Cómo sacar un restaurante de una farmacia

23 de marzo de 2012
23 de marzo de 2012
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La Asociación Nacional de Farmacias de Portugal esconde algo más en su edificio. Un museo. Sí. Pero algo más. Un restaurante. Lo abrieron el año pasado en la parte baja y los jardines de este palacio de Lisboa. Lo llamaron Pharmacia y lo vistieron como una botica. Una apoteca de verdad inspirada en la estética de los despachos de medicamentos clásicos. Una mezcla estética que busca el equilibrio entre la reproducción del pasado y el diseño actual. Exquisito.

En esa búsqueda de autenticidad han tomado muebles reales de farmacias de otros tiempos. Lámparas vintage, sillas de escay, sillones de dentista, camillas…

También hay decenas de medicinas repartidas por las estanterías. En este caso no son reales. Las cajas se inspiran en medicamentos auténticos pero en versión aumentada y embellecida. El papel de la pared está repleto de objetos de laboratorio.

El impacto estético consigue el efecto buscado. Una primera mirada es suficiente para convencerte de que ese lugar, en cierto modo, es una farmacia. Si te sientas, después, y te quedas a comer, cualquier duda que pudiese quedar caerá sin remedio.

Los camareros van vestidos en una especie de bata blanca. El que se acerca a tu mesa se convertirá automáticamente en tu farmacéutico. Es así como se presenta. Te preguntará si tienes alguna alergia o hay algún alimento que no puedas ingerir. Está claro que, aparte de tomarlo en su sentido estricto, es un juego que hace del lugar una botica más aún.

El agua se sirve en una botella de H2O. La botella de vino llega en un vaso medidor. La sopa se toma en probeta. La cuenta está dentro de un tarro de orina. Y para escoger el menú tienes dos opciones. Elegir los platos u optar por un menú sorpresa.

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