Ceesepe: vicios y viñetas de la movida madrileña 

21 de agosto de 2019
21 de agosto de 2019
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Dibujaba en fanzines de grapa y fotocopia con el mismo estilo con el que luego ilustró portadas del New Yorker. Teñía de colores los antros de un Madrid en blanco y negro con el mismo sello con el que luego diseñaría los carteles promocionales de Almodóvar. Creó los cómics más subversivos y expuso cuadros en las galerías más prestigiosas. Carlos Sánchez Pérez (Madrid, 1958/2018), más conocido por el acrónimo C. S. P., o Ceesepe tuvo una carrera tan prolífica como variada. Por eso es difícil elegir una serie de obras que lo representen.

La Casa Encendida se ha querido centrar en una etapa concreta del artista: la del cómic y la viñeta que explotó en sus diez primeros años de carrera. La sala madrileña expone estos días (hasta el 20 de septiembre) una muestra que repasa los inicios de una de las voces (y bolis) más reconocibles de la movida madrileña.  

No había movida cuando Ceesepe empezó. En 1976 la dictadura estaba reciente y la libertad escaseaba en una ciudad provinciana y asfixiante. Fue en este contexto en el que el ilustrador funda junto al fotógrafo Alberto García-Alix la Cascorro Factory, un colectivo de artistas que contaba con nombres como como Ouka Lele, El Hortelano o Agust. 

El nombre yuxtaponía mundos antagónicos como el de la Factory de Warhol y el Madrid más castizo, en el corazón del Rastro. Allí vendía Ceesepe sus cómics. O comix, como entonces los llamaban para diferenciarse de las tiradas más convencionales. Porque las historias de este artista no eran convencionales, pero sí reales y crudas. 

En sus viñetas abigarradas había sitio para putas, chulos, drogadictos y camellos. Se hablaba de sexo, de política y de marginalidad, y se trataban los temas con una naturalidad desprejuiciada. Sus trazos fueron desnudando Madrid hasta convertirse en el mejor de sus cronistas, lo que dibujaba sorprendía a muchos, pero todo estaba en la calle. Ceesepe dibujaba la realidad sin trazo grueso o difumino alguno.   

Trabajó el cómic apenas diez años, pero su influencia no se limita a ese periodo y hoy sus viñetas se reivindican como un fiel reflejo de la vida que siguió a la muerte de Franco.  La Cascorro Factory sentó el embrión de lo que estaba por llegar, se adelantó a otras publicaciones de la Movida como La Luna de Madrid y Madrid Me Mata y habló de realidades y personajes que habían sido silenciados e invisibilizados durante muchos años.

Bajo este paraguas artístico, Ceesepe publicó Vicios Modernos, (el cómic que da título a la exposición de La Casa Encendida). Sus dibujos fueron una traslación a viñetas de las fotografías autobiográficas de García-Alix, conformando un dúo artístico atípico que les servía para hablar de los marginados y desheredados. Su estilo, consolidado y perfeccionado con su posterior Bestias de lujo, llamó la atención de muchos. 

Así Ceesepe empezó a colaborar con otras revistas como El Víbora e incluso Madriz, editada por el Ayuntamiento de Tierno Galván. En la oposición sus dibujos sobre el malvado SuperFranki (en clara referencia al dictador) no sentaron especialmente bien. Un joven político llamado Alberto Ruiz Gallardón llegó a calificar su trabajo como «porquería repugnante, pornográfica, blasfema, contraria a la moral y a la familia».

No todos estuvieron de acuerdo con Gallardón en este crítica, sobre todo con el paso de los años, cuando Ceesepe liberó sus pinturas de la celda de las viñetas y empezó a crear cuadros. Fue entonces cuando salió del underground y se convirtió en un artista reconocido y reconocible. Pero son quizá sus primeros trabajos, aquellos más arriesgados y fronterizos, los que muestran la verdadera esencia del artista. Y la de una ciudad antigua que empezaba a incorporar el color a sus calles. 

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