El casero de Nintendo, amuletos fálicos y la exclusiva de la II Guerra Mundial

Cultura popular, tradiciones milenarias, personajes célebres que se han perdido en la memoria… De todo hay en la viña del señor Jimmy Wales, y nosotros, como cada semana, hemos recogido algunos de sus frutos más selectos. ¿Sabías que la mujer que dio la exclusiva del comienzo de la Segunda Guerra Mundial sigue viva? ¿Y que Kasparov se enfrentó en una partida de ajedrez global a una inteligencia colectiva de 50.000 personas? Si quieres descubrir quién ganó, sigue leyendo.

El casero de Nintendo

Cuando corría el año 1981, los trabajadores de la firma nipona se afanaban por sacar al mercado estadounidense un arcade protagonizado por un simio gigantesco que se llamaría Donkey Kong. Según se cuenta, en cierta ocasión se retrasaron con el pago del almacén que hacía las veces de sede de la compañía en el país norteamericano, por lo que recibieron la visita del casero enfurecido. Aquel sujeto, que se llamaba Mario Segale, acabó dando nombre al personaje más famoso de Nintendo, el auténtico protagonista del videojuego que estaban desarrollando. No pasaría a la historia como Jumpman; lo haría como Mario, el mayor de los hermanos Bros.

Cuando Popeye frotaba cabezas de gallina

Aunque es famoso por su ingesta de espinacas con propiedades insólitas, el marinero de los dibujos animados no siempre obtuvo sus poderes por la vía alimenticia. En sus orígenes, cuando era solo un personaje de la tira cómica Thimble Theatre, Popeye frotaba la cabeza de una gallina mágica llamada Bernice, que confería buena suerte, para salir bien parado de sus correrías. Su adicción a las verduras comenzó en 1932.

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La periodista que dio la exclusiva de la II Guerra Mundial

Nació el 10 de octubre de 1911 y no está lejos de cumplir los 105 años. De origen británico, la intrépida reportera Clare Hollingworth vive en Hong Kong desde principios de los años ochenta, pero los pasajes más destacados de su biografía sucedieron mucho antes y en otro lugar. El 31 de agosto de 1939, cuando solo llevaba una semana trabajando para The Daily Telegraph, la periodista fue enviada a Varsovia para cubrir la tensa situación en los países centroeuropeos. Consiguió un coche y decidió internarse en Alemania en busca de noticias, pero las encontró incluso antes de llegar, en la frontera. Las tropas nazis avanzaban hacia la Polonia. Había comenzado la invasión y ella tenía entre manos la mayor exclusiva de toda su carrera.

Penes romanos de la suerte

El miembro viril de los dioses (fascinus), tallado a modo de amuleto, tenía para los antiguos romanos una facultad sanadora impresionante: podía curar la envidia, entre otras cosas. Por eso los motivos fálicos fueron omnipresentes en aquella época, sobre todo con dos finalidades: alejar el mal de los niños (por eso los bebés llevaban collares con forma de pene) y proteger a los generales victoriosos de los celos de sus compatriotas pelusones.

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Vivir de dar la hora

Fue la mujer del tiempo en un sentido mucho más literal que, por ejemplo, Mònica López. El de la empresaria londinense Ruth Belville se suma a esa lista de oficios que el progreso ha desterrado, junto al aguador o el sereno. Como su madre y su padre antes que ella, se dedicaba a vender la hora. Literalmente. Cada mañana acudía al observatorio de Greenwich, hogar del estándar GMT, y ajustaba su reloj. Después cobraba a sus clientes, gente adinerada, por esa información tan precisa. Su negocio sobrevivió hasta la II Guerra Mundial, a pesar de la pujanza de un competidor más avanzado, Standard Time Company, que proveía dicho dato por telégrafo.

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Kasparov contra «El Mundo»

El gran maestro contra todos. En 1999, el ruso se enfrentó en una partida multitudinaria de ajedrez online a nada menos que 50.000 oponentes de más de 75 países. Mientras él contaba únicamente con su pericia (que no es poca), sus contrincantes se organizaban para decidir por mayoría cuáles iban a ser sus movimientos, siguiendo (o no) los consejos de un cuarteto de jóvenes promesas. Para desdicha de los más furibundos defensores de la inteligencia colectiva, Kasparov se impuso a «El Mundo» en el turno 62, cuando el 51% de los participantes del equipo global decidió rendirse.

Momificación en vida

Los monjes budistas Sokushinbutsu tenían la desagradable costumbre de matarse lentamente siguiendo una determinada dieta (frutos secos y semillas primero, un té venenoso después) que conduce a la momificación. Así, como suena. Lo hacían para alcanzar la iluminación y convertirse en Budas. Cuando ya estaban al borde del fallecimiento, se encerraban en una tumba poco más grande que su propio cuerpo con una caña para respirar y una campana como única conexión con el exterior. La hacían sonar a diario hasta que, irremediablemente, un día dejaban de hacerlo.

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Fotos: Guian Bolisay (Flickr) y Wikimedia Commons

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