Imagina que tienes la suerte de vivir en primera línea de playa. Pero una alarma suena. Alerta de tsunami, que llegará a la costa y a tu vivienda en 10 minutos. El refugio municipal está a media hora. No hay tiempo. ¿Está todo pérdido? Por suerte fuiste previsor y compraste una cápsula de salvamento, capaz de resistir todo lo que el mar pueda lanzarle encima. Esférica y realizada con una cubierta exterior de aluminio y un revestimiento interior de cerámica, resiste impactos de objetos a 120 kilómetros por hora y tiene un tanque de oxígeno para aguantar una hora sumergida. ¿Ciencia ficción? Es justo lo que ofrece una empresa de Seattle llamada Survival Capsule usando la tecnología aeroespacial que encontramos en Fast Company.
Desde que comenzó el siglo XXI han ocurrido más de 15 tsunamis de gran magnitud. Algunos sin muertos, otros han dejado miles y miles de fallecidos y desaparecidos, como el de Indonesia, que acabó con la vida de 220.000 personas, o el de Japón, que provocó 16.000 fallecimientos y desencadenó la crisis nuclear de Fukushima. En ambos casos, los planes de evacuación sirvieron para una parte de la población, pero otra no tuvo oportunidad. Fue precisamente el de Indonesia el que inspiró a Julian Sharpe, CEO de la empresa e ingeniero aeronáutico, para crear este concepto durante unas vacaciones en las costas de Oregón con su familia.
«La cápsula está diseñada para resistir cargas muy por encima de las que se prevén en el ambiente en que operará, como hacemos en la industria aeroespacial», cuenta en un correo electrónico Sharpe, «mientras que lo normal es usar un factor de seguridad de 1.5 sobre la carga límite, nuestro diseño está realizado con un factor 3 para tener una seguridad muy alta». Siendo un sistema de seguridad personal, aseguran que permite un mayor control de la supervivencia en caso de emergencia que una casa segura puesta por la administración.
Expertos han declarado a otras publicaciones que las cápsulas nunca han sido probadas en situaciones reales, mientras que los planes de evacuación sí han demostrado su eficacia. Así que consideran que quizá sería más eficiente tratar de mejorar el comportamiento humano para los futuros tsunamis y desastres que sin duda golpearán zonas como Japón, Asia o la costa oeste de EE UU.
«Hoy en día existe la evacuación vertical y la horizontal; nosotros ofrecemos una tercera opción a quien no puede beneficiarse de ninguna de las dos anteriores», razona Sharpe. «La cápsula te permite ponerte a salvo inmediatamente y en un terremoto de magnitud 9 o mayor la huida no está garantizada ya que las rutas de escape pueden estar bloqueadas; y hay sitios en Japón donde hay una ventana de 3 a 5 minutos entre el terremoto y la llegada de la primera ola». Su sistema, asegura, elimina muchas incertidumbres como tener que prevenir la llegada de la primera ola, qué altura va a tener, cuánto va a inundarse la línea de la costa… y puede proteger frente a tifones, huracanes, tornados, tsunamis, subidas de marea, terremotos… «en ciertas circunstancias».
Otro factor señalado como fundamental es el precio. La economía, como se refleja en los cifras de fallecidos y desaparecidos en los dos grandes tsunamis de este siglo, es clave en la supervivencia. «La versión básica para dos personas tiene un precio de 13.000 dólares y ahora ya estamos construyendo unas en Japón», explica Sharpe. Bajo su punto de vista, si logran vender allí, donde están más avanzados en luchar contra los fenómenos tectónicos, podrán hacerlo en cualquier región del mundo. Su concepto son cápsulas en cada tejado o parking para proteger a la población en zonas de riesgo. Trabajan ya en modelos de 6, 8 y 10 personas, además de un especial guardería para 16. El coste, se puede suponer, subirá exponencialmente. El país del sol naciente y sus 126 millones de habitantes son la tercera economía del mundo. Indonesia y sus 255 millones, la décimosexta. No es complicado imaginar cuál de las dos naciones podría cubrir a más población con estas cápsulas.