Me echan mucho en cara lo de ser un milenial. Dicen que soy egoísta, vago y que no sé valorar el dinero: que gasto alegremente como si creciera en los árboles. Al parecer, mis padres tienen la culpa porque me han consentido todos los caprichos. Ahora que acabo de independizarme y tengo que correr con la factura, empiezo a pensar que es verdad.
En Madrid y con mi madre a cientos de kilómetros, la mayoría de las tareas engorrosas las delego en una app. Trabajo mucho y lo considero una inversión razonable: mi tiempo, al fin y al cabo, también vale dinero.
Harto de recibir acusaciones, me he puesto a hacer números. La comida que me llevo a la oficina la estoy pidiendo a Wetaca, la empresa de un exconcursante de MasterChef que te prepara platos ricos y sanos y te los manda a casa, envasados al vacío, una vez por semana. Luego solo tengo que ir distribuyendo los tuppers. Me sale por unos 130 euros al mes, más barato que comer de menú.
Los fines de semana, si estoy en casa, suelo tirar una o dos veces de Deliveroo o Glovo. Me pido unos sándwiches, una hamburguesa o una pizza, que me salen por entre 10 y 15 euros. Si no quiero gastar mucho, tiro de JustEat y pido al kebab o al chino, que son un poco más económicos. Digamos que me dejo unos 50 euros al mes.
Para cubrir los desayunos, las cenas y lo que resta del finde hago una compra cada quince días a través de Amazon Prime Now. Lo mínimo que me permite la app son 19 euros, pero suelo llegar a los 25 entre leche, cereales, zumos, cervezas, embutido, algún precocinado… También tengo que pagar 19,95 euros al año por la suscripción a Prime, pero es tan poco que ni voy a contemplarlo.
Para ir de casa al curro y viceversa, tiro de transporte compartido. Coche o moto, lo que mejor me venga en función de lo cerca que me pille un vehículo, el atasco que me vaya a encontrar y la previsión del tiempo. Lo miro todo antes de salir y decido si recurro a Car2Go, Emov, Muving o eCooltra. Vivo en Puerta de Toledo y trabajo en las Cuatro Torres, que están a unos 15 kilómetros. Me sale entre 6 y 10 euros ida y vuelta en función del servicio y lo que tarde en aparcar. Por redondear, 150 euros al mes.
Los fines de semana suelo salir por Lavapiés, La Latina o Malasaña. Para ahorrarme el lío de esperar un búho o buscar un taxi, vuelvo a mi casa en Uber o Cabify. Me cuesta entre 5 y 10 euros. Echando un vistazo a los trayectos de los últimos meses, descubro que he gastado una media de 50 euros.
La ropa y las sábanas me las lava Mr. Jeff. Las recogen en mi casa una vez por semana y me las devuelven impolutas. Me apaño con una bolsa de 5 kilos, que me sale por 13 euros. De plancharla se encarga la misma persona que viene a limpiarme la casa cada jueves, vía Clintu. Tres horas por 30 euros. Entre una cosa y otra, casi 175 euros al mes.
Ya solo falta incluir la cuota de Netflix (entre cuatro amigos, 3 euros cada uno), HBO (4 euros con un amigo; solo pueden conectarse dos dispositivos a la vez) y Spotify (10 euros). También tengo Amazon Prime Video, que va incluido en la suscripción anual, pero lo uso más bien poco porque el catálogo es bastante reducido.
Entre pitos y flautas, me he dejado más de 600 euros, la mitad de lo que cobro. Por eso dicen que soy vago y que no sé valorar el dinero. Mis padres añaden que no sé vivir solo. ¿Y si llevan razón? ¿Y si estoy viviendo por encima de mis posibilidades? Igual tengo que hacérmelo mirar…