Humor ha habido siempre y políticos también. De hecho, el humor político es un género -cuando el sistema político lo permite- dilatado y fructífero. Y en estos tiempos de enorme descontento, redes sociales y memes no iba a ser menos. Ante la situación política, la ironía parece una respuesta, una válvula de escape… Y, quizá por desgracia, en estos tiempos lo de hacer chistes sobre política es un filón aparentemente sin fin.
Hace unos años, no muchos, España vivió uno de esos capítulos propios de otros tiempos. Un juez ordenó secuestrar El Jueves, mítica revista de humor -sobre todo político- por una portada en la que aparecían los príncipes de Asturias en la cama y diciendo que vivían sin hacer nada. Aquello, además de originar una sucesión casi interminable de versiones de retranca por parte de la propia revista de la portada en cuestión, generó eso tan manido del ‘efecto Barbra Streisand’: la revista se agotó antes de ser secuestrada y la viñeta en cuestión fue reproducida en todos los lugares posibles.
El humor suele jugar muchas veces en un filo peligroso, sensible. Que se lo digan, por ejemplo, a aquel diario danés que hace algunos años (más) publicó una serie de caricaturas de Mahoma que provocaron una oleada de amenazas, atentados y manifestaciones del mundo árabe por considerarlo una ofensa -a diferencia de la religión católica, donde estamos acostumbrados a ver improbables representaciones de un Jesús guapísimo de ojos azules y una virgen María digna de pasarela, la religión islámica es iconoclasta-.
La cuestión es ¿dónde termina el humor y empieza la ofensa? La pregunta de siempre. Cabe, en cualquier caso, diferenciar ámbitos: hay cosas más sensibles (la religión, la moral, las tragedias) y cosas más típicas (la política, por ejemplo). En ocasiones, el hecho de que a los políticos se les pague el sueldo, en su mayoría gracias a los impuestos, parece dar la idea de que ‘como nosotros les pagamos, podemos opinar y reírnos de ellos’. Sea como sea, poner cortapisas o censurar el humor político parece una mala estrategia para cualquier político que se precie, porque bastará hacerlo para que le lluevan críticas de intolerante o censor.
El humor, en el ámbito político, es un arma poderosa. Durante la Transición, por ejemplo, muchas publicaciones humorísticas conseguían burlar las sensibilidades tan a flor de piel de la época para hablar de cosas que hasta la fecha no se había podido hablar. Decir Hermano Lobo o El Papus es citar trozos de nuestra historia, del despertar de muchas conciencias y, a fin de cuentas de modernidad.
En la actualidad dos grandes publicaciones humorísticas destacan en este ámbito en nuestro país. Una, El Jueves, más clásica, y otra, Mongolia, bastante más punki. De hecho, pareciera que los editores de la segunda estuvieran jugándose con cada número el ser secuestrados, pero de momento nada. La última portada, a cuento de la declaración de la infanta, habría sido difícil de imaginar hace solo unos años… y posiblemente mucho más agresiva que aquella de El Jueves que valió la cancelación de la publicación.
Es más, el propio El Jueves ha publicado portadas sobre el tema de la infanta que no han provocado el efecto que tuvo aquella sobre los príncipes de Asturias
Pero claro, es que los tiempos han cambiado. El humor político ya no busca espantar fantasmas de dictadores, ni tampoco normalizar situaciones democráticas que para algunos viejos elementos de lo que ahora se llama ‘régimen’ podían tolerar. Ahora el humor político, además de un arma poderosa para generar opinión, es en ocasiones una defensa, un grito ciudadano, una risa amarga por una situación política que desilusiona a muchos y enfurece a otros ante la sensación de ineficacia que la crisis y sus repercusiones han traído. Esto no es un punto de vista, lo dicen los sondeos, los estudios sociológicos y las cada vez mayores manifestaciones en la calle. Y posiblemente la altísima abstención de las elecciones europeas que se avecinan acaben de demostrarlo.
El humor, en cualquier caso, ya no es exclusivo de los humoristas, que siguen siendo los artistas del pensamiento común. Los ‘memes’ políticos se han multiplicado en los últimos años, según se ha ido calentando la situación política. Algunos se encuentran en las calles, como el ‘tuneo’ del cartel publicitario de una conocida marca de ropa, otros se han gestado y popularizado en la Red y otros han salido a pasear por manifestaciones diversas.
Internet es, como para tantas otras cosas, un refugio propicio para el humor político. Ahí han florecido nuevas visiones sarcásticas sobre la política, como Love will tear us Aznar en Facebook, las cuentas de @masaenfurecida o @laquintacolumna en Twitter o webs algo menos políticas, pero también con cierta retranca, como I Love Clicks o la celebrada El Mundo Today
BONNIE CONFIABA EN CLYDE Y NO SE ENTERÓ DE NADA.
— masaenfurecida (@masaenfurecida) febrero 10, 2014
Incluso los propios políticos, en ocasiones, tiran de humor en sus particulares guerras políticas. Es el caso de la respuesta que recientemente dio Rubalcaba en Twitter a una declaración de Cospedal, usando una mítica viñeta de una de esas publicaciones de la transición antes mencionada.
Cospedal ayer dijo «o nosotros, o la nada»…. pic.twitter.com/GDPmnj5yYt
— _Rubalcaba_ (@_Rubalcaba_) febrero 1, 2014
Protesta, frustración, arma política… el humor es, en cualquier caso, forma de expresión ciudadana. Lo bueno de estos tiempos es que ahora hay muchas vías de expresión visible. Lo malo, que hay demasiadas cosas sobre las que expresarse.