Generación Z: más ansiosos y deprimidos que los jóvenes de otras épocas

7 de marzo de 2019
7 de marzo de 2019
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Ansiedad en la generación Z

A finales del siglo XX había dos monstruos para los jóvenes: la droga y los embarazos no deseados. El comienzo del XXI los ha reemplazado por otros fantasmas: el estrés, la depresión y la obsesión por el éxito académico. Asusta leerlo en un titular de The Economist: «La generación Z está estresada, deprimida y obsesionada con los exámenes». Dicho en inglés hasta suena a rap:

Generation Z is stressed,
Depressed
And exam-obsessed ♫

Estos jóvenes y adolescentes (los nacidos a partir de 1997, según algunos investigadores, o los nacidos a partir de 2004, según los historiadores que acuñaron el término milenial) ya no temen un embarazo en la adolescencia o perderse entre las alucinaciones de las drogas. Eso pertenece a los miedos tempranos de sus padres, los X (nacidos entre 1960 y 1980).

Lo que hoy asusta a los más jóvenes es la enfermedad mental, según un estudio del think tank estadounidense Pew Research Center. El 70% de los consultados piensa que la ansiedad y la depresión es lo que más preocupa a las personas de su generación.

The Economist intenta buscar respuestas a esta angustia de los jóvenes y dice que una podría estar en las redes sociales. Estas tecnologías aíslan a los adolescentes de sus amigos y provocan que se ataquen unos a otros con más facilidad. Más de la mitad de los participantes en el estudio de Pew señalan el acoso como uno de los principales problemas actuales.

Paloma Simón, psicoterapeuta especializada en niños y adolescentes, considera que las redes sociales infunden más ansiedad a los jóvenes. Lo que antes podía ser un insulto en el patio del colegio hoy se ha amplificado a un acoso por varios canales digitales. «Los adolescentes están más expuestos al bullying. Acosan mucho a los más inteligentes», señala. «También me preocupan los asuntos relacionados con el sexo. Hay muchos casos de chicos que piden a sus novias que les envíen, en privado, fotos y vídeos de ellas desnudas. Pero, al final, los acaban viendo todo el instituto. Esas chicas sufren mucha ansiedad y mucha angustia».

Otro motivo de la ansiedad en la generación Z puede estar en la presión que sienten por obtener un expediente académico del copón. «Los miembros de esta generación parecen menos interesados en emborracharse y más preocupados por conseguir notas altas», indica la revista británica. Dos tercios de los participantes dicen que no sienten presión de sus amigos para emborracharse. En cambio, nueve de cada diez ven la amenaza de la porra si no tienen buenas notas en el colegio.

Son sus padres los que levantan la porra. Esta exigencia que ha ido en aumento en las últimas décadas es bien conocida en Corea del Sur. Hace décadas que en este país los índices de ansiedad y depresión adolescente andan por las nubes: la exigencia académica es tan bestia que muchos coreanos sienten que no han tenido infancia. Fue solo estudiar y memorizar. Fue solo un intento de ser el mejor de la clase: el estrés y la competitividad reemplazaron al juego. Y hasta la idea del suicidio, a veces, resultaba más emocionante que aquella pila de libros.

Los padres siempre han tenido mucho que ver con las virtudes y las ansiedades de cada generación. El miedo al embarazo juvenil que tuvieron las chicas de la generación X venía de una advertencia que oían de sus padres en los años 70 y 80:

—¡Ni se te ocurra llegar a casa con un bombo!

The Economist apunta un motivo más: el estrés y la ansiedad parecen una epidemia de esta época. Afecta a personas de todas las edades y de todos los grupos sociales. «Hay una ansiedad tremenda. Nunca se ha visto que haya tanto estrés en los jóvenes y los adolescentes», indica Paloma Simón. «Ahora se toman más ansiolíticos que nunca y hay más depresiones que nunca. Antes solo se producían por un golpe duro en la vida».

La terapeuta considera que los milenials sufren tanta ansiedad como los Z. Les cuesta encontrar un empleo, les cuesta tener un salario, no dan con un trabajo que les guste… No es nada nuevo en la historia pero a los milenials les disgusta más porque no es el futuro que les prometieron. Los jalearon tanto con eso de «¡Sois la generación mejor preparada de la historia!» que las cifras infames de desempleo juvenil de los últimos años los han arrojado a una profunda apatía: «No les han dado instrumentos para evitar la ansiedad y por eso tienen tolerancia cero a la frustración».

