Arquitectura que cuida a los enfermos de cáncer

1 de abril de 2019
1 de abril de 2019
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arquitectura para enfermos de cáncer

La sensación de irrealidad que produce la noticia suele servir de parapeto para el impacto emocional que supone un diagnóstico de cáncer (propio o de alguien cercano). Cuando la nube de ensoñación se despeja y toca encarar la realidad, esta se llena de incertidumbre, de citas y términos médicos, pero también, en la mayoría de las ocasiones, de escenarios, mentales pero también físicos, poco acogedores.

La apariencia de muchos hospitales y centros sanitarios no ayuda a elevar el estado de ánimo del paciente ni el de sus acompañantes. Al abandono de las instalaciones se une una arquitectura que prescindió de la calidez desde su concepción en aras de la funcionalidad. Desconchones en las paredes, estancias en las que ni se intuye la luz del sol, pasillos largos y lúgubres… Componen muchos de los escenarios que acogen a los que tienen que acudir a una unidad de oncología.

«El acceso universal a la sanidad ha requerido dar un enfoque más instrumental a estos espacios para asegurar que, por encima de cualquier consideración, se da la mejor atención posible a las personas que acceden a los centros sanitarios».

Joan Reventós, director de la Fundación Privada Kālida, justifica de esta manera el deprimente aspecto que suelen presentar muchos centros sanitarios, y, en especial, los públicos. La entidad que dirige promueve una asistencia psicosocial a las personas con cáncer y a sus familias a través de centros situados a escasos metros de los servicios de oncología de los hospitales. En ellos, la arquitectura y el interiorismo no son un asunto menor.

«Los centros Kālida se proyectan bajo el concepto de arquitectura para cuidar. Van más allá de la creación de espacios singulares y de bella factura. Responden a un briefing arquitectónico muy preciso».

El primero de estos centros abrirá sus puertas en breve en el corazón de Barcelona. Se trata del Kālida Sant Pau, ubicado en el recinto del Hospital de la Santa Creu i Sant Pau, y está diseñado por la arquitecta Benedetta Tagliabue, directora del estudio EMBT.

Tagliabue sabe del papel que el entorno arquitectónico y decorativo puede desempeñar en el estado de ánimo de una persona con cáncer. Lo ha vivido desde el plano profesional pero también personal: a su marido, el también arquitecto Enric Miralles, le diagnosticaron un tumor cerebral. «Su participación en el proyecto, totalmente desinteresada, ha sido clave para que sea una realidad», explican desde Fundación Kālida.

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La arquitecta ha desarrollado el proyecto bajo las premisas de confort, intimidad, luz y protección. El objetivo, conseguir una relajada atmósfera doméstica. Algo esencial para un institución que tiene como pilar el programa Pásate: «Consiste en facilitar al máximo el acceso de las personas que necesitan apoyo emocional, práctico o social. No es necesario solicitar cita previa ni derivación de un médico para poder acceder a nuestros servicios. Lo único que les pedimos es que se pasen para conocernos y conversar con algún miembro de nuestro equipo para poder empezar a abordar cualquier inquietud y necesidad relacionada con su situación y facilitar su proceso de adaptación a la realidad que le toca vivir», explica Reventós.

El espacio ha sido concebido como un pabellón de jardín, dentro de la parcela del nuevo Hospital Sant Pau y el recinto modernista, en el que los límites entre interior y exterior se desdibujan. El proyecto incluye un edificio de 400 m2 organizado en dos niveles y una zona ajardinada de más de 600 m2.

«Tagliabue se ha enfrentado al desafío de situarse entre una de las obras cumbre del modernismo de la ciudad de Barcelona: el recinto modernista del Hospital de la Santa Creu i Sant Pau, proyectado por Domènech i Montaner a principios del siglo XX, y la imponente mole de arquitectura racionalista del nuevo Hospital de Sant Pau. El resultado, a pocos meses de la inauguración –añade Reventós–, empieza a saltar a la vista».

De los interiores se ha hecho cargo, también de forma desinteresada, la diseñadora Patricia Urquiola. «Su cometido ha consistido en conseguir convertir un lugar de alta frecuencia de paso, con capacidad hasta 20.000 vistas/año, en un lugar donde la única medicina que se receta es una taza de té o café; un hogar fuera del hogar«, explican desde Kālida.

El equipo de Studio Urquiola ha diseñado la planta inferior como una secuencia de jardines y patios. En medio, la cocina, el corazón del espacio, además de una biblioteca y una sala polivalente. El acceso principal conectará con la unidad de oncología del hospital mediante una zona pavimentada.

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Según Reventós, sus centros se nutren de la experiencia acumulada desde hace más de dos décadas por Maggie’s, fundación escocesa que ofrece apoyo psicológico y social a personas con cáncer. Su fundadora, Maggie Keswick Jencks la puso en marcha en 1993 tras la recidiva de su cáncer de mama, del que murió 18 meses después.

Desde entonces, Maggie’s ha conseguido abrir más de 20 centros en Reino Unido. «Hay que tener en cuenta lo complejo que es encontrar un solar vacío al lado de hospitales como el de Saint Batholomew’s, en la City de Londres, o en el The Christie Hospital en Manchester, citando a un par de ejemplos recientes. El impacto en el bienestar y la calidad de vida de los pacientes de los hospitales cercanos es una realidad».

Aunque para Raventós dicha realidad no es tan novedosa. Hace ya tiempo que se sabe del impacto que un entorno arquitectónico cuidado tiene en calidad de vida en los pacientes. El propio recinto modernistas del Hospital de la Santa Creu i Sant Pau lo constata: «Es un claro ejemplo de que hace muchos años que los proyectistas piensan en ofrecer soluciones arquitectónicas que contribuyan al bienestar de las personas cuando están enfermas».

La masificación de los servicios sanitarios cambió radicalmente la historia. Y desde instituciones como Maggie’s o Fundación Kālida se trata de volver a dar un giro de 180º a la situación: «Esta arquitectura para cuidar esperamos que sirva para ir virando hacia intervenciones que sean eficientes, pero que contribuyan a generar bienestar, a través de la belleza, a personas sometidas a una gran carga emocional».

 

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