Han pasado 13 años desde que Carlos Moreno comenzara a hablar de un concepto urbanístico en el que la gente vive a poca distancia a pie o en bicicleta de todo lo que necesita. Lo llamó la ciudad de los 15 minutos. Tras su participación en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP) en 2016 comenzaron a surgir las primeras voces a favor de este modelo.
Reconocían que era interesante, aunque utópico. «Nadie trabajará cerca de su casa», decían, y se consolaban argumentando que «al que madruga Dios le ayuda», «que se compren un buen libro» o «que lean el periódico», en alusión al tiempo que tardan muchos ciudadanos en llegar a sus puestos de trabajo.
Entre esa fecha y 2019, Moreno realizó una prueba piloto junto a la alcaldesa de París, Anne Hidalgo, sobre regeneración urbana y servicios esenciales en tres barrios de la ciudad de la luz. Los buenos resultados cosechados hicieron que Hidalgo adoptara el concepto y lo incluyera como uno de los platos fuertes de la campaña electoral para su reelección.
Finalmente, resultó elegida en junio de 2020, en plena pandemia, lo que imposibilitó su puesta en marcha inmediata, aunque sí se está desarrollando de forma progresiva.
París fue el gran espaldarazo a la ciudad de los 15 minutos, pero no fue el único. El C40, una red global de casi 100 alcaldes de las principales ciudades del mundo —en las que viven casi 1.000 millones de habitantes— que buscan soluciones a la crisis climática, lo tomó como estrategia clave para su regeneración urbana en el marco de pospandemia.
Con un ojo permanentemente sobre París, Carlos Moreno creó, dentro del C40, un observatorio mundial de proximidad con Smart City Expo World Congress, que tiene su base en Barcelona. El fin era contar con un lugar de encuentro de todos los que practican la proximidad, ya sea desde el mundo de la ciencia o desde la política.
«El objetivo es ser una referencia para todas aquellas ciudades que quieran adoptar el modelo y construir indicadores en torno a la proximidad: cómo se maneja el tiempo útil, cómo se gestionan los nuevos modelos de negocio de las empresas, cómo se regeneran los espacios públicos en proximidad para tener más descarbonización, etc.», señala Carlos Moreno.
¿Crees que la pandemia, la guerra y la crisis económica han ayudado a que se tomen en serio proyectos como la ciudad de los 15 minutos y, en general, el problema del cambio climático?
Sin duda. La historia ha demostrado que la humanidad reacciona cuando se encuentra contra las cuerdas. Y pandemia, guerra y crisis, junto con una población de 8.000 millones de personas y 1 grado más de temperatura media, nos han puesto contra las cuerdas.
Llevamos hablando del cambio climático desde el Protocolo de Kioto de 1975. Durante muchos años se habló mucho, pero se tomaron pocas medidas. Algunos comenzaron a tomárselo en serio cuando comenzaron a vivir en sus ciudades más olas de calor de las normales, pero fue la pandemia, que destrozó el tejido económico, y la guerra, con dificultades de abastecimiento de energía, materias primas, inflación…, lo que nos hizo reaccionar.
¿La proximidad es la solución?
Hay muchas líneas de investigación abiertas. Se están buscando nuevos modelos, nuevos paradigmas y transformaciones.
Efectivamente, yo he centrado mis esfuerzos en la proximidad, que, al final, es una narrativa simple: regenerar la ciudad para salir de la zonificación, de la centralización, del monouso de espacios, de la falta de interacciones sociales y económicas… para conseguir ciudades más descentralizadas, donde el ciudadano tiene más espacio público, con nuevas interacciones sociales y nuevos modelos económicos.
¿Cómo surge su relación con París y su alcaldesa, Anne Hidalgo?
Antes de nada, déjame decir que yo no soy ni político ni he sido candidato a ningún cargo público en París; nunca me he presentado a unas elecciones ni he sido funcionario. Yo soy un científico, profesor e investigador, y mi papel social es romper esquemas con propuestas e ideas nuevas y estudiar su viabilidad. Unas funcionan y otras no.
