Ganarse la vida con las manos en el siglo XXI

12 de junio de 2013
12 de junio de 2013
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Eran 50 empresas. Llegaron incluso a ser más de 60. Fueron cayendo poco a poco hasta solo quedar 2 dentro del barrio de obradores de Manises. La industria de la cerámica de esta localidad ha visto tiempos mejores pero no solo no se niega a desaparecer, sino que un grupo de artesanos con ideas nuevas sobre este oficio está revalorizando esta tradición que data del siglo XIII en la zona.
Uno de ellos es Juan Carlos Iñesta, que firma su trabajo como Domanises. Iñesta aprendió el oficio en las aulas y talleres del municipio. «Una formación que requiere mucha dedicación. Son 8 horas de trabajo al día durante 8 años por lo menos para poder aprender a tornear a mano con destreza».
El valenciano lleva desde el año 1992 «luchando para enterrar el inmovilismo de la artesanía, para que dejemos de hacer siempre lo mismo».
Durante ese año se instaló en un estudio de 30 metros cuadrados en el barrio de obradores del pueblo. «No tenía agua ni luz. Trabajaba con un torno que se movía con el pie al mismo tiempo que trabajaba con las manos». Poco a poco consiguió reunir unos ahorros para trasladarse a la alfarería donde hoy sigue ejerciendo su profesión.
Iñesta ha conseguido salir adelante en un mundo cada vez más automatizado manteniéndose siempre «abierto a ideas nuevas». Su trabajo sigue estando arraigado en los fundamentos centenarios de este oficio pero con una marcada mirada hacia los tiempo actuales. «La tecnología y mi trabajo van unidos a pesar de que el 98% de lo que hago es a mano. Las redes sociales son mi mejor herramienta para darme a conocer».

Actualmente participa en Dovase, una aplicación para tabletas en la que cualquier persona puede diseñarse su propio jarrón en 3D y enviarlo directamente a él para que materialice ese proyecto.
La web de Domanises huye de la estética cliché de la cerámica de toda la vida. En su interior hay una presentación limpia que presenta propuestas modernas realizadas en colaboración con diseñadores contemporáneos.  «De hecho la mayor parte de mis clientes tienen entre 22 y 35 años. Creo que cada vez hay más personas que necesitan volver a tocar las cosas».
En una pestaña de su página es posible viajar al interior de su espacio de trabajo. Un retrato fotográfico en 3D permite apreciar en detalle los distinto rincones de su alfarería. El que tenga paciencia para recorrérselo todo encontrará al artesano trabajando en un rincón del taller (en la sala del fondo). «Es una oportunidad para apreciar el lado primitivo de los talleres de aquí. Todos los detalles que hacen falta para realizar esta profesión».
1jarrones
«El fuego siempre tiene la última palabra»
Trabajar la alfarería a mano requiere dejar algunos elementos del proceso de trabajo al azar. No es posible controlar todo por mucho que uno lo intente. «Cuando metes 100 piezas al horno, 10 suelen salir mal. El fuego siempre tiene la última palabra», relata Iñesta.
Cuando empieza un encargo nuevo, lo primero que hace es «sentarlo y dibujarlo bien en papel. Paso mucho tiempo dándole vueltas, viendo su viabilidad y adelantándome a los posibles problemas que pueda tener a la hora de la ejecución».
Una vez establecidos los materiales y la técnica empieza la ejecución. El ceramista trabaja con un torno a mano en el que esculpe la forma que va a tener la pieza. «Hay que amasar y una vez que el barro está listo se tornea. Después pegamos los apliques».
juancarlos inesta
Cuando termina esta parte del proceso empieza el secado, que tarda entre 5 y 8 días. Finalizado este periodo de tiempo se pasa al bizcochado «que es la primera cocción que se realiza al horno entre 1.000 y 1.050 grados. Después esmaltamos la pieza y vuelve al horno. La segunda cocción se realiza a temperaturas variables dependiendo del material. A baja temperatura sería 1.000 grados y alta puede llegar a 1.280», explica.

La propiedad intelectual no es algo que preocupa demasiado a Iñesta. «Durante los comienzos, al carecer de mi propio horno, me cocía las obras en hornos externos. Me copiaban mucho las piezas pero yo me lo tomaba como un halago más que nada. Era gente que llevaba tiempo en esto y si me imitaban pensé que algo estaba haciendo bien. Me llenaba de orgullo».
En los años 80 y 90 hubo una época en la que hacer copias burdas era algo bastante extendido en la zona de Manises. «Alguien producía algo, lo copiaban y lo vendían a mitad de precio. Esto hizo que muchas empresas tuviesen que innovar para adelantarse a esto. Ya en mis comienzos recomendé a muchas de estas empresas que se buscasen un diseñador para poder añadir más valor a sus piezas, en vez de copiar».
Actualmente Iñesta piensa que internet ha hecho mucho para acabar con ello. «Cuando terminas una pieza, la cuelgas en la red y si alguien te lo copia está muy mal visto. Pero no es algo que me preocupa ni nunca me ha preocupado demasiado».
La industria ha pecado de conformismo durante los últimos años en opinión del ceramista. Muchos obradores han preferido replicar lo de siempre. «Allí es donde realmente ha empezado el declive y supone siempre lo más complicado. Encontrar alfareros que tengan sensbilidad estética junto a su habilidad para tornear. Es lo que más tenemos que trabajar en la zona».
El obrador de Manises realiza varios cursos en su taller además de practicar la docencia. «La mejor manera de que la gente aprenda lo que hay detrás de cada pieza de cerámica. Se dan cuenta de la dedicación que exige y lo aprecian de otra manera».
Quien diga que la cerámica artesanal tiene los días contados solo tiene que acercarse al taller de Domanises para darse cuenta de que no es así. La cuna de la cerámica europea está en buenas manos.
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Sagen 99/Diseño: Vicente Gimeno
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Maraca/Diseño: Ham&Cheese
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Colección Bombo/Diseño: Silvia Rodríguez Mickey 1
 Mickey Mouse/Diseño: Juan Cuéllar
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Floreros Gala/Diseño: Ona
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Port ort/Diseño: Joan Rojesk
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Wish Bottle/Diseño: la mamba studio

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