De las veinte especies de armadillo que existen en todo el continente americano, el armadillo de nueve bandas (Dasypus novemcinctus) es la única que ha saltado a los EE.UU. Estos animales se encuentran entre las víctimas más comunes en las carreteras norteamericanas debido, entre otros factores, a un reflejo evolutivo que puede ayudarles a ahuyentar a los depredadores en su hábitat natural, pero que también acaba con ellos de manera trágica.
Es el llamado “salto del armadillo” y consiste en que cuando estos animales se asustan, pueden saltar directamente hacia arriba alrededor de 1 metro en el aire. Por desgracia, muchos armadillos acaban muertos cuando al cruzar la carretera saltan por este resorte, chocando con la parte inferior de los vehículos en movimiento justo cuando les pasan por encima.
El armadillo es el único mamífero que tiene placas óseas en su piel, en este caso una armadura formada por una especie de escudos córneos que le sirve como protección y que en algunos géneros permiten al animal enrollarse como una bola para librarse de los ataques e, incluso, escapar rodando.
A diferencia de los armadillos de tres bandas de América del Sur, el armadillo de nueve bandas no puede rodar como una bola y ha desarrollado este salto repentino como mecanismo de defensa. La especie llegó a Texas durante la década de 1880 y se ha ido extendiendo por una gran parte del país desde entonces, convirtiéndose en algunas zonas en una especie invasiva.
Pero, aparte de para realizar estas cabriolas mortales, ¿por qué los armadillos suelen acabar paseando por la carretera con tanta frecuencia?
Varios factores contribuyen a la tendencia de este animal para convertirse en restos en un arcén. En primer lugar, los armadillos son particularmente vulnerables debido a que no son una especie muy alerta. Muchos animales son cada vez más cautelosos y conscientes, siempre dispuestos a analizar su entorno, olfateando el aire, sintiendo las vibraciones en el suelo, deslizándose en la noche antes de que cualquier posibilidad de peligro se les presente.
Y otros animales van torpemente chocándose contra los objetos inconscientes de los peligros de su alrededor, sin ver más allá de su hocico escarbando entre las hojas, ya que tienen una protección sólida que les hace sentirse más seguros. En esa división juegan los armadillos. Y claro, mientras que la piel ósea puede hacer maravillas contra las garras de un zorro, no sirve para nada frente a un par de toneladas de acero viajando a 90 km/h.
En segundo lugar está el asunto de la velocidad. Los armadillos pueden correr cuando es necesario, pero normalmente son criaturas lentas. La mayoría de animales con conchas sólidas (tortugas, caracoles…) tienden a la vía lenta y constante en su autopista vital.
La velocidad lenta del armadillo, junto con su tendencia a desviarse varias veces de atrás adelante y hacia atrás otra vez (en lugar de viajar en línea recta y rapidito) significa que pasa un poco más de tiempo en las carreteras que la media de los animales. Así que si el ser golpeado por un coche significa estar en el lugar equivocado en el momento equivocado, los armadillos hacen todo lo posible para alargar ese »mal momento’ en una ventana temporal mayor.
Y en último lugar, aunque se trata de un animal insectívoro (se alimenta principalmente de hormigas, termitas y otros pequeños invertebrados), los armadillos gustan de comer carroña, que en los EE.UU. la forman a menudo los animales atropellados en las carreteras. Así que cuando van a comer ellos mismos tienen la posibilidad de convertirse también en carroña.
Para más inri, los armadillos son un especie predominantemente nocturna. Es difícil ver a los animales por el lado de la carretera por la noche, por lo que es más difícil para los automovilistas evitar pasarles por encima.
Y todo esto nos lleva finalmente al ‘salto del armadillo’. Si estos pobres animales ya tenían pocas posibilidades al cruzar la carretera, encima este resorte evolutivo, que puede hacer un trabajo decente al frustrar a los depredadores que le atacan, también hace un trabajo espléndido al facilitar el impacto traumático del animal con las ruedas, los bajos del coche y hasta con el parabrisas, con resultados a todas luces desastrosos.
Nadie dijo que ser armadillo fuera un trabajo fácil en estos tiempos modernos, por mucha coraza de protección que hayan llevado durante millones de años.
Fuentes: Michigan State University, Biblioteca del Congreso Norteamericano y Wikipedia
Fotos: National Geographic, Flickrhivemind, Squidoo