El tema no es nuevo pero se olvida con frecuencia: Hitler, Mussolini y Stalin son artistas fracasados; artistas que abandonan sus oficios y emplean sus talentos para crear mundos de terror. En sus juventudes, Hitler es pintor; Mussolini, novelista y Stalin, poeta. Mussolini confiesa a un entrevistador: «Todo consiste en dominar a las masas como un artista».
Encuentro una excusa para hablar de artistas dictadores en una secuencia de la serie Empire: Lucious Lyon, músico y creador y director de un sello discográfico, ordena a sus secuaces que se deshagan de un rival:
«Matadlo. Con mucho ruido y que dure», alejándose del lugar. «Luego me follaré a tu niñita», remata con una sonrisa.
Lucious Lyon nos recuerda que un artista no tiene necesariamente una «sensibilidad especial»; al menos, no hacia las personas. En una secuencia, Lucious compone una bella y emotiva canción, y en otra dispara sin vacilar a un viejo amigo u ordena una muerte con dolor. Incluso no duda en hacer daño a sus propios hijos —que son socios y empleados a partes iguales— para mantener la empresa bajo su control. «La música es lo único que importa», se excusa.
De alguna manera, la frase que se ajusta a la definición de Faulkner: «Un artista es una criatura impulsada por demonios […] Será capaz de robar, tomar prestado, mendigar o despojar a cualquiera con tal de realizar la obra».
Pero el autor de El ruido y la furia describe al artista que en la indigencia roba o mendiga para comprar papel y pinceles o una máquina de escribir. No habla del monstruo que abandona el arte y trabaja en el culto a sí mismo. El periodista Juan José Sebreli en su libro Las aventuras de la vanguardia: El arte moderno contra la modernidad escribe sobre Hitler y Mussolini:
«El líder carismático tiene rasgos psicológicos similares a los del actor; en ambos hay un fondo de personalidad histérica, entendiendo por tal la necesidad compulsiva de seducir a los demás, a todos, todo el tiempo, y consagra su vida a esa empresa».
Mussolini, el teatrero
Sebreli también nos recuerda que:
«Mussolini había escrito una novela anticatólica (La amante del cardenal), una obra de teatro sobre Napoleón (Campo di Maggio) y varios ensayos políticos y páginas de recuerdos. Mussolini, Duce triunfante, fue poeta fracasado, pero siguió actuando en política como artista».
Cualquier fragmento de Mussolini hablando al pueblo nos recuerda a los de un actor de teatro que exagera los gestos y los movimientos de manos y brazos para atraer la atención del público. Tampoco el dictador olvida que sus discursos llegan al cine —eficaz vehículo de propaganda entonces— y sabe el poder de un primer plano llenando la pantalla.
https://youtu.be/uPWNwtDsrQo?t=1m39s
Hitler, director de orquesta y primer instrumento
Mussolini como todo novelista da mayor importancia a las palabras. Hitler, como pintor, está atento a la escenografía y la iluminación en sus actos públicos. Y como admirador de Wagner, «Hitler llegó a imitar el ritmo, el tempo de la obertura de Los maestros cantores de Nuremberg, su obra predilecta, en sus propios discursos», señala Sebreli.
«Discursos sinfónicos por su construcción acababan en una apoteosis del mismo modo en que estallan los trombones wagnerianos», escribe Ernst Hanfstaengl, biógrafo de Hitler.
El Thomas Mann que huye de la Alemania nazi y edita la revista antifascista Mass und Wert (Medida y valor) fue el primero en considerar a Hitler como artista:
«¡Oh, el artista! Pues ¿acaso no puedo, por más doloroso que sea, considerarlo como un fenómeno artístico? […] Todos los elementos están allí: el aspecto de “sujeto difícil”, la pereza, la inadaptación, la existencia de una bohemia de clase baja, tanto en lo social como en lo moral; la arrogancia de creerse demasiado bueno para cualquier actividad corriente, poseído de la vaga intuición de que está reservado para algo más […]»
Es un fragmento del ensayo Hermano Hitler donde Mann retrata a Hitler como un artista mediocre: un artista que se rodea de otros artistas fracasados.
Los nazis, de artistas fracasados a genocidas
«Los jerarcas nazis pertenecían, en buena parte, a la bohemia de artistas y escritores fracasados que pululaban por los cafés de Viena y las cervecerías de Munich», escribe Sebreli.
Encontramos un ejemplo en el artículo de Mar Abad titulado ¿Qué queda del fascismo y el nazismo en las democracias de hoy? Escribe sobre Goebbels:
«Empezó a trabajar como periodista y escribía novelas y obras de teatro. Pero su ambición literaria fracasó y en 1933 acabó dirigiendo el Ministerio de la Propaganda y la Ilustración Pública».
Esto explica que Goebbels sea «uno de los mayores expertos en dibujar mundos ficticios», según José María Querol (en el mismo artículo).
Stalin, el poeta de las purgas
El Stalin que purga la URSS de escritores comienza como poeta que publica en Iveria una revista literaria de prestigio en Rusia. Poemas muy conocidos antes del culto a Stalin. Pero deja la poesía por la política. Sin embargo, el éxito de Stalin no está en la oratoria. Es georgiano y tiene problemas con el ruso, su segunda lengua. Frente a él tiene a Trotsky como posible sucesor a Lenin. Trotsky es un brillante orador e intelectual y organizador del Ejército Rojo.
Stalin tiene a su favor que se desenvuelve en las intrigas de partido y consigue los apoyos necesarios para alzarse con el poder. A partir de este momento, los demonios que impulsan a Stalin le llevan a crear el KGB y a perseguir a Trotsky durante diez años.
Para Stalin, el arte queda relegado a controlar las producciones cinematográficas en las que los actores interpretan al propio Stalin. (Películas que explicarían en gran parte el fervor que Stalin despierta).
Los dictadores, artistas inconstantes
Hitler, Mussolini, Stalin… Más que artistas fracasados, artistas inconstantes. Si Hitler hubiera entrado en la escuela de Arte de Viena es un tema favorito de la ucronía (novela de Historia alternativa). Sin embargo, es una premisa que culpabiliza a los profesores que no admitieron a Hitler porque había candidatos más talentosos. Si Hitler hubiera sido constante quizá se hubiera ganado la vida con cuadros para el salón- comedor. El arte está lleno de autodidactas. El público no pide credenciales al artista: le pide que entretenga, que enseñe cosas de manera amena.
Volvamos a Empire. Lucious Lyon no es un fracasado como los dictadores mencionados. Sin embargo, guarda una similitud con ellos: la crueldad de Lucious crece a medida que se aleja de la música y se adentra en los negocios. Sabemos que apartarnos de lo que nos provoca placer puede irritarnos sobremanera, incluso volvernos violentos. En el caso de los artistas, criaturas impulsadas por demonios, las emociones pueden desbordarse. Los demonios deben estar contenidos en el marco del papel o el instrumento.
* Los fotogramas de Hitler en la tribuna pertenecen al corto de animación Russian Rhapsody producido por Warner Bros en 1944.