El fotógrafo del lugar del crimen

13 de diciembre de 2013
13 de diciembre de 2013
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A simple vista es una esquina cualquiera o una puerta normal, quizás la terraza de un edificio indefinido o un suelo incierto en cualquier lugar. Sin embargo, ninguno de esos sitios es solo eso, un sitio. Todos ellos vieron a una persona morir y a una persona matar. Un fotógrafo mexicano afincado en Inglaterra llamado Antonio Olmos capturó durante dos años (2011 y 2012) todos y cada uno de los emplazamientos donde se cometieron asesinatos en la ciudad de Londres. La experiencia le ha dado para presentar un libro con 210 tomas (The Landscape of Murder) y unas cuantas conclusiones que analizar.

Olmos, un fotógrafo que ha paseado su objetivo por 80 países del mundo y ha apretado el botón de su cámara en encuadres como Palestina, Angola, Afganistán o su México natal -territorios donde los índices de mortalidad por causas violentas se plantean en millares-, eligió hacer su experimento de la muerte dentro del perímetro que marca la M-25, una carretera circunvalar que rodea toda la capital inglesa. En esa metrópoli –considerada de las más seguras del mundo- el año pasado la cifra de homicidios ni tan siquiera alcanzó las 100 personas.

“Era más interesante hacer este trabajo aquí”, esgrime, “realizándolo, me he dado cuenta de que en Londres, en Madrid, en París… en Europa en general, no se sabe lo que es la muerte. Porque nadie la ve. ¿A cuánta gente has visto tú morir en la calle? La gente muere en el hospital. La muerte es invisible. Y donde muere alguien por asesinato todo vuelve a parecer normal enseguida, y nadie se vuelve a acordar. En los países con muchas violencia sí lo saben. La gente convive con la muerte, saben que te puedes morir y que te pueden matar, que la vida es frágil. Y eso, por un lado, es bueno, porque quiere decir que en Europa vivimos tranquilos y aprendimos del sufrimiento de las guerras pasadas, pero por otro no lo es tanto, porque no nos enteramos de que también mueren personas a nuestro alrededor por motivos que no conocemos y no nos cuentan”.

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Su intriga por este asunto del desconocimiento de la muerte en la ciudad le emergió el día que fue a tirar su primera foto para este proyecto, en 2011. “Una mujer había sido asesinada por su novio”, relata, “fui para tomar la imagen del lugar, y cuando intenté investigar un poco dónde había sido exactamente preguntando a los vecinos y comerciantes que vivían por allí, me di cuenta de que nadie sabía nada, ni siquiera qué había pasado. Tampoco encontré reseñas en las noticias. Me dije: ¿cómo puede ser que alguien muera asesinado y que nadie sepa nada?”.

Su segunda experiencia, un lugar donde otra mujer había muerto a manos de su familia, que más tarde incendió la casa para borrar las pruebas: “era evidente porque la casa estaba quemada, pero tampoco era noticia”.

Olmos, se empezó a dar cuenta entonces de que aquel proyecto significaba una verdadera investigación, en este caso social en vez de policiaca. “No es solo que en muchos de los sucesos no había nada que indicase que allí se había asesinado a una persona (a no ser que hubiera unos cuantos ramos de flores porque fuera algún joven muy querido), es que además iba descubriendo muchas más cosas que ocurren alrededor de este hecho, el de las muertes violentas.

Él está ahora en posición de asegurar -porque tiene fotografiado cada lugar del crimen y conoce la historia que hay detrás de cada uno de ellos- que las muertes de mujeres por violencia doméstica son superiores a las acontecidas a causa de un asalto criminal, “y sin embargo, cuando un joven inmigrante acuchilla a alguien sale en todos los lados y la gente se cree que es un gran problema, que se muere más gente ahora que hace 50 años, o que te pueden acuchillar en cualquier esquina. Lo que no saben es que los lugares que iba a visitar donde había señoras asesinadas en sus casas no salían casi en ningún sitio, y eran más”.

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A través de seguir la página oficial de la Policía y un par de enlaces que también informan de delitos que se cometen en Londres, Olmos consiguió personarse en cada uno de los 210 lugares donde se cometieron los 216 asesinatos que ocurrieron en esos dos años. “Me presentaba en el lugar como dos días después de los hechos, aproximadamente, y lo fotografiaba para ver qué había. Sobre todo, para ver si podía ver vestigios de aquel suceso apenas dos días después. Y muchas veces no”.

Entre sus dos centenares de imágenes, encontró conclusiones como “que la gente no sabe absolutamente nada de la ciudad. La principal razón es porque no nos quieren informar. Y por eso los de aquí no saben, por ejemplo, que en Londres antiguamente los asesinatos se daban en el centro y ahora se dan en la periferia, y que muchos lugares de esta periferia son donde vive gente humilde, y antes la gente humilde vivía en el centro. Es decir, no saben que el nivel de pobreza suele estar relacionado con el número de asesinatos, que sería un problema a analizar. O que hay muchos asesinatos en los que la causa es el consumo de alcohol, algo de lo que tampoco se informa porque el alcohol lo aceptamos socialmente y da mucho dinero. Tampoco sabemos que muere el mismo número de gente a manos de bandas callejeras que a manos de personas con problemas de salud mental”.

Entre su fichero visual (que no piensa volver a repetir por lo que le gusta “es la vida”), posee los encuadres donde asesinaron a 36 mujeres por violencia doméstica, de 17 asesinatos caseros, otros 22 escenarios de muertes causadas por gente con problemas de salud mental y los mismos relacionados con bandas callejeras. Los grupos criminales rubricaron 26 muertes, 25 los ladrones a mano armada y 12 los que habían bebido demasiado; 10 hombres de Europa del este perecieron violentamente en esos dos años y existen 40 casos, es decir, aproximadamente el 20% del total, en los que no era muy definido el motivo o simplemente no pudieron resolverse.

“Pienso que si la gente es más consciente de la muerte, lo será en todos sus sentidos y entonces se preocuparán un poco más por las causas que la provocan, como la guerra en otros países, el hambre en el mundo o el calentamiento global. Pero es que en Europa no pensamos en la muerte, no la tenemos en cuenta. Nos creemos que viviremos 300 años. Se nos ha olvidado que somos animales”.

(El blog de Antonio Olmos)

Visto en: Wired Raw File

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