El secreto oculto de Melbourne: sus callejones

16 de febrero de 2012
16 de febrero de 2012
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Melbourne es una de las ciudades más reconocidas por su calidad de vida, entre otras cosas por su vibrante vida cultural y la alta calidad de sus espacios públicos. Uno de sus signos distintivos es que ofrece a habitantes y visitantes una animada vida en la calle, especialmente en su centro.

El centro de Melbourne (el Central Business District) tiene una morfología cuadricular que acoge prácticamente en todas las manzanas callejones que unen sus calles principales. Son pasos relativamente estrechos pero, la mayoría, abiertos de un lado al otro, entre edificios de alturas moderadas en la mayor parte de los casos. Es una particularidad de esta ciudad que es difícil encontrar en otras grandes capitales, en las que estos callejones se han ocupado por edificios que ocupan la manzana completa la mayor parte de las veces.

Estos callejones están condenados, casi en cualquier ciudad, a ser espacios residuales, de poca actividad, oscuros y de escaso valor social y económico. En el caso de Melbourne, esta estructura de la trama urbana en forma de parrilla ha dado lugar a espacios casi ocultos entre sus calles concebidas como grandes avenidas y esos callejones funcionan como articuladores y manifestaciones de diversidad cultural y de usos alternativos más allá del bullicio de las calles principales.

Pequeñas tiendas, estudios de arte, cafés, espacios de innovación social, murales, instalaciones de arte urbano… es lo que puedes encontrar, haciendo de esto una de las señas de identidad de la ciudad al pasear por ella y encontrar tanta vida en una tipología de espacios que normalmente encontramos abandonados y sin un uso definido.

Esta activación de los callejones se basa en una estrategia que comenzó en los años ochenta, con el proyecto de revitalización urbana Postcode 3000 diseñado por Rob Adams, director de diseño urbano de la ciudad. El urbanista proyectó, entre otras cosas, la necesidad de poner en valor y reutilizar los edificios y espacios del centro de la ciudad que estaban en deshuso en aquel tiempo. Desde entonces, los callejones han ido acogiendo poco a poco pequeños negocios locales mediante la integración de estos usos en el planeamiento, pero también una actividad creciente de acciones artísticas, culturales y comunitarias en torno a ellos. De hecho, el propio ayuntamiento apoya estas actividades a través del programa anual Laneway Commissions, que busca dinamizar estos espacios a través de iniciativas temporales.

Lo más relevante de todo esto es la lógica que hay detrás: aprovechar, activar al máximo todo lo que sea posible, las capacidades en la ciudad. En este caso, son unos recursos físicos que, sin embargo, posibilitan la expansión de capacidades sociales, de generación de actividad y espacios públicos.

En un momento de graves dificultades económicas para las ayuntamientos, las políticas urbanas tendrán que empezar a mirar de otra forma a nuestras ciudades. Tendrán que abandonar (de una vez por todas) la idea de los grandes proyectos urbanos (infraestructuras, equipamientos, nuevos desarrollos…) y aproximarse a una visión más pragmática que puede ser exitosa y, sobre todo, más eficaz y más barata. Para ello, ejemplos como este pueden valer para entender que existen muchas capacidades inactivas en forma de talento y de creatividad que no necesitan grandes intervenciones sino, simplemente, la posibilidad de reutilizar recursos ya existentes.

Foto portada: Doogsta licencia CC
Fotos interior: avlxyz licencia CC

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