En un pedacito del sur de Inglaterra, un grupo de personas tiene tanta devoción por las mariposas, que dedican cada minuto preciado de su tiempo libre a observarlas, seguirlas y cuidarlas. La fotógrafa Bego Antón pasó diez días con ellos capturando este hobby muy ‘british’.
“Llevaba tiempo queriendo retratar a personas que hacen avistamientos de aves. Lo comenté a una amiga y me dijo que en Inglaterra había una afición increíble por las mariposas. Hay granjas repartidas por todo el país dedicadas exclusivamente a cuidar de ellas”, explica Antón.
Los comienzos del proyecto empezaron con un pequeño traspié cultural. “Me puse en contacto con muchas asociaciones relacionadas con este tema para saber si podía visitarlas. Pensaba que una parte de su labor consistía en cazarlas, disecarlas y recopilarlas y pregunté si podía acompañarles en sus expediciones. Recibí muchas respuestas enfadadas e indignadas”.
“Hubo un chico muy majo que me explicó que hacen todo lo contrario. Se dedican a su mantenimiento comprando tierras para hacer plantaciones que las atraen”, añade la fotógrafa. “Era miembro de una asociación de Sussex y me invitó a visitarlos para ver cómo trabajaban».
Las personas que participan en estos proyectos lo hacen de manera totalmente voluntaria. Tienen su trabajo aparte pero dedican su tiempo libre a seguirlas. “El respeto y el amor que tienen por el entorno natural es increíble. Intentan no pisar fuera de los caminos ya existentes, apenas hacen ruido mientras se deslizan por las plantas. Cuando no conocen una especie, las meten temporalmente en un botecito, cogen un libro e intentan averiguar qué son”.
En vez de coleccionar y disecar ejemplares de mariposas, la tecnología permite coleccionarlas de forma digital. “Algunos pasan varias horas en el mismo lugar buscando conseguir la foto perfecta”.
Antón espera convertir este trabajo en “un libro cuidado y romántico sobre la vida de estos devotos de las mariposas. Es como si la naturaleza y ellos fueran uno”.