Parece que forrarse no es un derecho universal y que muchos se lo niegan a sus vecinos o compatriotas por el simple hecho de que no les ha pasado a ellos. La famosa cita con la que se abre El Padrino (Mario Puzo): “Detrás de toda gran fortuna se esconde un gran crimen”, no es del todo cierta. Tener dinero mola, y quien diga lo contrario es gilipollas. Otra cosa es en qué se emplea ese dinero, si es que se emplea en algo.
En nuestro país es noticia que un señor que tiene 30.000 millones de euros haga una donación de 20. Apenas se conocen las donaciones de otros poderosos, de los que ganan fortunas cada año en el IBEX35. La contradicción parece clara. Si han amasado su patrimonio defendiendo un capitalismo de corte muy neoliberal que promueve un adelgazamiento del Estado, deberían sentirse moralmente obligados a devolver a la sociedad que les aupó parte de sus beneficios, pues quieren un Estado incapaz de cubrir esas tareas.
En EE UU o en el Reino Unido, ambas cunas del capitalismo más salvaje, sin embargo esta contradicción no se observa, y existe un fuerte sentido de sociedad civil y una amplia red de apoyo para las causas más débiles. De todos es sabida la actividad filantrópica de Bill Gates y su esposa o Warren Buffet. O la de J.K.Rowling o Sir Richard Branson por poner los ejemplos más paradigmáticos, pero a nivel de calle también funciona aunque con cifras menos abultadas, obviamente.
Pero si en España una actriz utiliza su momento de gloria al recoger un premio para emitir una reivindicación (nada gana con ello, dicho sea de paso, sino todo lo contrario), y luego se hace público que posee ¡tres pisos y una finca!, la izquierda y la derecha la crucifican con similar saña. En cambio, si Florentino Pérez se gasta 90 millones de euros en fichar a un tal Cristiano Ronaldo, (prestados por CajaMadrid – Bankia, por cierto), la hinchada se queda ronca de gritar a su nuevo becerro de oro, aunque lleguen con dificultad a fin de mes.
Casos hay muy abundantes en los que alguien gana un sustancioso premio a los juegos de azar, y apuradas las primeras botellas de champán, tras regalar Mercedes a los vecinos y derrochar casi todo, se sumen en una espiral de destrucción que acaba con sus vidas, otrora pobres pero dignas y dichosas a su manera. También es aplicable a fenómenos mediáticos (normalmente músicos y/o cantantes muy jóvenes) que se ven aupados a la cresta de una ola que no tienen la menor idea de manejar, y que les termina engullendo como la ballena a Jonás. De ahí el éxito morboso de esos programas tipo “¿Qué pasó con… ?”.
Básicamente estos son los seis caminos más frecuentes para hacerse rico:
– Triunfar en los juegos de azar (incluyo la Bolsa)
– Dar un braguetazo
– Montar una start up y petar
– Tener un hit en la música, el cine o los libros
– Cometer un crimen con un móvil económico (la acepción de la palabra ‘crimen’ en este caso es muy amplia, no me hagan dar detalles).
– Heredar un imperio familiar
Como pueden ver, ninguno de ellos consiste en trabajar 40 horas semanales. Y prácticamente todos están al alcance de cualquiera que se atreva a intentarlo (excepto el último, que además es compatible con todos los demás).
Y si alguien cree que es fácil vender un millón de discos, o rodar cuarenta películas, o escribir un best seller que se traduzca a todos los idiomas, o inventar Napster… pues que se ponga a ello pero que no ataque a quien lo logró.
Si me preguntan, personalmente apuesto por el braguetazo… pero solo si además hay amor.
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Foto: Takkk bajo licencia CC.