Bancos urbanos que pueden fabricar los ciudadanos

5 de noviembre de 2014
5 de noviembre de 2014
4 mins de lectura

Al lado de las sillas de la terraza de Starbucks de Callao, en pleno centro de Madrid, hay dos asientos diferentes. Los dos únicos asientos donde no tienes que comprarte un café de 4€ para poder sentarte. Eso es así porque son dos bancos públicos. O, en realidad, los dos únicos bancos públicos en una plaza de 12.540 metros cuadrados.
Nadie lo diría. Los bancos son minúsculos. En cada uno solo puede sentarse una persona. Pero, además, están situados estratégicamente para resultar absolutamente disuasorios. Los asientos están tan cerca de las mesas de Starbucks que resulta difícil descubrir que son públicos y no hay que pagar para sentarse.
Pero aún aguarda algo peor. Las sillas están pegadas a una papelera y a las conversaciones de los clientes de la terraza de Starbucks. El que se sienta acaba convertido en un fisgón involuntario que no solo respira la contaminación de una plaza sin vegetación. También se come los efluvios de la papelera.
starbucks
Callao no es una excepción. Al contrario. Es una más entre muchas plazas públicas que se han construido pensando en el uso comercial en vez del uso ciudadano. El espacio público se ha convertido en una inversión, en solares para vender a las marcas. Los árboles y los bancos donde se sientan los ancianos no generan ninguna rentabilidad. Muchas políticas urbanísticas los consideran un lastre y por eso prefieren plantar un buen pavimento que las compañías puedan alquilar para desplegar sus terrazas y sus pistas de patinaje en navidad. Eso sí da pasta.
«La ciudad se ha convertido en un artículo explotable. Desde los años 90 hay una alianza entre el poder político y el económico para diseñar ciudades de las que se pueda sacar un beneficio económico. Es el reflejo del capitalismo en el territorio», indica César Pérez Herranz, responsable del colectivo artístico Truth Behind 404. «Las plazas públicas se han vendido al mercado o han sido convertidas en zonas de paso. Eso es lo que ha ocurrido en Callao. La terraza de Starbucks ha fagocitado los dos bancos públicos».

Plaza Mayor
Plaza Mayor (Madrid), en los años 50. Esos árboles ya no existen

Este colectivo lleva años investigando y realizando proyectos relacionados con el urbanismo. «Nos interesa observar cómo el mercado condiciona el diseño de las ciudades», dice el director de fotografía. «El poder se encarna literalmente en el hormigón».
Frente al urbanismo diseñado por los expertos y la Administración, hay otro tipo de urbanismo más apegado al suelo. Es el urbanismo ciudadano, el que hace la gente que habita las calles, según Pérez Herranz. El urbanismo que desarrollan colectivos urbanos como Esta es una plaza o El campo de cebada en Madrid.
«Queremos reivindicar el derecho a participar en la ciudad. La concebimos como algo nuestro. Ahora, en cambio, los políticos la ven como un negocio. Intentan vender sus espacios y buscar inversores para que comercialicen con ella. Un ejemplo de esto es Eurovegas o las olimpiadas», explica el fundador de Truth Behind 404. «El espacio público debe ser un lugar que favorezca la relación entre personas y donde podamos actuar como ciudadanos. No puede ser un lugar destinado únicamente a consumir».
A menudo la ciudad se ha entendido como un espacio diseñado por los políticos. Solo ellos podían decidir. Pero eso es solo una visión. Hay muchas otras formas de entender la ciudad. «Nosotros la entendemos como el resultado del trabajo de todas las personas que la habitan. Tenemos el derecho a configurar ese espacio como queramos. Nos interesa la capacidad que tenemos todos de fabricar infraestructuras propias», comenta. «Eso es lo que hace, por ejemplo, Basurama [este colectivo utiliza desechos para crear proyectos urbanísticos como montar cines itinerantes, reutilizar solares vacíos, construir huertos urbanos verticales…]».
La propuesta de Truth Behind 404 es promover una cultura de participación en todos los aspectos de la ciudad. Hasta ahora el diseño del mobiliario urbano y del uso de los espacios estaba reservado a los expertos y las instituciones. A este colectivo esto no le basta. Quieren que todas las personas puedan intervenir en lo que llaman el ‘hardware urbano’ y, por eso, reclaman un concepto del que habla el antropólogo e investigador del CSIC Alberto Corsín: el derecho a la infraestructura y a infraestructurar.
banco2
Ellos han empezado a hacerlo con una propuesta de bancos públicos que cualquier persona puede construir mediante fabricación digital con una fresadora CNC. El colectivo publicará en su web el archivo del diseño de estos asientos y un manual de instrucciones para que los ciudadanos puedan descargarlo, cortar las piezas con una fresadora CNC, montarlos y llevarlos a la calle.
«Make a Sity es un proyecto de diseño y fabricación de elementos de mobiliario urbano con modelos 3D. Es un trabajo colaborativo que hacemos en el Medialab y es de código abierto para que lo pueda usar todo el mundo. Los bancos se pueden hacer en un centro de fabricación digital y también en casa. Una persona puede hacerse su propia fresadora CNC, igual que mucha gente construye sus propias impresoras 3D», indica Pérez Herranz. «El banco tiene licencia creative commons y se puede crear en madera, cartón y otros materiales. El próximo viernes lo publicaremos en nuestra web y a partir del lunes estará también en sites de mobiliario de código abierto como Instructables.com y Thingiverse.com».
El primer banco de Make a Sity ya está expuesto en Medialab Madrid. Esta propuesta de mobiliario de código abierto y fabricación digital es una llamada a la reflexión y, a la vez, una determinación. Lo primero porque, según el director de fotografía, «amueblar la ciudad es una forma de hacerla nuestra». Y lo segundo porque estos asientos nacen de una decisión: «Si no ponéis bancos, los ponemos nosotros».
banco3
 

No te pierdas...