Unos tipos muy malos le dicen a una señora afroamericana que vive muy tranquilita en su humilde casita de Chicago que se tiene que ir. Al parecer, una gran empresa quiere comprar el edificio para hacer un hotel y tiene a sueldo a una banda de matones para conseguir que los vecinos de toda la vida se asusten y se vayan.
Visto de ese modo, se trata de un proceso de gentrificación al uso -modalidad mano dura-. Pero es bastante probable que al gentrificador en cuestión se le hubieran quitado las ganas de gentrificar de haber sabido que la señora era la mamá de M.A. Barracus (M.A.) en la serie El Equipo A (A Team). Porque no puede uno tratar de echar de su casa a la mamá de M.A. Barracus. Lástima que no todo el mundo tenga un Mr. T sentado en el sofá.
Left Hand Rotation, el colectivo que realiza proyectos experimentales con el objetivo de concienciar sobre la gentrificación, esta vez ha puesto la mirada en la pantalla. Quieren demostrar que aunque «el término ni siquiera existía en español hasta pasado el año 2000», según asegura uno de sus miembros que prefieren mantener el anonimato, «desde mucho antes las series y películas que vemos han contado historias en las que sucede».
El proyecto se llama Ficción Inmobiliaria y acaban de sacar la segunda entrega. «Aunque esto apunta a saga; al menos, a trilogía», adelanta el vocero. Lo que están haciendo, con mucha paciencia cinéfila, es montar presentaciones en video con fragmentos de producciones audiovisuales que hablan de procesos gentrificadores. Haber pillado al vuelo en qué películas se trataba el asunto es, en parte, culpa de las sugerencias de la gente y en parte, su «obsesión con el asunto hasta cuando ven la tele», admiten.
Cuando estos activistas se sientan a mirar Taxi Driver (1976), no ven a un introvertido conductor nocturno que hace sus carreras en el barrio Hell’s Kitchen de Nueva York, sino «la problemática de las políticas urbanas provocadas por los distintos alcaldes de la ciudad». Opinan que Los Goonies (1985) no es una aventura para niños, sino una flagrante demostración del abuso de unos promotores urbanos que quieren hacer campos de golf donde viven los protagonistas; y en Up (2009), un anciano sueña con enganchar su casa a miles de globos y volar a América del Sur no por casualidad, sino «huyendo de las excavadoras y grúas que le acosan en la ciudad».
El fragmento más antiguo que poseen acerca de estos casos en la gran pantalla lo han datado en 1927, año en el que se rodó el clásico alemán Metrópolis. Para ellos, no es un drama cualquiera sino «el paradigma de la representación de la ciudad global clasista». «En esa película los ricos tienen el poder y los medios de producción, rodeados de lujos, espacios amplios y jardines; mientras los obreros están condenados a vivir en condiciones dramáticas recluidos en un gueto subterráneo en el corazón industrial de la urbe», argumentan su enfoque de espectadores especializados.
Para este segundo tomo han sido un total de 26 películas y series las que han utilizado, nueve más que en la primera. Entre otros detalles en los que han caído en cuenta, es que aunque el término gentrification en inglés ya era utilizado en películas como Do the right thing (1989) o Boyz n the Hood (1991), la ausencia de una traducción al castellano lo convirtió en el doblaje en palabras como especulación o manipulación. También son conscientes de que paradójicamente, aunque estas películas denunciaban estos casos de desplazamiento vecinal, finalmente algunas «como Los Goonies o Taxi Driver fueron causa de una gentrificación posterior», ya que las zonas donde rodaron se revalorizaron en la vida real cuando el film alcanzó gran fama.
Entre taller y taller que van dando con vecinos de muchos barrios del planeta para advertirles de lo que les puede pasar si no tienen cuidado con las neo-invasiones (próximo destino, el barrio de la Merced, en México), van nutriendo en su página su archivo virtual sobre procesos de gentrificación reales y ficticios, El Museo de los Desplazados. «Allí no solo hay películas», explican, «tenemos ejemplos encontrados en la literatura, cómics, artículos e incluso música que de una manera u otra tratan el problema».
Por poner un ejemplo de lo que rastrean: cuando Left Hand Rotation leyó el comic de La Residencia de los Dioses (1971), no se quedó en la anécdota de que Julio César era el malo y los galos los buenos. «Pretendía hacer una urbanización de lujo en el lugar donde se encontraba una aldea», se indigna el portavoz. «Lo que estaba ocurriendo allí es que casi gentrifican a Asterix y Obelix».