China no es un país: es una civilización entera que está moldeando nuestro futuro

ascenso de china

En la cultura china se entreteje, con insólita armonía, un tríptico espiritual de honda raigambre: el confucianismo, el taoísmo y el budismo. El confucianismo provee el andamiaje ético y la arquitectura social; el taoísmo, por su parte, se orienta hacia la comunión con la naturaleza y el fluir sereno del equilibrio; mientras que el budismo introduce una mirada trascendente, centrada en la liberación del sufrimiento y la comprensión de la impermanencia. Estas corrientes no se perciben como doctrinas antagónicas, sino como hebras complementarias que se imbrican —al alimón— en la cotidianidad y en la visión del mundo de muchas personas, conformando una cosmovisión plural y profundamente integradora.

Una cosmovisión que, desde nuestras visión, apenas resulta comprensible. Como si estuviéramos contemplando un planeta marciano. Porque, por más que la examinemos con ojos europeos, China se escapa a nuestras categorías. No es simplemente una nación gigantesca con un régimen autoritario y un PIB colosal. Es, como refrenda Rafael Dezcallar, «una civilización entera» construida sobre cimientos culturales y filosóficos distintos. 

Este es un contenido exclusivo de la revista en papel. Para continuar leyendo, necesitas ser suscriptor.

SUSCRÍBETE AHORA

¿Qué opinas?

Último número ya disponible

#142 Primavera / spring in the city

Sobre nosotros

Yorokobu es una publicación hecha por personas de esas con sus brazos y piernas —por suerte para todos—, que se alimentan casi a diario.
Patrick Thomas

Suscríbete a nuestra Newsletter >>