«La ayahuasca y el hombre llevan cientos o tal vez miles de años coevolucionado juntos. Llegados a este punto, la ayahuasca se ha convertido en una especie de embajador del reino vegetal que le está diciendo al hombre: “¡Despierta, mono estúpido. Lo estás destrozando todo!”»Quien pronuncia estas palabras es el etnofarmacólogo Dennis McKenna en una intervención memorable en la Conferencia Mundial de Ayahuasca, celebrada la semana pasada en Ibiza.
Dennis -más conocido por ser el hermano menor del legendario psiconauta Terence McKenna, como no deja de recordar con despreocupado sarcasmo- dibujó un panorama a medio camino entre los peligros que acecha a la planta amazónica, la propia selva y un cierto mesianismo a partir de esta «simbiosis» entre el hombre y la ayahuasca: «Creo sinceramente que la ayahuasca se ha convertido en una suerte de emisario del resto del planeta que viene a decirnos “o actúas en sintonía con el resto o mejor abandona el escenario”. Esto explica por qué en los últimos 20 o 30 años ha escapado tan rápidamente de su hogar para extenderse por el mundo».
Efectivamente, tal como dice McKenna, la ayahuasca ha pasado en muy poco tiempo de ser un oscuro brebaje utilizado en rituales arcanos por las tribus amazónicas a convertirse en una herramienta terapéutica, un elixir para búsqueda interior y un sacramento para varias religiones de origen brasileño, entre otras cosas, mientras su uso se ha registrado en medio mundo, de Japón a Egipto, pasando por Europa y, por supuesto, el continente americano, su cuna originaria.
Hablando de dispersión, una de las intervenciones más singulares de la conferencia fue la que protagonizó el sufí de origen iraní Wahiz Azal, que anunció a un auditorio entregado la histórica fatwa (edicto religioso) dictada recientemente por el ayatolá Rohani, una de las mayores autoridades religiosas de Irán. Este dictamen autoriza a los musulmanes chiíes a consumir plantas alucinógenas para acercarse a Dios, legitimando una práctica que los persas llevan ejerciendo «cinco mil años antes de la llegada del Islam», según Azal. Ser musulmán y ayahuasquero ya está bien visto a ojos de Alá.
El cuadro de Pablo Amaringo que no puede faltar en un artículo sobre ayahuasca.
Esta capacidad de propagación asombra también a José Carlos Bouso, director científico del evento y uno de los investigadores punteros en las llamadas «drogas psiquedélicas». Bouso considera probado que el uso de la ayahuasca no es tan ancestral como muchos creen, pero lo que es indiscutible es su velocidad de propagación: «Su uso se extendió primero entre las tribus del Amazonas, después se popularizó muy rápidamente en Brasil y ahora prácticamente ha conquistado el mundo en un par de décadas», señala.
¿Confabulación vegetalista? El científico Bouso difícilmente comulga con el mesianismo de McKenna, para quien «la ayahuasca está viendo esta situación desde una perspectiva mucho más amplia, invitándonos a salvar el planeta y salvar nuestro propio pellejo en el proceso».
Para lograr este «salto de conciencia», «vamos a necesitar millones de barriles de ayahuasca», según el pequeño de los McKenna. De hecho, su intervención en el foro trataba precisamente del cultivo sostenible de ayahuasca en la selva amazónica, un cometido en el que el pensador americano está comprometido con el proyecto Ethnobotanical Stewardship Council (ESC).
A los más veteranos de la ‘psiquedelia’ seguramente les resuene esta llamada a inundar el mundo con ayahuasca. Hace más o menos cuarenta años (yo aún andaba a gatas), Timothy Leary, Ken Kesey y otros exploradores del ácido propugnaban llenar los pantanos con LSD para provocar una catarsis colectiva que revolucionara la esclerótica sociedad estadounidense de los sesenta. El sueño liberador tornó en pesadilla: el propio Albert Hoffman, descubridor del LSD, llamó a su hallazgo «mi hijo problemático».
El motivo de esta desafección lo explicaron otros dos ilustres ponentes a lo largo de las jornadas celebradas en Santa Eulalia: la ayahuasca, como el LSD, ni es para todo el mundo ni hace milagros. En una controvertida intervención, el terapeuta catalán Josep Mª Fericgla aseguró: «He visto gente mala tomar cantidades ingentes de ayahuasca y no por ello se han vuelto mejores personas».
Y es que, como apuntó Antonio Escohotado durante la sesión de cierre de la conferencia: «las drogas están ahí para hacer que el hombre sea más honrado y más consciente de sí. El uso de las drogas visionarias hace imposible mentirse a uno mismo. Por eso, una gran parte de la Humanidad no debería probarlas jamás, porque tienen dentro tanta mentira que no podrían seguir viviendo».
Toda la información sobre el congreso Ibiza deen Aya2014.
Otras yerbas:
– Pablo Amaringo: el color de la ayahuasca
– Ocho situaciones en las que no deberías fumarte un porro
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«Para lograr un salto de conciencia vamos a necesitar millones de barriles de ayahuasca»
