“Parece que al insigne navegante y descubridor Cristóbal Colón no lo dejan parar quieto ni 500 años después de su muerte. Si en el mes de junio la retirada de su escultura de las calles de Buenos Aires puso en pie de guerra a las autoridades argentinas, en Madrid, en 2009, con una crisis económica ya bien entrada y un ayuntamiento endeudado hasta las cejas, se decidió trasladar el mismo monumento, que en este caso llevaba 34 años ocupando un lugar de altísima visibilidad en el Eje Prado-Recoletos, con un gasto de casi 4 millones de euros, sacados del Fondo Estatal de Inversión Local (FEIL)”. Todo esto para desplazar la estatua menos de 10 metros, una obra que “se llevó a cabo con cargo, no al bolsillo de los madrileños, sino al de todos los españoles, por si a alguien le sirve de consuelo”, reza el colectivo Luzinterruptus en un comunicado.
En el lugar donde había estado anteriormente la estatua se conservó su pedestal “a modo de recordatorio del lugar que anteriormente ocupó Colón”, señala el colectivo. Un espacio vacío que este grupo de artistas llevaba tiempo ojeando para intervenir hasta que, por fin, una noche de julio, pasaron a la acción.
Luzinterruptus decidió llamar su pequeño acto de rebeldía Colón lava más blanco, representado por una estructura que imitaba a la estatua real, con una serie de cajas del detergente de la marca del mismo nombre apiladas una encima de otra.
“Quizás sea con esta mágica pócima, con la que se ha estado lavando el dinero negro de España desde sus orígenes, para convertirlo en otro más blanco y más limpio y de efecto uso legal”.
Para realizar la obra, el colectivo se hizo con 50 bidones reciclados a los que introdujeron luz y etiquetas similares a las que lucen los productos actualmente en cualquier supermercado.
“Con estos módulos, perfectamente apilables, utilizados a modos de píxeles luminosos y tridimensionales, construimos una versión simplificada del monumento y la subimos al pedestal, donde por una noche impuso su luminosa presencia, haciendo competencia a la gris piedra de la escultura original”.
“Permaneció allí toda la noche, y a la mañana siguiente aún se podía ver, erguida y desafiando a los equipos de limpieza que por allí rondaban sin atreverse a quitarla, por miedo a destruir quizás, la acción publicitaria de una marca que hubiera pagado para estar”.
“Por la tarde, un paseante ajeno al contexto decidió darle un uso acorde a sus intereses personales, utilizando los bidones como cama improvisada en la que se echó una buena siesta, desmontando sin mayor problema, parte de la construcción. El aspecto que daba era realmente el de un naufrago en una isla desierta, con gran bandera incluida y rodeado de agua”.
Tras la presentación de esta acción, este grupo de artistas se despiden recordando a los madrileños el pedestal como un “magnífico sitio para exponer al aire libre, con máxima accesibilidad y visibilidad”.
