Qué forma tan elegante de decir que nos importa un pimiento si al prójimo le va mal. Y qué manera tan chulesca de expresar lo muchísimo que te trae al pairo ese marrón que se supone te iba a caer encima.
A grandes rasgos, solemos decir esta frase cuando queremos expresar eso mismo: indiferencia ante los contratiempos que podamos sufrir tanto nosotros mismos como otros.
Hay un cuentecillo que explica el origen del dicho. Bueno, precisemos. El cuento es uno, pero sus versiones son varias. Aunque al final todas vienen a coincidir en lo mismo. Paso a resumiros:
Un alguacil fue enviado a cobrar una multa a unos paisanos que bien podrían ser los tatarabuelos de Esperanza Aguirre por lo chulesco y quebrantaleyes de su actitud, y en lugar de pagar con dinero, los paisanos le arrearon en la cara así, con toda la mano abierta. ¡Toma, para el juez que te envía!, contestaron los multados. Así que se volvió el buen alguacil a casa de su señor (juez en unas versiones, Corregidor en otras, mandamás en todas ellas) a informarle de lo ocurrido.
Y el alguacil preguntó:
– Señor, cuando yo voy a hacer un trabajillo en su nombre, ¿le represento como si fuera usted mismo?
– Efectiviwonder -contestó el jefe.
– Y si mi menda es usted mismo, mi cara es también la suya, ¿no? -continuó razonando el empleado.
– ¡Oh, yeah! -respondió el jefe.
– Entonces, si me dan una bofetada a mí, se la dan a usted, ¿cierto? -siguió.
– Cierto -contestó el mandamás.
– Pues acaban de darme un guantazo en esta cara que en realidad es la suya. O sea, que para usted -contestó mosqueado y esperando venganza el algualcil.
– ¿Ah sí? ¡Pues ahí me las den todas! – contestó el jefe.
José María Iribarren tiene documentadas tres versiones de este cuento. Una la da Joaquín Bastús en La sabiduría de las naciones. Otra la ofrece Seijas Patiño (Francisco de Paula, para los amigos) en su Comentario al «Cuento de cuentos», de Quevedo; y la última y más completa versión aparece en Antología de cuentos de la literatura universal, de Ramón Menéndez Pidal, donde se recoge el cuentecillo de Juan Martínez Villergas sobre el criado y el Corregidor.
El origen de los dichos: Ahí me las den todas
