Aunque abarroten tu cartera y puedan resultar molestas, mira con mejores ojos esas pequeñas monedas que abarrotan tu cartera: ha costado mucho fabricarlas. Serán calderilla, servirán para poco, pero valen más de lo que crees. La producción de las monedas más pequeñas puede costar más que su valor en curso. No sucede solo en Europa, donde hay abierto un debate sobre la conveniencia de seguir acuñando monedas tan mínimas, sino que históricamente muchos países han decidido dejar de fabricar sus monedas de menor valor por cuestiones económicas.
¿Cuál es el precio de fabricarlas’? El año pasado The Wall Street Journal informó que producir una moneda de un centavo estadounidense costaba 1,7 centavos (en 2011 costaba 2,4, así que el precio ha bajado). La de 5 centavos costaba 8; la de 10, 3,9; la de 25 centavos salía por 9.
En España, producirlas equivale prácticamente a su valor, según explican desde el Ministerio de Economía, que no da cifras exactas: «El coste de fabricación de la moneda de 1 céntimo supera su valor facial», IVA del 21 % incluido. Mientras tanto, el coste de la moneda de dos céntimos «está próximo al de su valor facial», según la fuente, también con el IVA incluido.
En 2010, el Congreso estadounidense puso en marcha una iniciativa para encontrar la forma de ahorrar al producir dinero. Entre las opciones, probar materiales diferentes y otras formas de elaboración. Según estimaciones citadas por The Wall Street Journal, Estados Unidos ahorraría 52,9 millones de dólares (más de 48 millones de euros) si eliminara la moneda de 1 centavo.
Adiós con el corazón
Desterrar las monedas pequeñas no es una solución despreciable cuando nos encontramos ante esa paradoja de costes. Canadá y Australia lo hicieron y en Europa, además de Finlandia, dejaron de fabricarla los Países Bajos, en ambos casos por la ineficacia de su producción y su baja aceptación entre los ciudadanos. Estos dos países aplican en las compras lo que se denomina el redondeo sueco. Consiste en redondear al múltiplo de cinco más cercano, a la baja si termina en 1, 2, 6 o 7; y al alza si termina en 3, 4, 8 o 9. Solo se aplica a los pagos físicos, ya que en los electrónicos no es necesario.
En Canadá tomaron la decisión hace unos años porque la moneda de un centavo había perdido un 95% de su valor, de acuerdo con el banco nacional de aquel país. En Australia y Nueva Zelanda llevan así desde los 90, cuando eliminaron las monedas de uno y dos centavos. La nación más meridional del mundo fue más allá en 2006 cuando eliminó la de 5, también debido a que el aumento de la inflación la hacía inútil.
Sea por la inflación o por falta de eficacia, fuera de la Commonwealth también han dejado de fabricar sus pequeñas monedas. Brasil, que de estas cosas sabe un rato, dejó de producir la de un centavo de real por su coste y bajo valor, aunque todavía es de curso legal. En España, la moneda de 2 pesetas fue retirada «por la escasa aceptación entre los ciudadanos», explican desde el Ministerio de Economía, y en Suecia fueron eliminando las monedas de öre (algo así como los centavos de corona) a lo largo del siglo XX: primero fueron las de 1 y 2 öre en 1972; luego las de 5, 10 y 25 öre en 1991 y, finalmente, la de 50 en 2010.
La Comisión Europea se ha planteado seguir el camino de Finlandia y Países Bajos. En 2013, pidió a asociaciones empresariales, casas de moneda o bancos centrales que dieran su opinión sobre el uso de las monedas de 1 y 2 céntimos. Lo hizo a través de un documento en el que planteaba cuatro posibles soluciones: mantenerlas pero reduciendo el coste de producirlas (nuevos materiales, mejoras en la producción…), retirarlas rápidamente, hacerlo de forma gradual o dejarlo todo como estaba.
Desde 2002, cuando se introdujo el euro, hasta 2013, cuando se hizo esa petición, se habían acuñado 46.000 millones de unidades de 1 y 2 céntimos de euro, una de cada dos monedas que salían de fábrica, según explicaba El País. De acuerdo con la Comisión, los ciudadanos pedían esas monedas para el cambio, pero rara vez las usaban. Producir todas esas monedas, con un valor de 714 millones de euros, había costado 1.400 millones más.
Si se sacaban de circulación, la UE proponía la aplicación de normas obligatorias de redondeo en los pagos físicos, como el ya citado redondeo sueco. Según explican desde Economía, «el Estado español se muestra partidario de no retirarlas, y en caso de que se tomara la decisión de hacerlo se muestra partidario de realizar una retirada progresiva».
Hermano mayor
Las monedas pequeñas no son las únicas en peligro de extinción. Sus hermanos mayores, los billetes de 500 euros, también están en entredicho. Desde hace tiempo se pide su retirada con los argumentos de su poca utilidad y para evitar delitos como el blanqueo de capitales o el fraude fiscal. Hace unas semanas, Podemos llegó incluso a pedir la retirada de los billetes de 200 euros. El presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, quiso zanjar el debate en 2013. Para él, «los billetes de euro de alta denominación cumplen un papel para el público, principalmente como depósito de valor, pero también como instrumento de pagos y último recurso para almacenar activos tanto dentro como fuera de la zona euro».
En cualquier caso, el debate de los costes, la utilidad y el redondeo sigue abierto, por lo menos para el euro. ¿Llegará el día en que todos los europeos veamos desaparecer nuestras pequeñas monedas de cobre?