No lo ves, pero está ahí. A tu lado. Tu alrededor está invadido. Aunque ni siquiera lo intuyas. Todo lo que te rodea está tomado por lo insólito, por la novedad, por lo desconocido. El asunto es que es transparente y solo se muestra al mundo cuando alguien se empeña en buscarlo. Encontrarlo. Rescatarlo del sueño de lo latente.
Es así como la humanidad ha ido inventando este planeta. Así es como se multiplicó la diferencia, la diversidad, la explosión sensorial y cultural.
Es, a menudo, en la unión de cabos que nunca nadie hubiese atado donde reside el éxito. Allí donde parece que las cosas pierden su sentido, que nada tiene coherencia, que todo rompe lo previsible. Esa es la guarida de la innovación, la genialidad, la solución a esa tierra baldía que lo esperado arruina.
Esas otras realidades son las que busca cada día Conexiones improbables. La organización bilbaína pretende sacar a la luz todo lo que una empresa o una institución pública puede hacer y aún no ha descubierto. Para el exorcismo utiliza el arte. El proceso, que puede durar semanas o meses, está dirigido por artistas que ayudan a los empresarios a descubrir muchas de las otras formas de hacer las cosas que se hallaban, invisibles, a su alrededor.
“Hacemos proyectos de innovación, transformación demostrativa y descubrimos nuevos modelos organizativos para la fabricación de productos o la oferta de servicios”, explica Roberto Gómez de la Iglesia, fundador de Conexiones improbables. “Trabajamos con métodos de innovación abierta y colaborativa. Ayudamos a potenciar el concepto de diversidad, un elemento fundamental para que luego surja la creatividad”.
El artista, en esta ocasión, deja en casa su faceta de expresión personal. Esta vez tiene otra misión. Irá a una organización a provocar una mirada distinta en los gestores. Incluso un desconcierto. Los llevará al terreno de lo improbable y derribará todos los telones con los que esos individuos están acostumbrados a pensar. Ahí es donde se levanta el nuevo escenario, que es, en realidad, una nueva actitud para mirar el teatro.
“El artista no actúa como consultor creativo. Todos los trabajos se hacen de forma conjunta. Esto implica que se produzca un aprendizaje mutuo que lleva tanto a la compañía como al artista a descubrir cosas nuevas”, especifica Gómez de la Iglesia. “El resultado esperado, habitualmente, no es una obra de arte. Es un cambio en un proceso, un conjunto de ideas, una nueva forma de relacionarse, una nueva plataforma…”.
Conexiones improbables se fijó en la mirada del arte, frente a la figura del consultor convencional, porque “un artista es alguien que hace un uso diferente de la información. Esa forma distinta de tratar las cosas es lo que hace que surjan posibilidades distintas”.
Su papel es aquí el de “experto en comunicación”. “Ayuda a diseñar procesos de relación con clientes, a entender mejor a los públicos… Son procesos en los que el artista se convierte en investigador. Es un artista relacional. No explota su lado conceptual”, expone el fundador de la iniciativa. “El artista actúa como catalizador creativo. Cuando empieza a hablar con una organización, afloran nuevas posibilidades. Esta forma de innovación abierta favorece la emergencia de innovación oculta. Aparecen capacidades que estaban escondidas”.
Destaca Gómez de la Iglesia que el arte tiene muchas más posibilidades que las hartamente conocidas. “Es una forma distinta de abordar el arte”, asegura. Y también es una forma distinta de entender la actitud creativa. “No se trata de aplicar creatividad directamente a un interés comercial o publicitario. Lo que planteamos es introducir a artistas en espacios donde no están habitualmente. Se trata de inyectar creatividad en los procesos de innovación”.
Pongamos un ejemplo. Paola Tognazzi, una artista multimedia que trabaja el movimiento mediante la danza, entró un día en la empresa de software i68. En la plantilla abundan perfiles de empresariales, ingenieros e informáticos. Durante un tiempo mezclaron su forma de ver las cosas con el objetivo de humanizar el software. La misión de la bailarina era “mejorar la experiencia de las personas que están delante de un teclado y un ratón”, explica. “Los informáticos trabajaron con Paola la visualización de los movimientos y la mejora de las interfaces que utilizan los usuarios. Trabajaron con coreógrafos. Bailaron los movimientos que hace la gente con el ratón. Generaron una cantidad enorme de ideas. Contrastaron ideas con estudiantes, familias, profesionales… El grado de generación de ideas se multiplica decisivamente”.
Los talleres no son exclusivos para grandes empresas. Conexiones improbables organiza ‘píldoras de creatividad’ para todo tipo de negocios. “Hemos llegado a tener droguerías y dos fruterías que quieren repensar su forma de hacer las cosas. La cultura de la innovación también puede existir en los comercios de toda la vida”.
Dice Gómez de la Iglesia que muchas empresas en el País Vasco tienen miedo. “Hay una cultura muy industrial. Aquí gustan las cosas que se tocan. La innovación se toca poco”. Pero, a veces, cuando las ventas se hunden y ya lo único que queda por perder es el miedo, hay un director general que se atreve. “La salvación, en estos casos, está en buscar vías radicalmente distintas. En estos momentos se dan cuenta de que necesitan ayuda para pensar caminos menos trillados y así es como encontramos alternativas que para ellos, solo unos meses antes, eran impensables”.
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Fotos: Iñigo Ibañez
Gracias a Rocio Pina Isla por la pista.