Apple o la democratización de la informática

Hoy puede parecer increíble, pero hubo un tiempo en el que los ordenadores y la informática no estaban en cada casa, en cada habitación, en cada bolsillo. Los más treintañeros del lugar recordarán el computador en el salón, común para toda la familia. Los minutos de internet contados, ya que ocupaba la línea telefónica, con el módem de 64kb lanzando ruiditos que eran la envidia de RD-2D. La anterior generación aún tendrá memoria de las cintas de casete, de líneas enormes de comandos para cargar el más mínimo programa; alguno puede que de las tarjetas perforadas, y los más viejos de cuando un ordenador parecía un concepto de ciencia ficción y necesitaba habitaciones enteras.

Ahora, cuando te compres un ordenador personal sin tener que hipotecarte durante 20 años para poder pagarlo, o trabajes con él desde casa, o te metas tu portátil en la mochila sin ningún riesgo de romperte la espalda con el peso, recuerda: todo comenzó a cambiar con los Steve de Apple y su deseo de llevar la informática al alcance de todos.

Steve Job y Steve Wozniak se conocieron en la universidad de Berkeley. Wozniak, un mago de la informática, tenía un sueño: crear su propio ordenador. Cuando en 1975 llegó el Altair 8800, el primer microcomputador, se dio cuenta que por fin era posible. Animado por sus colegas del Homebrew Computer Club, Wozniak comenzó a trazar un plan maestro para su meta. Según ha declarado en varias entrevistas, al fundar Apple su intención era «democratizar la informática».

Entonces ingeniero becario en Hewlett-Packard Company, Wozniak llevó su diseño a la gran empresa. Cuando esta mostró nulo interés por él en hasta cinco ocasiones- «¿Dices que ese aparato que has inventado es para gente normal? ¿Para que va a querer la gente normal tener ordenadores?», le contestó uno de los jerifaltes, según la dramatización de la película de 1999 Pirates of Silicon Valley-, se juntó con Jobs y mudaron su producción al garaje de su amigo.

Tras vender algunas de sus pertenencias más queridas -en el caso de Jobs un coche; en el de Wozniak, una calculadora programable-, comenzaron con su gran proyecto empresarial. Tras su primer modelo, el Apple I, que tuvo unas ventas de 200 unidades, se lanzaron a crear lo que sería su consagración. Para ello ficharon a Regis McKenna, un relaciones públicas que venía del industria de los semiconductores, y a Michael Markkula, un veterano de Intel que fue uno de los principales inversores.

Fue en 1977 cuando la primera versión del Apple II salió al mercado. A diferencia del anterior ordenador, que tenía un aspecto casero al que el usuario debía agregarle ciertas partes, este nuevo bebé ostentaba ya el look profesional de plástico que nos es familiar, listo, para como dicen los ingleses, plug and play. Básicamente, cogió todo lo que hacía interesante al Apple I y lo mejoró sustancialmente. Aunque el procesador era el mismo, traía una pantalla a color y ocho ranuras internas para expandir la memoria.

Pero clave en su éxito fueron tres aspectos. Uno, la hoja de cálculo VisiCalc, primera en su tipo en el mundo; el diseño de un controlador de disco flexible que permitía almacenar información fuera de la computadora y pasarla de una a otra; y el precio, que hizo que fuera accesible. Tres años después del lanzamiento, en 1980, Apple valía 100 millones de dólares y tenía 1.000 empleados.

Un buen premio por dar los primeros pasos para democratizar la informática.


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