En los tiempos que corren, cuesta imaginar un cartel político en el que la fotografía de los candidatos se sustituya por una ilustración. No tendría cabida en una farola o muro un «paisaje idílico, una especie de paraíso colorista donde conviven casas, personas y castillos». Así describe Antonio Checa una serie de pósteres electorales que el dibujante cántabro José Ramón Sánchez diseñó para el PSOE en 1979.
Checa forma parte del grupo de Análisis de Medios, Imágenes y Relatos Audiovisuales en su Historia para el Cambio Social de la Universidad de Sevilla (US). Ve los diseños del ilustrador español como una innovación, en parte fruto de una falta de estándares en la composición de la propaganda política. Su estilo tenía una razón de ser: «Eran las primeras elecciones municipales en España desde las republicanas de 1931», señala.
El partido, liderado por Felipe González, quería ilustrar así un futuro cambio en el entorno de las ciudades y pueblos. «Las localidades españolas estaban en decadencia, muy contaminadas, abandonadas», continúa el investigador. Y añade: «eran totalmente diferentes a las que tenemos hoy en día». Aunque ese año (1979) los socialistas perdieron las generales, se hicieron con las municipales. «Esos carteles dejaron huella: eran contagiosos, alegres, optimistas», por lo que fueron en parte responsables del éxito.
Fue una aparición puntual. «La ilustración está totalmente en desuso en la política», asegura el dibujante Miguel Brieva, que cedió una de sus creaciones para una campaña de Podemos. Indica que en la cartelería política, como en la de cine y televisión, se tiende a formatos que «se sabe al 100% que funcionan, aunque estén trillados». Y continúa: «Tienen una parte iconográfica y perceptual muy básica, para ir sobre seguro».
En los siguientes comicios generales, los de 1982, González llegó al poder. Los carteles electorales del PSOE de esa época también apelaban al cambio, pero directamente: «Por el cambio», rezaban. Y la palabra mágica ha seguido protagonizando eslóganes desde entonces. En 2011, el Partido Popular la usaba en una invitación, casi mandato: «súmate al cambio». Y Podemos lo hace con «podemos cambiar las cosas», «el cambio empieza en Andalucía» y los nombres de las diferentes marchas del cambio.
En 1979, el PSOE acompañó la renovación política que se avecinaba con una fuerte innovación en la cartelería. Podemos trae consigo también una modificación en la idea tradicional de póster electoral. «Buscan algo más fresco, directo, ya no tenemos al político distante ni divinizado», indica Checa. Utiliza imágenes colectivas, como las usadas en las elecciones europeas, que destierran la idea de partidos liderados por una sola persona.
El partido socialista dio un giro a su originalidad para, en 1982, mostrar un aspecto más estándar, pulcro. «La campaña estaba protagonizada por Felipe González, ya con traje y corbata; una imagen edulcorada y distante, mirando al horizonte, casi como un santo», describe Checa. Compara su expresión con la de Santo Domingo Savio. Los carteles se convertían así en genéricos, aburridos, una tendencia que según el experto ha continuado hasta nuestros días.
«El cartel político español ha estado muy desvalorizado», afirma. «Desde los 90 prácticamente no se ha renovado, los políticos estaban más interesados en la televisión y otra serie de medios». En la mayoría de composiciones solo aparecía, y en muchas lo sigue haciendo, el candidato sonriendo y acompañado del eslogan pertinente. Un eslogan abstracto «que no es ni de izquierdas ni de derechas».
El verdadero cambio, que esta vez no anunciaba ningún eslogan, se produjo en 2011, a partir del 15M. El movimiento impulsó la aparición de «un cartel reivindicativo, que no se basa tanto en la iconografía como en el texto» y que a Checa le recuerda a los que surgieron en Francia en mayo de 1968 porque «son sencillos, fáciles de hacer y buscan solo el impacto directo».
Claro que hoy existen unas herramientas que entonces ni se vislumbraban: las nuevas tecnologías. «Permiten hacer un cartel rápido que ni siquiera necesita el papel porque se difunde por internet», dice el experto.
Podemos continúa con esta corriente de la eficiencia en el mensaje. «En las elecciones andaluzas, por ejemplo, se está utilizando un cartel que solo tiene texto, sin imagen», explica el investigador. Menciona la simbología de los colores. Como también hace Ciudadanos con el naranja, Podemos aplica «tonos atractivos, planos». Mientras que el blanco y el morado no tienen un significado asociado -«son difíciles de encasillar» -, el azul «es el color del conservadurismo, de lo inalterable». El rojo incita a la acción, la pasión y el movimiento: «lo usa la izquierda».
«Al igual que las elecciones, el cartel político es un producto urbano», indica Checa. Y como una consecuencia de la sociedad, es también un reflejo de la transgresión y los cambios que experimenta. Las tendencias en la elaboración de los carteles del PSOE de finales de los 70 y principios de los 80 con los de Podemos no son del todo coincidentes, pero sí es similar espíritu de romper con los moldes de la iconografía anterior. ¿Se aplacará también esta intención con el tiempo?
El cartel político en tiempos de cambio
