Un ama de casa japonesa, un guarda forestal italiano, una actriz francesa, un pintor alemán y un obrero de la construcción islandés: son perfiles muy distintos que, sin embargo, están unidos por algo increíble. Todos superan los cien años de edad. El fotógrafo alemán Karsten Thormaehlen ha reunido en un libro titulado Aging gracefully 52 retratos de hombres y mujeres centenarios, que ha encontrado en varios países del mundo desde 2006. Es un himno a la belleza y la gracia que hay en los rostros envejecidos.
El proyecto nace de la rebelión interior de un publicitario de éxito. Hace doce años este director de arte decidió dar un brusco cambio de rumbo a su carrera y empezar a buscar algo diferente para sus imágenes, un tipo de belleza más genuina y sin fecha de caducidad.

«Ya no estaba más feliz con la creación de imágenes idealizadas y falsas de ciertos hechos o situaciones para vender un producto, un servicio o una idea», cuenta Thormaehlen desde Alemania.
«No me sentía a gusto con una industria que usa el Photoshop para perpetuar el culto de las top model, algo que ha causado incluso un aumento del número de las operaciones plásticas. Las personas creen que serán más felices si prolongan su juventud, si se deshacen de sus arrugas, al mismo tiempo que se cargan su mímica facial, o si consiguen una nariz más pequeña. Lo que he aprendido es que la juventud es un concepto, una actitud interna que se produce más en nuestro cerebro que en nuestro cuerpo», añade.
Thormaehlen lleva más de una década retratando a la tercera edad y sus grandes hazañas. En su anterior trabajo autoral, Silver Heroes, el fotógrafo muestra una serie de abueletes alemanes que practican deportes de forma profesional, muchas veces superando a personas con medio siglo menos.


«Cuando Chronicle Books, una editorial californiana se interesó por Aging gracefully, me pidieron que incluyera el mayor número posible de etnias, ya que mi anterior publicación se había centrado exclusivamente en centenarios de Alemania», explica el autor.
Por esta razón, el fotógrafo empezó a viajar por el mundo en busca de mayores de cien años, aunque la primera persona que fotografió para esta serie fue la abuela de su mejor amigo en Alemania.
«En el mundo existen las llamadas Blue zones (zonas azules), en las que por alguna razón las personas viven más años que en otros lugares. También hay rankings de los países más longevos y listas de centenarios en internet. Yo hice investigaciones en residencias de ancianos y en centros de día. En Japón llegamos a cabo un verdadero casting para encontrar a personas con este perfil. Es el país con el mayor número de centenarios del mundo, son más de 60.000. España también figura entre los primeros cuatro países más longevos del mundo», cuenta Thormaehlen.


Su libro pretende acabar con varias ideas preconcebidas sobre los ancianos. Contrariamente a lo que se suele pensar en las sociedades contemporáneas, donde el consumismo y la inmediatez plasman en muchos casos los valores dominantes, la vida después de los ochenta años no es un mar de lágrimas, abandono, tristeza y falta de vitalidad.
«Creo que no es una cuestión de edad y sí de estilo de vida y, aún más importante, de cómo las sociedades tratan a las generaciones más viejas. Mi objetivo es mostrar a personas que han sido muy afortunadas en términos de sistema inmunitario, genes, educación, ambiente y estatus, y que al mismo tiempo nunca se rindieron, aunque sobrevivieron a dos Guerras Mundiales», afirma el fotógrafo.
Para Thormaehlen, la felicidad no tiene que ver con la edad. «Nunca he encontrado a un centenario que dijese que su vida después de una cierta edad se había vuelto aburrida, repetitiva o sin valor. En realidad ocurre exactamente lo contrario. Los científicos aseguran que cuando las personas alcanzan los cincuenta, los sesenta o los setenta años de edad, la media de felicidad experimentada sube».

«Y hay otra buena noticia: podemos cambiar siempre para mejor. Si cambias tu estilo de vida, serás más sano y cada vez más viejo. Todos deberíamos aspirar a envejecer de una forma saludable y a ser más sabios, porque las nuevas generaciones necesitan que seamos sus ídolos, necesitan nuestra experiencia», señala.
El autor del libro reconoce que para estas personas no siempre resulta fácil superar la barrera psicológica de los cien años, que implica sobrevivir a muchos seres queridos. «Muchos de mis modelos empezaron a llorar después de la sesión fotográfica, cuando les preguntamos sobre sus cónyuges e incluso sobre sus hijos ya fallecidos», cuenta Thormaehlen, que ha retratado a 120 personas para su proyecto.

«Pero ¿en realidad no es algo positivo sobrevivir? De hecho, muchos de estos ancianos están convencidos de que sus vidas extremadamente largas significan algo, que todavía son necesarios en la Tierra y que el destino les liberará cuando llegue su momento», agrega.
Longevidad no es sinónimo de inmortalidad y durante el largo proceso creativo que ha culminado con la publicación del libro, ha ocurrido lo inevitable. Algunos de los modelos eternizados en sus páginas han fallecido. «Lo más importante para mí ha sido mostrar cuánta vida hay todavía en estas personas independientemente de su edad; y también preservar una imagen de calidad, producida profesionalmente, de personas en el estadio más tardío de su vida», asegura el fotógrafo.
La gran lección humana que ha recibido de estos veteranos centenarios es simple y al mismo tiempo valiosa: «Me han enseñado a disfrutar de la vida, a pensar en positivo y a escuchar la voz del corazón».

Pocas veces miramos en perspectiva el pasado.Pocas veces entendemos que la vejez es el precio de la sabiduría.