. Estados Unidos) que se ha dedicado a calcular este tipo de parámetros que pasan desapercibidos al espectador medio, «el corte rápido o el montaje rápido hacen efecto directamente en nuestra biología».

La técnica de edición, afirma, consigue que se active nuestra «sistema reflejo», que es el responsable de nuestra capacidad de reaccionar a los movimientos espontáneos que nos rodean. Cuando a nuestro alrededor pasan cosas rápidas, por propia seguridad,  «nos volvemos más comprometidos con lo que ocurre hasta el punto de que se convierte en físicamente difícil mirar lejos». Es decir, que muchas imágenes rápidas encienden el piloto de la atención más eficazmente que una escena fija. Pura estrategia. Si dejas de mirar, sabes que te estás perdiendo algo. («Dale para atrás 20 segundos que me perdí lo último»), te recordarás diciendo.

Algunos anuncios utilizan esta táctica. Es más efectivo para una marca de café, por ejemplo, sacar en su spot ráfagas rápidas de imágenes en las que se intercale su producto, que el café en una escena fija. Simplemente, la primera hará a los posibles compradores estar más atentos a su anuncio de café.

Control sobre la atención:

Una investigación llamada Projections del psicólogo Uri Hasson y su equipo de la Universidad de Princeton descubrió que cuanto más control tiene el director sobre una escena determinada, más adictiva y difícil de dejar de ver se vuelve ésta.

Su experimento consistió en medir a través de resonancias magnéticas las reacciones cerebrales de una serie de espectadores a los que hicieron visualizar escenas de la película El bueno, el feo y el malo (1966), la comedia de televisiónEl show de Larry (2000) y el episodio Bang, bang; estás muerto (1961) del programa de Alfred Hitchcock.

El resultado fue que solo un 5% de los espectadores compartieron reacciones cerebrales similares ante algunos de los clips del show, el 45% sincronizó de igual forma ante las escenas de El bueno, el feo y el malo<, y un aplastante 65% tenía lo mismo en la cabeza mientras veían la producción de Hitchcock. Precisamente, el director inglés era famoso por prestar la máxima atención al rodaje de cada escena hasta el punto de que cada detalle era «intencional y planeado». Él indicaba donde tenías que mirar, consiguiendo así la mínima variabilidad entre espectadores.

¿Crees que el hecho de que todo lo demás pase a segundo plano cuando Kevin Spacey se dirige directamente al público en House of Cards es una técnica de rodaje aleatoria? «Se trata de provocar la atención absoluta», dicen los investigadores.

dexter

Altas dosis de sexo, mejor:

Según Kubey, los seres humanos están «programados» para responder a los estímulos sexuales y violentos, aunque con mayor fuerza a los sexuales. Dice el psicólogo que éste es más efectivo porque se trata de una visualización socialmente deseada (véase cuánta gente está interesada en el cine porno) y a la vez biológicamente atractiva. Nosotros, animales, estamos interesados en ver como ‘procrean’ nuestros semejantes.

Cuanta más sangre, más adicto:

Este parámetro entra de lleno a poner en duda nuestra firmeza de principios. Según un estudio reciente de las universidades de Augsburg (Alemania), y Wisconsin-Madison, (Estados Unidos), la gente, aunque afirme ser contraria a la violencia en su vida real,  tiende a ver más películas con escenas sangrientas y violentas si creen que ésta tiene un propósito más profundo, como la venganza o la justicia.

Ocurre incluso con los niños. Y los productores lo saben. De hecho, el Consejo de Padres de Familia para la Televisión de Estados Unidos analizó que “algunos de los programas para mayores de 14 años tienen niveles de violencia similares a los de los programas de televisión de cable para mayores de 18”.

“Las descripciones de violencia que son percibidas como significativas, conmovedoras y provocadoras de pensamientos, pueden fomentar empatía con las víctimas, admiración por actos de valor y belleza moral a la luz de la violencia. Lo que significa un auto-reconocimiento a los impulsos violentos”, dice Anne Bartsch, la autora de uno de los estudios citada por el sitio de divulgación científica Science Daily.

Por lo tanto, a un tipo como el protagonista de Breaking Bad, que desde el primer capítulo es diagnosticado de cáncer y se dedica a comerciar con metanafetaminas para evitar que su familia gaste dinero en su tratamiento, ¿cómo culparle si tiene que cargarse a alguien? Es más, cómo perderse en el siguiente capítulo la manera en la que conseguirá el pobre hombre arreglar el entuerto.

Que los capítulos acaben en lo más guapo:

De este, aunque hay explicaciones de los expertos, sobran darlas. Ya nos mantuvo enganchados toda la vida la vieja televisión con aquello de «¡No se lo pierdan, después de la publicidad». Un sistema tan efectivo que los nuevos productos no podían dejarlo abandonado. Y como en el streaming no hay anuncios, ¿qué mejor que hacer del minuto final de cada capítulo y temporada una incertidumbre de la que ansíes tener respuestas?

En definitiva, que te des cuenta. Que las series están bien hechas, y por eso triunfan. Pero no creas que lo tuyo por ellas es un enamoramiento tan natural. Sabían como hechizar tu apetito televisivo.

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Yorokobu es una publicación hecha por personas de esas con sus brazos y piernas —por suerte para todos—, que se alimentan casi a diario.
Patrick Thomas

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