Cuando Salvador Espriú escribió su Antígona en apenas una semana mientras la Guerra Civil agonizaba, intuía que pasaría mucho tiempo hasta que la obra pudiera publicarse. No se equivocaba; hubo de esperar más de 15 años. Más difícil era vaticinar que, ocho décadas más tarde, su representación por parte de los alumnos del IES Las Fuentes de Villena (Alicante) se vería de nuevo amenazada.
Ahora no por los estragos de una contienda y por una dictadura, sino por una pandemia. Por suerte, Zoom, un invento del siglo XXI, haría posible la función, aunque de una manera difícil de imaginar por el autor y sus coetáneos.
Esta última «aventura teatral» de Antígona comenzó en septiembre y tuvo como protagonista a alumnos de diversos cursos del instituto de la localidad alicantina. Jordi Gandía, uno de los profesores del centro, fue el inductor. El reto para los estudiantes no era baladí: «La obra está escrita en catalán. En Villena estudian valenciano, pero no es su lengua materna».
Quien así lo explica no es Jordi sino Rubén, su hermano y, desde hace unas semanas, director artístico de la obra. «Con la representación se quería demostrar tanto a los chicos como al público que a través del teatro se puede vivir la alegría y la suerte de poder trabajar un texto en catalán. De poder disfrutar de cada palabra al ponerla en escena», añade.
Los alumnos aceptaron el desafío y se pusieron manos a la obra con la preparación de Antígona desde comienzo de curso. «Se implicaron muchos departamentos en la creación del vestuario, el peinado, el maquillaje… Las referencias a Pina Bausch eran continuas».
Cuando arrancó marzo ya había fecha y lugar para el estreno: 24 de abril en la Casa de la Cultura de Villena. El 15 de mayo se representaría también en la Universidad de Alicante.
Pero el estado de alarma desbarató los planes. «Durante los primeros días de confinamiento se continuó con el repaso del texto a través de Zoom. Principalmente para que los chicos estuviesen ocupados esos días de incertidumbre. Luego, inevitablemente, llegó el momento de decirles que debían abandonar».
Cuando Jordi contó a su hermano lo difícil que le resultaba trasladar aquella decisión a sus alumnos, Rubén entró en escena (casi de manera literal). Fue entonces cuando decidió tomar la dirección artística del proyecto y comenzar la segunda parte de esta «aventura inesperada y apasionante».
El primer paso fue el arreglo del texto. «Reinventamos la obra. Durante los dos meses siguientes estuvimos ensayando. Cada chico actuaba desde su casa. Jugábamos con un nuevo abecedario teatral gracias al uso exclusivo de Zoom, donde el escenario desaparecía, el maquillajes tenía una nueva fuerza expresiva, el lenguaje actoral cambiaba por completo, las salidas y entradas de personajes…».
La obra ya estaba lista para su estreno. «Esta Antígona en Zoom es el resultado de un viaje impulsado por la ilusión y el amor al teatro. A los chicos les hace mucha ilusión que los medios estén recogiendo la historia de su confinamiento: al final, ha sido el único aplauso que han podido recibir».
TEATRO POR ZOOM
Durante las últimas semanas han sido muchos los que han descubierto Zoom. Una herramienta que existía desde hace años, pero que ha vivido un verdadero bum durante el confinamiento. Además de reuniones de trabajo y quedadas con amigos y familiares, artistas de diversa índole han recurrido a ella para seguir celebrando conciertos y actuaciones de todo tipo, entre ellas las teatrales.
Desde adaptaciones, como La Tempestad, de Shakespeare, interpretada por un grupo teatral de Irlanda del Norte en abril, a obras escritas ex profeso para ser estrenadas en Zoom (What Do We Need to Talk About?, de Richard Nelson o Una nueva vida, de Rafael Gumucio, entre otras), el teatro ha vivido una extraña y nueva etapa estas últimas semanas con las pantallas actuando como cuarta pared.
#TeatroConfinado fue la propuesta que desde el Teatro de la Abadía se lanzó para celebrar un Día Mundial del Teatro (27 de marzo) con las salas cerradas. Las entradas para las obras escenificadas por Zoom para aquel día volaron. La iniciativa se prorrogó durante la cuarentena con otras obras adaptadas para la plataforma virtual.
A algunos de los autores participantes, la experiencia les ha servido para investigar nuevos formatos teatrales con los que poder interactuar con el público. Es el caso de Jesús Nieto, que con la adaptación confinada de su Ronem Ram.0, convertía a los espectadores en actores de la pieza.
Como declaraba en una reciente entrevista, Nieto considera que herramientas como Zoom «han venido para quedarse». No es el único que parece tener en consideración esta posibilidad. En plataformas como esta podría estar parte del futuro de las artes escénicas. Pero también su presente. Al menos, hasta que las salas recuperen por entero su normalidad y puedan volver a llenar sus butacas.