Ernst Haeckel (1834-1919) está considerado el padre de la ecología, lo cual no quiere decir que se pasara el día abroncando a sus compañeros de piso por no reciclar, sino que creó y definió este concepto (entendiendo como tal la interacción de los organismos y los ambientes) y dedicó mucho tiempo a su estudio. También fue miembro destacado de la Academia Leopoldina, la de Ciencias Bávara de Berlín, la Imperial de Ciencias de Viena, la de Turín… y así hasta casi un centenar de instituciones científicas.
El currículo de este naturalista y filósofo alemán está lleno de logros, pero si hubiera que destacar uno sería algo tan abstracto y grandioso como alejar la biología de Dios y acercarla al arte. Haeckel popularizó la teoría de la evolución de Charles Darwin, fue el vocero de sus ideas, que propagó y completó mientras que refutaba con tanta vehemencia las teorías creacionistas que se granjeó el pseudónimo de «El Antipapa». Haeckel defendía además la unión de arte y ciencia, o como él mismo decía, «la unidad de la cultura». Su misión era recoger «la estética de la naturaleza» y se propuso hacerlo con fervor. A lo largo de su vida hizo más un millar de grabados inspirados en las formas de la naturaleza. Muchos de ellos fueron recogidos en su libro Kunst-formen der natur, que puede traducirse como Las obras de arte de la naturaleza.
A lo largo de las 400 páginas del volumen (que puede descargarse aquí) Haeckel hacía una prolija descripción de varias especies, muchas de ellas, desconocidas hasta entonces. Hizo especial hincapié en las especies marinas, que, entroncando con el darwinismo, eran de algún modo, nuestros ancestros primigenios. Pero el gran logro de este libro no se limita solo al campo de la ciencia. Los dibujos, que fueron trasladados a la imprenta por el litógrafo Adolf Giltsch, tuvieron un gran impacto en la pintura, la arquitectura y el diseño de principios del siglo XX, especialmente entre los representantes de una nueva corriente, el art nouveau. Artistas como René Binet, Karl Blossfeldt o Émile Gallé se dejaron influir por los trazos limpios de Haeckel, una influencia que llega hasta nuestro días.
Decía Haeckel que con sus ilustraciones pretendía buscar el impacto en el ojo del espectador, algo que sin duda consiguió. Tiene aún más mérito al pensar que sus ilustraciones están limitadas por su finalidad primera, que es la divulgativa. Arte al servicio de la ciencia. La repetición de la misma forma desde diferentes perspectivas, la composición cuidada, en ocasiones obsesivamente simétrica de sus dibujos, remiten a las formas caprichosas de la naturaleza o incluso a realidades caleidoscópicas más propias de un viaje de tripi que del mundo real. La naturaleza, a veces, puede ser alucinante.