La gran mayoría de la información que llega de Corea del Norte es siempre negativa y está relacionada con los excesos de la dinastía comunista que gobierna el país. Por eso fue una sorpresa descubrir la presentación que hizo el Col.legi d’Arquitectes de Catalunya en Barcelona del libro [Un] Precedent Pyongyang, del surcoreano Dongwoo Yim: un trabajo de investigación sobre la reconstrucción de la capital después de la guerra para convertirla en la ciudad ideal socialista.
El concepto urbano que se aplicó, el microdistrito, es una de las pocas ideas del régimen que se podría tener en cuenta para el futuro desarrollo de nuestras ciudades, un plan del que podemos aprender, según el autor.
Nunca ha habido mucha información sobre el tema porque es un país cerrado del que no es fácil investigar. Como explica Yim, los arquitectos suelen echarse atrás antes de abordar la materia por miedo a la falta de recursos.
Pyongyang fue una de las ciudades más afectadas por la Guerra de Corea, explica en su libro. El ejército estadounidense lanzó la misma cantidad de bombas entre 1950 y 1953 que en cinco años sobre sus enemigos del Pacífico durante la II Guerra Mundial. Sin embargo, al quedar la ciudad completamente destruida, Kim Il Sung vio la situación como una ventaja para empezar una nueva urbe desde cero que simbolizase la victoria del socialismo.
El primer plan se estableció antes del fin de la contienda, en 1951. Estaba inspirado por el Plan Maestro de Moscú de 1935: la conocida arquitectura estalinista o clasicismo socialista basada en el deseo de Lenin de fusionar industria y agricultura, de modo que los campesinos no estuvieran en lugares aislados y remotos, y los trabajadores no se hacinasen en masa dentro de las áreas urbanas.
Siguiendo esta idea, los arquitectos norcoreanos convirtieron la capital en un espacio de producción, una ciudad de espacios verdes y un lugar de simbolismo. El primer objetivo fue la industria, devolver al país los estándares productivos de la época colonial. El volumen de industria de Pyongyang cuando se acabó la reconstrucción llegó a ser de un 19%, mientras que en Seúl, la capital de Corea del Sur, era solo de un 2,8%. La densidad de fábricas llegó a ser superior incluso a la de otras ciudades capitalistas de acuerdo con el modelo de ciudad de producción.
Sin embargo, a lo que sería una ciudad industrial gris, se le quiso dar en una siguiente etapa una dimensión humana. Es aquí donde se ejecutó el concepto del microdistrito. Esta planificación estaba basada en el barrio; un barrio autosuficiente y sostenible. La unidad básica de microdistrito comprendía un terreno entre 15 y 30 hectáreas con hasta 2.000 apartamentos para entre 4.000 y 7.500 residentes.
Dentro de cada uno existían pequeñas instalaciones industriales con el fin de minimizar las distancias de desplazamiento de los trabajadores y asegurar una producción para el propio barrio, donde también estaban todos los equipamientos imprescindibles para la población que residía en ellos: guarderías, escuelas y clínicas. En definitiva, la idea era que se pudiese llegar a pie a todos los servicios.
Al contrario que en las grandes ciudades capitalistas, que tienen zonas específicas para el consumo o sus distritos financieros, Pyongyang evitó esta parcelación urbana. Este es el punto que más destaca Yim de este modelo urbano norcoreano: «Creo que esa planificación sigue siendo relevante para las ciudades actuales de todo el mundo. En las sociedades de hoy, con las nuevas tecnologías, tenemos diferentes maneras de producir y el microdistrito es un modelo útil para las ciudades modernas que buscan una mejora de la cadena social entre trabajadores y consumidores».
Además, uno de los conceptos que obsesionaban a los líderes norcoreanos era la autosuficiencia de la república. Los planos del microdistrito simbolizaban a pequeña escala el ideal nacional. El régimen, de esta manera, daba respuesta a su promesa de realizar el socialismo eliminando las diferencias entre lo rural y lo urbano y equilibrando las clases sociales.
Así, Pyongyang llegó a tener 58 metros cuadrados de espacios verdes por habitante. Este modelo también era de inspiración soviética; se basaba en la Ciudad Jardín del urbanista británico Erbenezer Howard. En la capital norcoreana la idea mutó y se rebautizó como Ciudad Parque. Pyongyang tiene más instalaciones deportivas per capita que cualquier ciudad de Corea del Sur.