Anne Hidalgo contactó pronto conmigo y lo vio tan claro que me dijo que el concepto sería el corazón de su campaña electoral: un nuevo modelo de ciudad frente al cambio climático. No quería, simplemente, descarbonizar la ciudad, sino proponer una descentralización. Ella anunció que las ciudades de los 15 minutos serían el Big Bang de la proximidad.
Antes de proponerlo, se aseguró de que yo le ayudaría a defender este modelo y, cuando lo lanzó, se vio obligada a convocar varias ruedas de prensa ante el interés despertado en los medios de todo el mundo. Finalmente, ganó las elecciones y se comprometió a implementarlo. Y lo va a conseguir.
Una buena amiga de Hidalgo, Manuela Carmena, quiso seguir sus pasos en Madrid, pero no pudo rematar lo que empezó.
Efectivamente, Manuela Carmena estaba en esta misma vía. Y lo malo es que el partido que la sustituyó en el gobierno se dedicó a destejer todo lo que había hecho Carmena. Y es comprensible que así sea en algunos aspectos, pero no cuando hablamos de cambio climático. En este tema no hay derechas ni izquierdas que valgan.
Se trata de que, si no cambiamos nuestras emisiones de CO2 de aquí a 10 o 20 años, la mitad de España será inhabitable. Así de simple es. Y por eso me pareció inconsecuente que una ciudad tan importante como Madrid haya dado marcha atrás a un tema que es de interés general solo porque lo propuso antes su contrincante político.
Y lo que no hay derecho es que una representante política del partido que gobierna en la comunidad diga públicamente que «el cambio climático es una cuestión de comunistas y gente de izquierdas».
¿Crees que a la derecha le interesa menos el cambio climático?
No de forma generalizada. Depende de qué derecha. Yo trabajo con líderes políticos que han aceptado el concepto y son de diferentes colores. En América Latina hay muchos alcaldes de derecha muy implicados, como, por ejemplo, el alcalde de Buenos Aires, Horacio Rodríguez Larreta.
Aquí el tema no es ser de una ideología u otra, sino de saber en qué tipo de ciudad queremos vivir. La calidad de vida de la ciudad no puede ser tenida como rehén por una visión política sesgada.
La clase política parece que lo tiene asumido, pero el mundo empresarial debería también estar concienciado en la adopción de medidas contra el cambio climático. ¿Lo está?
La empresa juega un papel clave en la construcción de la ciudad de los 15 minutos. Para empezar, esta regeneración les abre nuevos modelos de negocio y cambios importantes en las condiciones de trabajo de sus empleados. Los incentivos a los trabajadores no pueden ser los mismos que hace 30 años. La sensibilidad ha cambiado, y ofrecer hoy en día un coche de empresa no es tan buen incentivo como más tiempo libre, cultura o educación.
Las empresas buscan otros medios de cohesión con sus trabajadores y estos valoran como nunca la sensación de pertenecer a una empresa que hace cosas por el medio ambiente, la cultura o mi bienestar…, mucho más que un centímetro más de alfombra en mi despacho.
La verdad es que lo de trabajar cerca de casa parece lo más complicado del modelo…
A no ser que el sector productivo entienda el problema y te lo ponga fácil. Ya hay mucha gente que rechaza trabajos porque están lejos de sus viviendas. Por eso ya hay empresas que han optado por la descentralización, reduciendo espacio en oficinas centrales y creando espacios satélites perfectamente conectados en distintos barrios de la ciudad.
Antes se pensaba que trabajar a distancia era improductivo. Ahora sabemos que no es así. París vuelve a ser un buen ejemplo: allí se encuentra La Defense, el primer barrio corporativo de Europa. Allí el 20% del espacio de oficinas ha dejado de utilizarse. Las empresas con grandes proyectos de construcción han renunciado a ellos o reducido el número de metros cuadrados. Incluso algunos, comprometidos con las autoridades, han preferido asumir multas por no construir lo planificado, sabiendo que no lo van a ocupar.
