Hay reliquias artísticas de esas que se debaten en la delgada línea que separa lo genial de lo diametralmente antagónico a eso. Precisamente, ese equilibrio es el que llamó la curiosidad del investigador Pat Morris y la diseñadora Joanna Ebenstein cuando decidieron publicar su libro, Walter Potter‘s Curious World of Taxidermy (2013), la historia de un ilustre taxidermista británico con serias maneras de aficionado a las casitas de muñecas que reseñaba The Guardian el pasado 13 de septiembre.
«Potter (1835-1918), procedente de un pequeño pueblo inglés llamado Bramber, Sussex, se hizo muy conocido durante la época victoriana gracias a sus dioramas antropomórficos formados con animales disecados que imitaban la vida humana», teoriza el autor en el libro sobre la extraña afición del biografiado. «Es fantasía victoriana. Lo que ocurrió es que a finales del siglo XX se perdió el interés y el entusiasmo por este tipo de entretenimientos, y no es hasta ahora cuando algunos vuelven a encontrarlo artísticamente interesante. O al menos, digno de ser recordado».
Según cuenta el libro, Potter empezó por disecar su propio canario. Era una mascota que había fallecido de muerte natural. «A la edad de 19 años, inspirado por su hermana Jane y un libro ilustrado de canciones infantiles, Potter produjo lo que iba a convertirse en la pieza central de su posterior museo, un diorama llamado Muerte y entierro de Cock Robin, donde el joven disecador incluyó 98 especies de aves británicas».
Después de aquella experiencia, que fue calificada desde «original» a «macabra», el inglés ya no supo perder el gusto por la construcción de obras con animales muertos que se convirtieron en iconos de la época.
Para él una escuela no podía ser una escuela al uso si estaba en su museo. Sí los pupitres, los pizarrones o el material de clase, pero no los alumnos y profesores, que en su obra eran conejos disecados en vez de muñecos que representaran a personas de carne y hueso. Sus ardillas fumaban pipa, las ratas jugaban a ser policías y ladrones, sus monos cabalgaban sobre cabras; los felinos jugaban al croquet, hámsters al cricket, hizo a corderos de dos cabezas adoptar una actitud humanoide, y a más de un animal lo fusionó con otros para conseguir formas y actitudes inverosímiles.
«Dentro de la extrañeza de su legado, se puede distinguir un refinado gusto por el detalle», explica Morris. «Hasta a los gatitos que utilizó se preocupó de ponerles unas enaguas con volantes debajo de sus trajes formales».
Las primeras salas de exposición en las que empezó a trabajar en Bramber pronto se fueron multiplicando gracias a su éxito y acabaron por compilarse en el famoso Museo de Curiosidades de Mr Potter. «El pueblo y el museo se hicieron tan populares que hasta se decidió construir una parada de tren en la localidad» para la gente que quería venir a observar las manualidades del taxidermista artístico.
Tras la muerte de Potter en 1914, sus descendientes se hicieron cargo de las cerca de 10.000 piezas que por aquel entonces albergaba el museo. Sin embargo, tiempo más tarde, la llegada de la modernidad del nuevo siglo y el disgusto que tenían con la colección muchos amantes de los animales, hicieron que el recinto perdiera popularidad por mucho que los ulteriores dueños afirmaran que todos los animales habían muerto de forma natural y que «en cualquier caso, todos tenían más de 100 años».
Las puertas de su centro se cerraron en la década de 1970. Después de haber sido trasladado a Brighton y luego a Arundel, fue vendido en 1984 a unos empresarios hoteleros. Finalmente, en 2003, las 6.000 piezas que quedaban reunidas fueron subastadas por separado.
«Resulta impactante ver todos esos animales disecados adoptando las actitudes humanas con las que quiso que se conservasen para la posteridad el señor Potter», explica el autor. «Nuestra intención con el libro fue preservar su colección, ahora dispersa, con nuevas y viejas fotografías de las obras más queridas del famoso taxidermista. No todos los días puede ver una obra en el que un roedor de verdad es capaz de jugar a las cartas, vestir joyas o atender a una pizarra de la escuela».
* Artículo elaborado con información de Walter Potter‘s Curious World of Taxidermy, Artículo en The Guardian.