Este desánimo parece estar calando también en algunos Z. Cuenta Simón que muchos adolescentes no confían en el futuro. «Tienen poca fe en que estudiar les vaya a dar una vida decente. Dicen: “¿Para qué me voy a molestar en estudiar si luego no hay trabajo?”. Esa falta de expectativas contrasta con los modelos de éxito que ven en los influencers y en las redes sociales. Eso les provoca mucha ansiedad y frustración».

Padres helicóptero

En los últimos años se ha hablado mucho de un nuevo un modelo de maternidad y paternidad basado en la sobreprotección. Muchos padres, con buena intención y sin darse cuenta, están haciendo a sus hijos mucho más frágiles, más inseguros, más ansiosos. Son los padres helicóptero.

Fue un adolescente quien sugirió este nombre. El chaval, cuando le preguntaron por los cuidados que recibía, contestó:

—Mi mamá sobrevuela por encima de mí como si fuera un helicóptero.

El psicólogo Haim Ginott recogió esa definición en el libro Between Parent & Teenager y unos años después se generalizó el término de padres helicóptero. Del «niño, vete a la calle a jugar y vuelve para la cena» se ha pasado al «hijo, a ver la agenda. Vamos a ver qué tarea llevas y la hacemos juntos».

Los hiperpadres toman los deberes de los niños como si se los hubiesen mandado a ellos. El éxito de sus hijos es una forma de medir también su propio éxito como padres. Pero no basta con las tareas. Muchos adultos llevan a sus niños a actividades extraescolares para que «no pierdan el tiempo» y estén «bien preparados para el futuro».

Lo curioso de esta forma de sobreprotección es que no se sujeta sobre pilares firmes. Muchos niños y adolescentes no encuentran autoridad ni en sus profesores ni en sus padres. A muchos maestros les asustan las quejas de los padres; muchos padres separados (una multitud) temen que los hijos quieran más al otro progenitor; y muchos padres modernos educan en una pretendida libertad que en realidad es una clara falta de orientación.

«Hemos pasado de conseguir la libertad a codazos a no saber qué hacer con esa libertad. Muchos jóvenes tienen tantas posibilidades de elegir que se estresan», indica Simón. «Muchos padres les dicen que hagan lo que quieran, que estudien lo que quieran, pero no les ayudan a tomar decisiones y ellos no saben qué hacer. Se encuentran perdidos».

Déficit de ambición

«Perdidos». Eso es lo que siente la cantante de Las Chillers y de Monterrosa, Rocío Saiz, de 27 años: «Yo lo que siento es abandono total por parte de mi sociedad. ¿Hacia dónde voy? ¿Qué quiero ser? Tengo todas las opciones para ser feliz. Puedo hacer lo que quiera pero siento que no tengo una guía. Antes la familia te decía qué tenías que hacer (estudiar, ir a la universidad y conseguir un trabajo). Ahora podemos hacer todo lo que queramos pero creo que se han perdido algunas cosas: el sacrificio, poner las cosas en valor… Lo descubrí hablando con un abogado experto en delitos de odio».

Indica Saiz que los psicólogos lo llaman déficit de ambición: «Tenemos todo tan a mano, tan fácil, que perdemos el interés». A esto se suma la instantaneidad que ha traído la tecnología: «Esta inmediatez hace que nos aburramos de todo al momento».

Para la artista, «otras generaciones están mejor preparadas a nivel emocional. Ellos tenían claro cuál era el camino, pero la educación que recibí yo fue muy confusa». Empezando por los cambios constantes de la LOE, la LOGSE… «Era todo caótico. Hablaban de los planes educativos cuando a nosotros lo que de verdad nos hubiera gustado era recibir clases de inteligencia emocional. Los profesores no se mojaban nunca porque temían lo que les pudieran decir los padres. No podías recurrir a ellos para nada fuera de la lección».

—Estamos todos depresivos, tía —reflexiona Rocío.

—¿Sí?

—Claro. Yo noto una presión que te cagas por las redes sociales. Mis amigas cantantes que tienen más de 40 años no tienen esa presión. Mi generación es muy individualista: «Sobrevive como puedas». Yo estuve en tratamiento psicológico desde los 18 y con medicación desde los 24 porque el mundo me provocaba ansiedad. Aun así me considero una persona fuerte, y más o menos feliz.

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