Cómo calcular los costes de una huelga general

Por si no te habías enterado, el 29 de marzo de 2012 está convocada la octava huelga general en España desde la instauración de la democracia. Los motivos están claros: una reforma laboral que al parecer de los sindicatos beneficia claramente al empresariado en el poder de decisión en los conflictos laborales y que facilita y abarata el despido. Pero a la hora de calcular cuáles pueden ser los efectos económicos de parar un día la actividad de un país, la cosa se complica.

Según la CEOE y su vicepresidente, Arturo Fernández, con una cifra de participación estimada por la patronal de entre el 30-35%, el coste de la huelga sería alrededor de 1.000 millones de euros. Aunque no explican su cálculo, puede suponerse que es el resultado de dividir el PIB español, 1.071.000 millones de euros, entre las 260 jornadas laborales que tiene un año para obtener la cifra del caso hipotético que no hubiera servicios mínimos y un seguimiento del 100%, y luego adecuarla a la suposición de un seguimiento del 30% más un pequeño redondeado para dárselo atractivo a la prensa. El profesor de Relaciones Industriales de la Universidad de Londres John Kelly objeta a esto que “es difícil de cuantificar debido a que esta producción ‘perdida’ será recuperada en los días siguientes, así que no puede considerarse que estas pérdidas sean netas”.

Tras la anterior huelga general de 2010, el profesor del ESADE Juan Pedro Aznar escribió una tribuna de opinión en el diario Cinco Días en la que argumentaba que, además de estos efectos cuantificables sobre el PIB, el ahorro en salarios para las empresas y el efecto doble sobre las Administraciones públicas (la disminución en cotizaciones a la Seguridad Social y el ahorro en nóminas correspondientes a funcionarios y otros trabajadores públicos), todos calculados de una manera similar; habría que tener en cuenta “los efectos más a largo plazo y los efectos sobre la percepción de la economía que la huelga genera”. Kelly, coautor de varios artículos sobre las huelgas generales en Europa occidental, cree que “los efectos pueden ser mejor percibidos observando las opiniones de los inversores, además de las del partido en el poder, la oposición y los votantes, pudiendo llevar a que un Gobierno pierda votos o salga reforzado por ser una Administración fuerte”.

En estos supuestos, como en todo en economía, hay posturas enfrentadas y pasionales como las de un Madrid-Barça. Por un lado, los sectores más conservadores advierten de la pérdida de prestigio de la marca España, con la CEOE de nuevo a la cabeza advirtiendo que la convocatoria de la huelga general “tiene efectos muy negativos” sobre un país “con una altísima tasa de paro, una urgente necesidad de recuperar la competitividad perdida y una estrecha vigilancia por parte de los mercados financieros y de las instituciones europeas”. Pero no todo es malo para ese lado. En un texto publicado en El Economista a pocos días de la huelga varios expertos creen que si el Ejecutivo del presidente Rajoy no negocia con los sindicatos mandará el mensaje de que “mantiene el tipo”, además de que la contestación en la calle puede verse como una prueba del calado de la reforma.

Es Carlos Mula, economista y director de la socialista Fundación IDEAS, quien explica en el blog Economía para el 99% una visión más socialista del tema, al hablar de la llamada hipótesis neoinstitucional o alternativa. Según esta idea, las huelgas son un “instrumento efectivo para neutralizar el abuso en el reparto de rentas por parte de los empresarios y para reducir la discrecionalidad en las relaciones laborales”. Esto se debe a que al lograr los trabajadores mejores salarios y aumentar su capacidad de compra habría una demanda más fuerte, además de que las mejores condiciones laborales aumentan la estabilidad que traerían mas producción. Esta teoría niega los efectos a corto plazo de las huelgas puntuales.

Tanto para Kelly como para sus coautores Kerstin Hamann, profesor del departamento de Ciencia Política de a Universidad de Florida, y Alison Johnston, de la Universidad de Oregon, lo que es innegable que ha habido un cambio de paradigma en las relaciones laborales y los objetivos de las huelgas generales en los últimos 30 años. Hamann explica que el “poder económico de los sindicatos ha ido en declive [con algunas excepciones como España, que partía del sindicato vertical único del franquismo]” debido a la inseguridad laboral y el alto desempleo, “mientras las huelgas generales se convertían en protestas que respondían a reformas del Gobierno que involucraban a grandes partes del electorado y no solo a los trabajadores sindicados y por motivos laborales”.

Esto se debe, al parecer de Kelly, a que “mientras los Gobiernos llevaban a cabo políticas anti-labour muy agresivas como reformas de las pensiones o cambios en los sistemas de protección al desempleo, los sindicatos se han dado cuenta de la fuerza que cobraban los grupos de presión debido al incremento de la indecisión electoral, y, además, que algunos líderes sindicales demuestran de esta manera que siguen siendo relevantes y con poder”. En economía, como en el Madrid-Barça, todas las opciones son posibles.

Foto: Roberto García Fadón reproducida bajo licencia CC.

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