Dante Aguilera, un joven artista de Culiacán (Sinaloa), cuenta que le ha tocado vivir dos «balaceras» mientras caminaba por las calles de esta localidad de un millón de habitantes. Casi todos los miembros de su familia y sus amigos también han sido testigos de alguna otra aquí, uno de los estados más peligrosos de México.
“La violencia y el narcotráfico se ha normalizado. La gente tiene miedo a salir. Es una neurosis generalizada y la narcocultura se ha impuesto”, se lamenta. Por eso el colectivo en el que ahora participa se ha puesto en lucha. Recuper-Arte trata de convertir los espacios abandonados en las colonias de Culiacán, “nidos de delincuencia, infecciones y drogadicción”, según la definición de Aguilera, en centros de arte y cultura, talleres infantiles y puntos de encuentro para la sociedad. “Estas son nuestra armas”.
En diciembre de 2012 comenzaron con su revolución artística. Creadores, creativos y diferentes colectivos de la ciudad estaban de acuerdo en que la deriva violenta del lugar y la inanición “por parte del gobierno central” requería que la propia sociedad se remangara para depurar la situación que viven. “Nuestra visión generalizada es que se hace necesario tener un contrapeso a la violencia y la narcocultura, algo que está influyendo gravemente sobre todo en los más pequeños. Creemos que el conocimiento y la cultura son los mejores métodos para pelear contra eso”.
Fue entonces cuando crearon Recuper-Arte y decidieron comenzar a ocupar los edificios abandonados de las colonias –las zonas más pobres, peligrosas y periféricas de la urbe – para reconvertirlos en centros sociales. “Son precisamente edificaciones que se levantaron para que funcionaran como casetas de policía por un plan del gobierno”, explica este portavoz. “El plan fracasó y ahí quedaron las casetas. Se empezaron a usar para consumir o vender drogas y eran nidos de delincuencia. Nosotros las limpiamos, las pintamos, invitamos a artistas locales para que las intervengan, organizamos en ellas festivales para que los vecinos participen y llamamos a los niños para que se integren en la recuperación de los espacios”.
Su contraofensiva al declive parece que funciona. En apenas un año, sin más presupuesto que sus propios esfuerzos y el que deja una empresas de pinturas de forma anónima y altruista -colabora con el proyecto aportando las pinturas con las que se pintan los espacios-, este colectivo de 30 personas ha conseguido introducirse en una decena de colonias y ha atraído la atención de otras asociaciones, que han convertido su proyecto en un plan de muchos colectivos donde cientos de personas están trabajando en el rescate social de la ciudad.
Entre la aportación de todos los voluntarios “ya se han impartido clases de pintura, de títeres, de lucha libre, de kung fu, de música, de hip-hop, de reciclaje…”, enumera Aguilera. “Cuando ocupamos entre cinco colectivos el Teatro Griego del Parque Ernesto Millán Escalante, que llevaba 12 años sin utilizarse, y llamamos a una convocatoria en él para la gente, hicimos tanto ruido que hasta el gobernador local fue”.
Esto no quiere decir que se hayan hecho muy amigos de la clase política. Visto que las administraciones no se comprometen, ellos han decidido no esperar a que se convenzan de la necesidad de este tipo de acciones. “Cuando hacemos algo avisamos a las autoridades”, reconoce el artista, “pero no les pedimos permiso”.
Les basta con el beneplácito de los pobladores de los lugares que intervienen. “A la gente le gusta. Porque no somos el gobierno. Y hasta ahora han visto que si reciben algo tienen que dar algo, y aquí no. Excepto su voluntad de participar. Mandan a los niños a los talleres y están tranquilos si están allí. Y también organizamos talleres para adultos. La sociedad se moviliza y tiene un lugar donde acudir”.
Hasta su gran enemiga, la narcocultura, parece estar claudicando ante el empeño artístico. «Algunas de esas casetas abandonadas que hemos ocupado eran utilizadas como pequeños puntos de venta de droga», cuenta Aguilera, «pero los mismos que llevaban esas narcotienditas, al ver que hacíamos algo productivo, nos dejaron en paz. Apenas hemos vivido algún pequeño enfrentamiento muy leve en alguna ocasión por esto. La gente se ha mostrado muy receptiva y creemos que sí estamos haciendo frente a la cultura de la violencia y la droga en la ciudad”.
Dice Aguilera que las cosas que están realizando en Culiacán no quedan aquí. Que hay muchas colonias. Que existen innumerables espacios desahuciados. Que tienen ganas de trabajar… La lucha continúa.