La aseguradora Groupama, por ejemplo, con oficinas centrales en La Defense, ha activado diversos espacios por la ciudad para evitar los largos desplazamientos de sus trabajadores, de forma que ya no hace falta que vayan todos los días hasta la central. Consecuencia: menos contaminación, la empresa reduce los costos de mantener un edificio de 35 plantas y los trabajadores, más contentos, ya que en París el tiempo medio que invierten sus habitantes en desplazarse hasta el trabajo es de 90 minutos.
[pullquote]Se trata de lograr la mayor calidad de vida, como tener más servicios de proximidad, como acceder a más cultura, a más educación, a más salud, como vivir en un entorno con mayor esparcimiento y espacios públicos. Y todo esto, que requiere un permanente esfuerzo educativo, no es una cuestión ideológica[/pullquote]
Hemos hablado de empresas y políticos. Falta hablar de personas. ¿Es difícil convencer a la gente para que adopte un cambio de esta magnitud?
Sinceramente, pienso que es más fácil convencer a los políticos y a las empresas, que no es fácil, que a las personas. Cada una tiene su vida, su historia y sus costumbres, y aceptar un cambio en la manera de vivir no siempre es fácil y solo se consigue con educación. Obviamente, hay países que juegan con ventaja.
En París, el 52% del transporte individual en coche corresponde a trayectos de menos de seis kilómetros, mientras que en países del norte de Europa, la distancia media que se recorre en bicicleta es de 28 kilómetros. Y si les preguntas si lo hacen por el clima, te dicen que no. Simplemente, porque les resulta más fácil. Por eso el cambio de mentalidad resulta más difícil en los países mediterráneos que en los escandinavos.
Y no se trata de una batalla contra el coche. El coche hay que utilizarlo cuando sea imprescindible y posiblemente lo es en una persona de 80 años, que no puede montar en bici.
Se trata de lograr la mayor calidad de vida, como tener más servicios de proximidad, como acceder a más cultura, a más educación, a más salud, como vivir en un entorno con mayor esparcimiento y espacios públicos. Y todo esto, que requiere un permanente esfuerzo educativo, no es una cuestión ideológica.
Porque si tienes un buen coche, no tienes por qué ser de derechas; y si vas en bici, no tienes por qué ser un progre. Como siempre, el objetivo final es ser feliz, y ser feliz no es más de derechas que de izquierdas.
París fue pionera, pero cada vez hay más ciudades interesadas en este modelo.
Así es. Desde que el C40 adoptó en el periodo pospandemia el modelo de los 15 minutos como concepto clave para la regeneración urbana, cada vez son más las ciudades interesadas en la proximidad. Milán, epicentro de la pandemia en Europa, fue uno de los primeros, y ya hay alcaldes en Montreal, Los Ángeles, Bogotá, Buenos Aires y varias ciudades europeas que han entrado en esta dimensión de transformación de sus ciudades para combatir el cambio climático.
En Asia, Busán, la segunda ciudad de Corea del Sur, es un caso espectacular. Allí el ayuntamiento de la ciudad ha creado un departamento de 50 personas encargado exclusivamente de gestionar proyectos e inversiones para hacer que sus ciudadanos no tengan que moverse más de 15 minutos para encontrar lo que necesiten.
Lo que está claro es que el concepto de la proximidad toma cada día más fuerza, cuenta con más seguidores y cada vez es más frecuente ver este concepto dentro de programas electorales municipales que resultaron victoriosos, como ha ocurrido en Italia, recientemente, en ciudades como Roma, Milán, Bolonia o Nápoles.
¿Conoces casos de municipios que lo estén haciendo bien en España?
En España, los mejores ejemplos los tenemos en ciudades de menor tamaño, donde es más fácil aplicar nuevas formas de desplazamiento y movilidad y revitalizar la economía con proximidad.
Ejemplos interesantes son los de Pontevedra, Santander, Soria, Logroño o Vitoria. Entre ciudades más grandes, los intentos más destacados son los de Málaga y Bilbao.
Y luego está el caso de Barcelona, con sus más y sus menos, pero que ha conseguido con el proyecto de las supermanzanas contribuir al debate sobre la viabilidad de este modelo.