Cómo ser ‘runnner’ (o alguien que corre) en tiempos de pandemia

3 de noviembre de 2020
3 de noviembre de 2020
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cómo ser runner

Del confinamiento se sale, del running no. Alguien podría habernos avisado en los primeros compases de la desescalada, cuando correr se convirtió en un salvoconducto a la vieja normalidad. «Yo es que soy runner, agente», se excusaban algunos ante la autoridad, como si las mallas de colores sirvieran de escudo ante la ley, el virus y el sentido común. Hoy muchos de esos corredores de boquilla han hecho de su coartada afición y trotan por las calles con una determinación y un ritmo formidables. Antes lo hacían desmadejados, siguiéndose unos a otros como una banda de patitos huérfanos. Ahora todos los domingos son San Silvestre en el Paseo del Prado.

No todo se debe a la pandemia. Lo cierto es que antes de que la vida cambiara para siempre, el running estaba experimentando un auge considerable. En 2019 se celebraron en la Comunidad de Madrid más de un centenar de carreras. Una de las más populares, la carrera de la mujer, se inauguró en 2004 con 5.500 corredoras. El año pasado congregó a 36.000. La apuesta de espónsores como Zurich Seguros, que lleva años patrocinando esta y otras cuatro carreras populares en nuestro país, ha sido clave en la expansión de un fenómeno que sigue creciendo. Las cifras pueden servirnos para sondear la profundidad del mismo, pero no para entender sus causas.

Hay algo en la actividad física que trastorna la mente. Se llama serotonina, aunque muchos se refieren a ella como la hormona de la felicidad. Al correr, nuestro cuerpo libera grandes cantidades de este compuesto, produciendo lo que muchos llaman la euforia del corredor. Es un chute que engancha.

Foto de Fil Mazzarino

Se habla mucho de los beneficios físicos de una buena carrera: que si adelgaza, tonifica o elimina impurezas. Sin embargo, quien tiene ya callos en el talón sabe que lo mejor del running sucede en la mente. Correr calma la ansiedad, ayuda a desconectar como la mejor de las meditaciones y da, a fin de cuentas, felicidad. Con estos beneficios es normal que cada día haya más personas que se consideren runners.

O no. Sucede con los runners un fenómeno extraño que ya vimos antes con los hípsters. Una especie de pudor de pertenencia de clase que hace que nadie se considere a sí mismo tal. Los runners son como las meigas. Puedes preguntar a tu amigo, el que solo enfunda mallas, zapatillas con cámara de aire y contador de pasos. Te dirá que él no es nada de eso, como máximo que una vez vio a uno, como si hubiera avistado a un Big Foot o a un unicornio. Todos somos runners, aunque nos sintamos más identificados con la expresión «señores que corren». O señoras: en 2018, un estudio cifraba en un 50,24% el porcentaje de mujeres runners, siendo este uno de los deportes más igualitarios.

Puede que esta forma de rehuir de etiquetas sirva para trazar el perfil del runner (o señor que corre, vale). Hablamos de una persona que entrena de forma individual. Un deportista cuya marca a batir es la propia, más interesado en arañar segundos al tiempo que en dar espectáculo. De hecho, durante el confinamiento y la posterior desescalada, muchos deportes se han visto deslucidos por no haber un público que mire, una hinchada que jalee. No ha sucedido eso con el running, un deporte democrático que invita a participar más que a idolatrar.

cómo ser runner

Sin embargo, tiene el running un componente social que se ha visto deslucido. Aunque la competición no sea con un rival sino contra el tiempo, los maratones tenían algo de catártico, las carreras populares acababan en reencuentros y pequeñas festividades. Este ritual social ha sido sustituido estos meses por publicaciones en redes sociales, en un acto de autovalidación que podríamos señalar como postureo runner.

Las aplicaciones que ayudan medir nuestras carreras han aumentado sus descargas. En Inglaterra avisan del auge de los coaches virtuales de running (figura siniestra que condensa todos los males de la modernidad) y en EEUU hablan del éxito de las carreras virtuales. Males menores, daños colaterales de un deporte que ha sabido adaptarse en época de covid y que reivindica sus beneficios físicos y mentales, tan validos hoy como lo fueron ayer.

Emil Zátopek fue zapatero, minero y basurero. También fue el mejor corredor de la historia, aunque con este currículum nadie se atrevería a llamarlo runner. A él se le atribuye una de las mejores frases que se han dicho jamás sobre este deporte: «Si quieres correr, corre una milla; si quieres cambiar tu vida, corre un maratón».

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