David Bowie se convirtió en leyenda cósmica con la historia de su álter ego, Ziggy Stardust.
Stardust era un ser pansexual y extraterrestre que llegaba a la Tierra para tratar de salvarla de su segura destrucción con un mensaje de amor y esperanza.
El plan se torció cuando Ziggy descubrió la jarana y los excesos. Contaba la canción franquicia del disco que Ziggy y su banda, The Spiders of Mars, contaban únicamente con la luz de la cerveza para guiarles.
Si en lugar de la cerveza a un ser extraterrestre le hubiese cegado la luz del agua, los azucarillos y el aguardiente, la historia se habría acercado mucho más a lo que propone el compositor almeriense David Montañés.
Montañés se encuentra en pleno proceso de creación de algo así como una zarzuela alien.
Establecido en Granada, trabaja junto a Alonso Díaz, de Napoléon Solo, y el ingeniero Noel Ruiz –que apuntala la parte científica del proyecto– en una ensalada de ondas que combina la zarzuela tradicional de orquesta, los sintetizadores, algunos clichés de la música electrónica o instrumentos clásicos procesados como el fagot.
«Eso sí, el ritmo y los sonidos van a mantener los derroteros de aquí, de España, de la zarzuela», explica.
David Montañés enarbola una parte reivindicativa en el proyecto porque «la zarzuela no la escuchan ya ni los mayores»; otra de sus motivaciones argumentales es puramente chovinista porque, dice, los granadinos son muy así.
«Quisimos reivindicar la figura de un hombre del Albaicín que fue uno de los inventores de la zarzuela, Francisco Salas. Mezcló la canción folclórica italiana con el folclore español».
Y ahí comienza la historia que, en trazos gruesos, sigue este planteamiento: un extraterrestre de un planeta del sistema de la estrella Trappist-1 aterriza en la Granada del siglo XIX, donde conoce a Francisco Salas y su música.
El alien, que en su planeta carece de música, queda extasiado por los sonidos creados por Francisco Salas y los importa a su territorio.
No es esta la única aproximación cósmica a la historia. Los habitantes del sistema Trappist necesitan traducir esos sonidos y ese trabajo es el que están haciendo de manera real, con la bata blanca y toda la pesca científica.
«Lo que queremos hacer es crear un algoritmo para transformar la música tal y como la escuchamos aquí y transformarla en la música tal y como la escucharían en Trappist-1. De esa parte se está encargando Noel Ruiz», explica el compositor.
Para crear el algoritmo, que aún se encuentra en un estadio muy seminal, el ingeniero se está basando en el trabajo del astrónomo del siglo XVI y XVII Johannes Kepler, el pionero en las leyes que rigen las órbitas de los planetas alrededor del Sol.
Kepler estaba convencido de que las órbitas planetarias se regían por las leyes de la armonía de Pitágoras, es decir, por la música de las esferas celestes. Esa armonía de las esferas sería la base del algoritmo que construya la zarzuela para los habitantes de Trappist.
David Montañés espera estrenar la obra la próxima temporada junto a la Orquesta de la Universidad de Granada. Dice que trata de componer cosas que a él le parecen normales porque, como compositor, ya trae lo inusual de serie.
«Huyo totalmente de ponerme límites porque intento que realmente se escuche mi música como algo fresco. Además, tiendo a no tratar de buscar nada raro porque creo que lo que se me ocurre ya es raro de por sí», asegura.
No es el primer berenjenal planetario en el que se mete. David Montañés es el responsable de los arreglos de orquesta para Los Planetas y su aniversario de Una semana en el motor de un autobús. Asegura que la cosa salió casi sola.
«Las canciones de Los Planetas llevaban implícitos esos arreglos. La dimensión sinfónica ya va dentro de las canciones de Una semana en el motor de un autobús, aunque hubiera canciones más difíciles como Cumpleaños total, que fue una putada», declara entre carcajadas. «Sobre todo las últimas, La línea 1, Copa de Europa y Toxicosmos lo pusieron fácil».
La zarzuela extraterrestre de David Montañés, Noel Ruiz y Alonso Díaz se zambulle en barniz granadino porque no hay nada más granadino que meter planetas, cultura popular, lo viejo y lo joven en la misma coctelera. Y acompañarlo de piononos, ya que estamos.