El reciente estreno de Exodus vuelve a poner sobre el tapete cuestiones interesantes, por ejemplo, el atrevimiento que supone mostrar a Yahveh como un niño de siete años caprichoso, egoísta, soberbio y totalmente insensible al dolor ajeno o al exterminio de miles de inocentes es totalmente inédito en Hollywood, y a este cronista le sorprende que no se hayan producido reacciones por parte de la Iglesia.
Ya mencionamos aquí el carácter colérico y vengativo de Yahveh como se le retrata en Noe (Darren Aronofsky, 2013), pero un tipo capaz de rodar Alien, el octavo pasajero (1979), película imitada y admirada hasta la saciedad, y que tres años después estrena Blade Runner, ambas en el «Top Five» de la ciencia ficción, merece un análisis aparte.
Estos dos filmes se pueden revisitar gozosamente cada año, y observar que no les ha salido ni una sola arruga. Siguen siendo fascinantes, y cada uno recrea un universo propio de increíble complejidad y coherencia interna. Solo un demiurgo como Scott pudo insuflarles vida de modo tan convincente y duradero.
Tras el trágico suicidio en el verano de 2012 de su hermano Tony Scott, también director (Enemigo público, Amor a quemarropa, Top Gun) la productora de Ridley, Scott Free, ha seguido trabajando a un ritmo trepidante.
Prometheus (2012), la estupenda precuela de Alien, ya mostraba que el mayor de los hermanos, a diferencia de otros directores míticos que a medida que envejecen se les va la pinza, las ideas o el talento visual, estaba en inmejorable forma.
Pero es que los registros de Ridley son tan amplios como sus temas. Recordemos Thelma y Louise (1991), esa road movie tan memorable que ha inspirado a tantas mujeres… Nunca la muerte de las dos protagonistas en una secuencia final ha causado sonrisas de complicidad en el patio de butacas (no es un spoiler, todo el mundo ha visto la peli, digo yo).
Vinieron luego algunos filmes menores, o incluso olvidables, como La teniente O’Neil (1997); pero la incomprendida Legend (1985), la histórica Los duelistas (1977), la futurista Black Rain (1989) o Gladiator (2000), la primera película de romanos de la historia del cine en la que no se menciona a los cristianos ¡ni a Jesucristo!, configuran una pléyade de mundos tan complejos como sólidos.
Tampoco es un spoiler hablar de Exodus, que todos saben cómo empieza, en qué consisten las plagas de Egipto y cómo termina, pues se basa en uno de los libros más entretenidos e interesantes del Antiguo Testamento, pero el cine de hoy nada tiene que ver con aquella mítica Los diez mandamientos (Cecil B.DeMille, 1956) con efectos visuales tremendos para la época, a cargo del gran John Fulton.
Yul Brynner estuvo tan espléndido hace más de medio siglo encarnando a Ramsés en aquella remota cinta que la actual y no menos notable interpretación de Joel Edgerton (El gran Gatsby, La noche más oscura) dando vida al tozudo y castigado faraón, no se libra de una mirada retrospectiva.
Sin embargo, si la revisitamos ahora en BluRay o en HD el cartón piedra adquiere un protagonismo sonrojante, y las líneas de diálogo que el gran Charlton Heston pone en boca de Moisés chirrían en nuestro siglo XXI.
Yahveh tardó seis días en completar nuestro mundo, y a Ridley Scott le lleva bastante más tiempo (entre dos y cinco años) recrear universos enteros, pero son tan diferentes, tan completos y tan sujetos a su voluntad que bien podría competir con el Creador en ese aspecto. Hoy día el cine no tiene límites visuales (solo económicos), y si un genio dispone del presupuesto necesario y de más de mil profesionales trabajando en un proyecto, como atestiguan los casi diez minutos de créditos finales de Exodus, el efecto taumatúrgico está asegurado.
Un creyente acaso puede creer que Dios sea el director de cine que ha producido la mayor y más complicada película de todos los tiempos, en la que cada ser humano tiene un pequeño papel… pero para un ateo convencido, como quien esto escribe, resulta más palpable la creación de Scott…
…aunque cueste nueve euros disfrutar sus pelis en pantalla grande y la otra película, la de la vida, sea gratis (bueno, es un decir).