De inventores que se horrorizaron de su propia creaciรณn aรฑos mรกs tarde, tras ver las consecuencias, la historia estรก repleta. Nobel, arrepentido padre de la dinamita; Einstein, que escribiรณ a Roosevelt para aconsejarle acelerar el desarrollo de la bomba atรณmica (y luego lo lamentรณ); Kalashnikov, que preferirรญa haber concebido un cortacรฉsped, como รฉl mismo confesรณ aรฑos mรกs tardeโฆ
En definitiva, numerosos genios que emplearon la ciencia para producir avances, a veces increรญbles, otras desafortunados, a los que despuรฉs otros humanos dieron usos nefastos. O ideas que ya eran pรฉsimas de por sรญ, pero fruto de un error que les perseguirรญa hasta la tumba.
Lo mismo ha sucedido durante la corta vida de internet en ciertamente no pocas ocasiones. Como es lรณgico, alguien inventรณ todo aquello que hemos llegado a odiar de las tres uves dobles, desde el spam hasta el dichoso autocorrector, pasando por la Comic Sans e incluso los emoticonos (o al menos el abuso de caquitas, berenjenas y risas aรบn mรกs falsas que las enlatadas de una sitcom de los 90). Y ese alguien puede ver su creaciรณn con orgullo, vergรผenza, hartazgo o una mezcla de las tres.
Ken Kocienda, el hombre que diseรฑรณ el revolucionario teclado digital del primer iPhone, ha admitido recientemente con humor las malas pasadas que una de sus mรกs famosas creaciones, el autocorrector, nos ha jugado a todos. Se dice orgulloso de su trabajo en Apple, pero no tanto de haber traรญdo al mundo un nuevo gรฉnero de humor barato: en sus propias palabras, ยซla versiรณn de la era smartphone del chiste de โtoc tocโยป.
El padre del pop-up, ese insufrible anuncio que salta con la agresividad de un tigre sobre tu pantalla, se muestra menos compasivo con su propia obra. Hace unos aรฑos, Ethan Zuckerman agachรณ la cabeza y pidiรณ perdรณn por haber contribuido a la creaciรณn de ยซel pecado original de internetยป, la publicidad invasiva que se rรญe en la cara de tu privacidad. Afirma que sus intenciones eran buenas, que no lo vio venir.
Pero, seamos justos, ยฟcรณmo iba รฉl a imaginar los extremos a los que iban a llegar sus sucesores? Es mรกs, ยฟcรณmo iba a predecir que, aรฑos mรกs tarde, nos obligarรญan a desactivar el adblocker si querรญamos leer su disculpa? Terrible paradoja.
Entre los autores de involuntarias afrentas a la aldea global, algunos son incluso reincidentes. Lou Montulli, que formรณ parte del equipo de ingenieros que desarrollรณ Netscape, primer navegador comercial y precursor del actual Mozilla Firefox, tiene en su haber muchos honores, pero tambiรฉn un par de inventos que es difรญcil evitar reprocharle.
Suya fue la idea de crear esa etiqueta que inundรณ las webs de los 90 de texto parpadeante (la infame <blink>, que bien recordarรกn los webmasters veteranos), como si de la mรกs hortera de las discotecas se tratase. Y tambiรฉn ha tenido que dar explicaciones por las cookies, una innovaciรณn necesaria y de agradecer, pero tambiรฉn la puerta abierta a tantas y tantas canalladas por parte de los que devoran datos personales con la voracidad del Monstruo de las Galletas.
De entonar el mea culpa no se libran ni celebridades como Tim Berners Lee, que se arrepintiรณ de haber plantado un par de innecesarias barras diagonales entre el ยซhttp:ยป y las URL, principal fuente de errores al introducir direcciones de memoria. O Bill Gates, que considera la famosa combinaciรณn de teclas ยซCtrl+Alt+Suprยป para acceder a los ordenadores con Windows una equivocaciรณn, aunque le endosa la culpa a los ingenieros de IBM que desarrollaron el teclado.
ยซA veces me siento como el Dr. Frankensteinยป, reconocรญa el informรกtico Scott Fahlman, padre de los emoticonos, mucho despuรฉs de concebir la mรกs universal y exitosa forma de comunicaciรณn no verbal de nuestro tiempo. ยซMi criatura comenzรณ siendo benigna, pero ha tomado rumbos que no aprueboยป, se lamentaba.
Vincent Connare, que se inspirรณ en las letras de los cรณmics para diseรฑar la tipografรญa mรกs vilipendiada del mundo, afronta el profundo odio que despierta su รญnclita Comic Sans con una rara mezcla de orgullo, vergรผenza y humor.
Simpatiza con los movimientos de protesta que han brotado en su contra, pero tambiรฉn defiende su obra y trata de ponerla en contexto: ยซCuando la diseรฑรฉ, no tenรญa intenciรณn alguna de incluirla en otras aplicaciones que no fueran aquellas diseรฑadas para niรฑosยป. Que otros hayan mancillado desde lรกpidas hasta la presentaciรณn del hallazgo del bosรณn de Higgs con la รฑoรฑa tipografรญa no es culpa suya.
El tipo que decidiรณ que los pรญxeles fueran cuadrados, y por lo tanto provocรณ que las imรกgenes se pixelaran de manera aberrante al agrandarlas; el desarrollador de Flappy Bird, que vio cรณmo el pajarito se le iba de las manos y tuvo que enjaularlo; o el hombre que escribiรณ la interminable lista de reglas que debemos seguir para escoger una contraseรฑa segura, y que ahora le parecen una absoluta pรฉrdida de tiempo, son solo algunos de los muchos pioneros de internet y la tecnologรญa que han tenido que agachar las orejas.
Ni siquiera los genios se libran de meter la pata. Al fin y al cabo, son humanos. De las pifias de los robots ya hablamos otro dรญa.