Hubo edificios de tres alturas en los microdistritos según la época de los planes urbanísticos y el crecimiento de la población. En un principio, fueron casas bajas individuales prefabricadas de corte tradicional. Después aparecieron en los años 60 y 70 edificios medios, de cuatro o cinco pisos, que guardan relación con la arquitectura búlgara y húngara, ya que estos eran los países comunistas que más ayudaron a Pyongyang —cada ciudad norcoreana recibía asistencia económica y técnica de diferentes países socialistas—.
Luego, en los 80 y principios de los 90, aparecieron los rascacielos. A diferencia de los países capitalistas, donde su origen estaba en optimizar el espacio, aquí se levantaron también para albergar población —la urbe pasó de 200.000 habitantes a 3.000.000—, pero sobre todo fue para mostrar el músculo del régimen, al igual que las grandes avenidas y bulevares. Según la teoría urbana norcoreana, el ancho, alto y largo de un edificio viene a medir el éxito del socialismo en ese país.
Porque en ese aspecto, como en otros países socialistas, la ciudad era concebida también como un plató. Abundaban plazas amplias que puedan reunir a muchas personas ante los desfiles, conmemoraciones y exhibiciones de todo tipo. En Europa del Este ya existían grandes plazas antes de la instauración de los regímenes comunistas, pero en Asia no. No obstante, a día de hoy son parte esencial de la ciudad.
Las pocas imágenes que llegan a los medios de Pyonyang suelen ser grandes eventos militares en la plaza de Kim Il Sung, donde se encuentra el enorme edificio del Palacio de Estudios del Pueblo y, justo enfrente, perfectamente situada, la Torre Juche. Este lugar es donde quieren ser vistos los dirigentes.
Pyongyang llegó a tener numerosos edificios culturales y grandes instalaciones deportivas, pero con la caída del muro y el declive del comunismo en todo el mundo, se redujeron drásticamente los apoyos económicos de la gran familia socialista y se inició una etapa de estancamiento. Muchos proyectos fueron parados o pospuestos, como el del hotel Ryukyung, de 330 metros de altura.
En la etapa actual, el modelo del microdistrito ha perdido su importancia por la penetración de patrones urbanos del mundo capitalista. Después de los 90, las inversiones que han ido llegando del exterior se han ido instalando en la periferia de la ciudad. Con ellas, se ha desarrollado un mercado privado de la vivienda, que tiene en el extrarradio más posibilidades de crecer que en el centro de la ciudad.
Un 50% de las viviendas en estas zonas se han construido por iniciativas privadas. Además, las nuevas políticas públicas también han roto el microdistrito, por ejemplo, con la construcción de apartamentos de lujo, que pueden llegar a costar más 100.000 dólares, o la Eunha Scientist Street, un complejo residencial solo para científicos. Y en el centro de la ciudad, en las parcelas los viejos microdistritos se están construyendo más edificios para aumentar la densidad de población y concentrar mayor actividad comercial.
«El gobierno ha empezado a dar respuesta al crecimiento de una clase media emergente que tiene dinero. Los nuevos apartamentos tienen diseños específicos y están localizados en lugares de acuerdo a la demanda del mercado que mueven los donju, la nueva élite económica. La ciudad ha atravesado un punto de inflexión y ahora está orientada al mercado. En los próximos años, el gobierno buscará inversiones internacionales para el desarrollo de su capital», concluye Yim. A un duro régimen basado en la utopía ya no le queda ni utopía.
Yo diría que el microdistrito suena terriblemente parecido a las unidades de trabajo que se llevan haciendo en China desde la segunda guerra con Japón (1937-1945), en las cuales una zona de viviendas estandarizada, con sus propias zonas verdes, vallada para controlar el acceso y rodeada de servicios (pequeñas tiendas, restaurantes, supermercado, servicios públicos) se sitúa junto a la empresa correspondiente.
Desde la reforma de Deng Xiaoping las unidades ya no están formalmente asociadas con una empresa específica, pero todavía se dan facilidades junto a polígonos industriales de nueva creación.