«Qué alegría volver a vernos por aquí» dice Jairo Zabala. Cientos de personas asienten batiendo palmas. Zabala es el cantante de Depedro, y la gente que abarrota esta noche el Teatro Lara de Madrid, su entregado público. SON Estrella Galicia inauguró así su vuelta a las salas después del parón pandémico. Fue una inauguración también para muchos de sus asistentes. Sus cánticos sonaban ahogados por las mascarillas, sus cuerpos entumecidos se retrepaban en las butacas, pidiendo un baile, un restriegue, algo de contacto humano. Pero por lo demás parecía un concierto.
Vuelve la música en directo. Este verano hubo tímidos regresos, algunos con nefastas consecuencias como el Vida Festival o el Cruïlla. Con la lección aprendida, y el ritmo algo más contenido, los promotores están volviendo a llevar a los artistas a escena. La nueva normalidad no parece tan normal desde el escenario. Con el baile limitado, las mascarillas embozadas y el alcohol y el cántico como grandes propagadores del virus, muchos se preguntan si tiene sentido siquiera volver a los conciertos. Joaquín Sabina ha anunciado que no volverá a los escenarios hasta que pueda ver a su público cantar sin máscaras de por medio. Él calcula que podrá hacerlo en un año y medio. Muchos dudan de lo acertado de esa predicción.
Hasta que llegue ese momento distintas iniciativas están apostando por expandir el ocio más allá de la sala de conciertos para que estos sean igual de divertidos que antes. Y de rentables. Antes de que Depedro rasgara el primer acorde, la velada ya había empezado para muchos de sus asistentes. El bar Picnic organizaba un monólogo; la coctelería José Alfredo, un concierto previo. Bares como Pez 8, La Tita Rivera o Le Tavernier ofrecían degustaciones gastronómicas… Eran parte de una iniciativa que permite a los compradores personalizar su experiencia antes del concierto en establecimientos cercanos a la sala. De esta forma se atomizan las propuestas, se teje una red de colaboración entre hosteleros y se construye una oferta de ocio más dispersa, alejada de las aglomeraciones.
[pullquote]Joaquín Sabina ha anunciado que no volverá a los escenarios hasta que pueda ver a su público cantar sin máscaras de por medio. Él calcula que podrá hacerlo en un año y medio. Muchos dudan de lo acertado de esa predicción[/pullquote]
Los conciertos en los últimos años ya viraban hacia el concepto de experiencia, asociados cada vez más al mundo de la gastronomía y la restauración. Pero la pandemia ha acentuado esta tendencia. La idea es rentabilizar comportamientos que ya se daban de forma natural. Institucionalizar las cañas de antes o después del concierto. Maridarlas con un buen menú. Asociarse con hosteleros de la zona.
La música está de vuelta. Los grandes artistas mundiales (desde Shawn Mendes hasta Red Hot Chili Peppers) retoman giras mundiales. Los festivales internacionales (con el Primavera Sound en cabeza) anuncian carteles interminables. Los conciertos vuelven a lo grande. Pero también a lo pequeño. Salas más íntimas y cantantes y grupos alternativos vuelven a insuflar de vida la ciudad.
Solo el ciclo de SON Estrella Galicia va a traer de vuelta a los escenarios en los próximos meses a Damien Jurado, Porridge Radio, Triángulo de Amor Bizarro, Fantastic Negrito, Lola Marsh, Black Lips, Biznaga, Bombino, Squid, Club del Río o Queralt Lahoz. El Teatro Pavón ha reabierto sus puertas con un ciclo de flamenco. Los musicales retornan a la Gran Vía. La música vuelve a sonar en las grandes ciudades. Y su ritmo es contagioso.