La utopía de crear una ciudad perfecta ha intrigado a la humanidad desde que empezamos a construir ciudades. Desde las primeras urbes alrededor de Éufrates y Tigris, pasando por la polis griega –planificada en retículas, buscando el orden y la armonía–, heredada y desarrollada por los romanos en la planificación de sus urbes, colonias y municipios, además de sus campamentos militares.
El arquitecto griego Hipodamo de Mileto, considerado como el padre del urbanismo moderno, planificó Pireo con las calles cruzadas en ángulos rectos, creando así un patrón urbanístico de manzanas rectangulares. Este trazado hipodámico del puerto de Atenas refleja la búsqueda del orden racional en la construcción de la sociedad ideal, muy ligado a los pensamientos filosóficos de la época.
Una preocupación constante en las ciudades clásicas era la salud pública, debido a que la aglomeración de habitantes era mayor que en el mundo rural. El espacio público por excelencia de la urbe romana, el fórum (heredero de la ágora griega) albergaba los mercados, templos y edificios administrativos. Teatros y anfiteatros, circos, gimnasios y los baños públicos –las termas– formaban parte de la vida urbana clásica y sus actividades relacionadas con el ocio y el deporte, además del cuidado de la higiene.
CIUDAD PERFECTA, PERO ¿PARA QUIÉN?
La ciudad perfecta, sin duda, plantea la siguiente pregunta; perfecta ¿para quién y para qué? Las prioridades en la planificación urbana están fuertemente ligadas a nuestra forma de pensar cómo se debe organizar nuestra sociedad, y por lo tanto, nuestra ideología y los desafíos de la época.
En la Edad Media empezó un proceso de ruralización debido a las invasiones y la inestabilidad política. Las ciudades pierden terreno y son amuralladas para proteger la población. Se vuelven compactas con una alta densidad de población y, conforme van creciendo, se levantan muros concéntricos alrededor del casco antiguo. Aparecen las calles comerciales, con especialización por gremios. El limitado espacio abierto lo ocupa la plaza del mercado, reflejando así la prioridad comercial y de control del territorio.
Los quinientos millones de la Begún del celebre escritor Julio Verne reflejan claramente cómo las ideologías influyen en nuestro concepto de la ciudad perfecta. Ya sea planificada por regímenes abiertos o totalitarios, buscando el bienestar en términos modernos, o priorizando una producción eficaz de una potencia industrial sin complejos.
NUEVOS TIEMPOS, NUEVAS CIUDADES
Con los comienzos de la industrialización las ciudades cambian considerablemente, y podemos distinguir tres zonas diferenciadas: el casco viejo, los ensanches planeados y el crecimiento periférico. *
Los ensanches planeados eran una respuesta al crecimiento demográfico y las nuevas actividades industriales que requerían terrenos amplios. Los ensanches de Madrid y Barcelona muestran trazados ortogonales proyectados según la funcionalidad. En el caso de Madrid, aparece una zonificación de áreas industriales y residenciales; las últimas, destinadas a distintas clases sociales.
[pullquote]El deseo de construir la ciudad perfecta parece ser que pasa por intentar leer la ciudad de múltiples maneras. Intentar descifrar su complejidad urbana para ofrecer soluciones a nuevas necesidades y tener en cuenta las distintas realidades, y tomar en serio la sostenibilidad medioambiental[/pullquote]
La ciudad posindustrial propone un modelo descentralizado y discontinuo, con ciudades satélites alrededor de un núcleos, separados por cinturones verdes. Un crecimiento radial que depende de los medios de transporte colectivo. Los garden cities aparecen en Estados Unidos con el uso del coche individual, viviendas unifamiliares con jardines amplios, y por lo tanto, poca densidad de población **. La intención es separar las viviendas de las zonas comerciales e industriales, y, por consiguiente, evitar la contaminación y el ruido del centro de la ciudad.
El fundador del movimiento garden cities, el urbanista británico Ebenezer Howard, busca aumentar la calidad de vida y establecer un balance entre las zonas rurales y urbanas. Numerosos ejemplos de distritos ciudad jardín se pueden encontrar en varias ciudades europeas, cómo el movimiento fue ganando adeptos principalmente en Inglaterra, Alemania y los Países Bajos.
LA CIUDAD COMPACTA VS. CIUDAD DIVERSA
Nuevos conceptos como la ciudad difusa y el mosaico urbano –patchwork– se han utilizado para definir la ciudad contemporánea, una mezcla de construcciones y espacios abiertos donde nuevas actividades surgen, lejos del centro histórico***.
El debate se ha centrado entorno a la ciudad compacta versus la ciudad dispersa. Básicamente, la ciudad compacta tiene como ideal la ciudad clásica, donde se busca la densidad no solamente en las edificaciones, sino también en las actividades y funcionalidades. Una ciudad donde en cada barrio se puede encontrar de todo, combinando viviendas y espacios de oficina, centros educativos, deportivos y de ocio.
Para ir a un modelo de ciudad más sostenible se cuestiona el predominio del coche, priorizando el peatón y transportes alternativos, además de la gestión de los residuos y una mayor conciencia medioambiental en general.
En este contexto, Barcelona ha implementado la supermanzana como una solución de organización urbana para mejorar la disponibilidad y calidad del espacio público para el peatón. Son células urbanas limitadas, rodeadas por el tráfico perimetralmente, reservando el espacio interior para el peatón. Este proyecto también ha sido aplicado en otras ciudades del norte de España.
CÓMO PLANIFICAR LA CIUDAD PERFECTA
La ciudad dispersa se ha asociado con una periferia degenerada y desconectada del centro neurálgico de la ciudad. Se suele poner como ejemplo el modelo americano, en particular la ciudad de Los Ángeles, donde las viviendas unifamiliares se extienden por un territorio muy amplio, dando lugar a una mayor dependencia del coche, y, por lo tanto, mayor contaminación.
Sin embargo, muchas ciudades dispersas ofrecen más que viviendas residenciales en las periferias. En realidad, se puede hablar de varias periferias que ofrecen configuraciones adaptadas a nuevas necesidades colectivas; viviendas con oficinas coworking, centros de trabajo con instalaciones deportivas y guarderías, locales comunitarios de ocio, espacios para huertos urbanos…
El deseo de construir la ciudad perfecta parece ser que pasa por intentar leer la ciudad de múltiples maneras. Intentar descifrar su complejidad urbana para ofrecer soluciones a nuevas necesidades y tener en cuenta las distintas realidades, y tomar en serio la sostenibilidad medioambiental. Pero también por fomentar la participación ciudadana en los procesos de decisión sobre su configuración.
Planificar la ciudad perfecta es dejar un margen para nuevos usos. Podemos intuir que estos irán en una dirección: nuevas formas de relacionarnos, de transportarnos, de consumir y realizar actividades de deporte y ocio. Podemos concluir que la configuración de la ciudad está ligada a un cambio constante, que al mismo tiempo define nuestra propia realidad, y nuestro concepto sobre cómo debería ser la ciudad perfecta.
*(Ciudad y urbanismo a finales del siglo XX, Ramón López de Lucio, Universitat de Valencia, Servei de Publicacions, 1993).
** (Ciudad y urbanismo a finales del siglo XX, Ramón López de Lucio, Universitat de Valencia, Servei de Publicacions, 1993)
*** (Esquinas de las periferias, ¿dónde estáis?, Mirko Zardini, Ciudades Esquinas, Fórum Barcelona 2004).