Un jueves antes de la medianoche leí que una televisión producirá una serie con un argumento parecido al de una novela que escribí durante cinco años. Al día siguiente, antes del desayuno, quise quemar la novela, destruir el portátil… pero son tiempos de la nube. Hay copias en discos virtuales, servidores de correo electrónico y un tocho en papel en el despacho de un editor. Demasiada destrucción y nada constructiva. ¿Qué podía hacer?
¿Ir a un abogado? No. La otra historia no era un plagio. Como la mía, se desarrollaba en un abrumador futuro cercano y en un escenario similar. Era una coincidencia creativa. Una coincidencia se da cuando un mismo argumento ha sido trabajado a la vez por distintos creadores sin relación entre sí.
No era la primera vez que me ocurría. La idea de tener un agujero en la cabeza me torturó durante horas. Pero esta vez no fue negligencia. Quienes llevamos largo tiempo escribiendo como profesionales hemos sufrido estas coincidencias.
En el cine sucede a menudo que el mismo año se estrenen producciones con argumentos parecidos.
En estos casos no hubo abogados presentando demandas de plagio. Son cosas que pasan. A veces, un productor se entusiasma con un proyecto ajeno tras leer Variety y encarga una réplica. Este trabajo se escribe y produce a gran velocidad y con menos presupuesto que el original.
Otras veces, efemérides o eventos mundiales inspiran historias similares a los guionistas. Hay tragedias históricas que marcan a millones personas. Los creadores nos nutrimos del mundo… ¿cómo conseguimos una idea verdaderamente original? No creamos de la nada. No somos dioses. Como mucho, demiurgos que intentamos ordenar el caos que conocemos.
Si una idea nos parece original quizá se deba a que no ha sido poco explotada. ¿Quién no ha descubierto, con enorme frustración, que hace años circula una película o novela similar a NUESTRA GRAN IDEA…? Es el argumento de una vieja película que nos recomienda alguien o una sinopsis de Netflix PORQUE VISTE… TE GUSTARÁ… ¿No demuestra esto que todas las ideas están relacionadas? Por supuesto, pero nuestra primera reacción no es lógica, ¡somos personas, por Dios! Queremos destruir el portátil.
Descubrir precedentes descorazona; saber que otros se adelantarán provoca rabia. Lo segundo es peor. La sociedad capitalista vende al artista la idea de ser el número uno. Pero el arte no tiene que ver con ser el primero sino con disfrutar el proceso y quizá comunicar, pero lo segundo no es imprescindible.
¿Qué podemos hacer si otros se adelantan a mostrar al mundo una idea que se parece a la nuestra?
Seguir adelante. Recordemos cuántas películas, series y novelas hay de casas encantadas, narcos, amores trágicos, futuros distópicos, crímenes rocambolescos y detectives torturados…
La originalidad está en cómo vemos la vida. Esto es único. Y nadie puede replicarlo.