El vello es bello

19 de marzo de 2012
19 de marzo de 2012
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Admirar una axila con vello o pelusa o simplemente esa mancha oscura que nos mostraban las películas de los 70’s y parte de los 80’s. se ha convertido en una parafilia, porque en la fatídica década de los 90’s surgió una falsa profilaxis que asociaba pelo con suciedad o con primitivismo. Es precisa una reivindicación del pelo como reclamo sexual en todas sus formas, colores, abundancias y texturas.

No hace mucho The New York Times lanzó la pregunta: “Las mujeres sin depilar: ¿libertad o descuido?”. Allí se analizaban las repercusiones de mostrar el vello a los medios en la alfombra roja, en cualquier entrega de premios, cinematográficos o musicales. Alicia Silverstone o Madonna eran algunas de las mujeres “cazadas” por los fotógrafos mostrando más pelo del esperado en lugares inesperados.

La hipertricosis es un trastorno hereditario que puede haber dado lugar a la leyenda de los hombres lobo, pero que se aleja mucho de su halo romántico, pues los afectados no disfrutan de ningún poder adicional, y sufren el estigma de una vida peluda. Eso sí es una patología, pero no dejarlo crecer en las axilas. El maravilloso blog Breastvagina ofrece algunas reflexiones acerca de lo sexys que pueden llegar a resultar esos dulces arbustos de la anatomía femenina. De un modo más expeditivo pero sin duda edificante, encontraremos todo tipo de hermosas mujeres fotografiadas mostrando orgullosas sus tesoros pilosos en Hairy-Beauty (no abrir en el trabajo).

Pintarse las cejas fue una moda que arrasó entre las vedettes del siglo pasado, que se depilaban y luego dibujaban el pelo con un rotulador, como hacía Groucho con su famoso bigote. Bob Geldof en “The Wall” (Alan Parker, 1982) se depila las cejas ante un espejo, y el efecto es totalmente disuasorio, quizá por las gotas de sangre que caen en el lavabo.

El sentido etológico de conservar el vello púbico es que el aroma natural preñado de feromonas participe del gozoso encuentro bajo las sábanas (o sobre ellas). Pero la industria cosmética nos está intentando convencer de que es preferible oler a Mimosín o a cualquier otro producto de droguería antes que nuestras propias secreciones.

Roger Dobson escribe en The Independent : “La herencia genética de la mujer puede influir en el aroma de su cuerpo. Los perfumes exóticos siempre han tenido un papel esencial en el romance, pero nuevas investigaciones sugieren que ninguno es tan poderoso como el aroma de la mujer. En ciertas épocas del mes, la axila femenina emite un olor más placentero, diseñado para atraer a cualquier nariz masculina”.

Algunas amigas, en una pequeña y privada encuesta realizada para escribir este artículo, me confiesan haberse sentido cohibidas, excitadas o en cualquier caso, fuera de sus casillas al exponer sus partes íntimas a la minuciosa mirada de una guapa jovencita de Marco Aldany o cualquier otra franquicia que se alimente de las ingles de las españolas. Una de las encuestadas me confesó que siempre pide a su depiladora genital “lo normal”. Y que ese “lo normal” ha cambiado sensiblemente los últimos años. “Lo normal” es cada vez menos pelo, eliminando pequeños folículos incluso en el interior de los labios, lo que a este cronista se le antoja una intromisión que roza la pornografía. Mientras, en las páginas para adultos, la categoría “Hairy” se ha convertido en una etiqueta tan esquinada como “Mature”, “Anal Asian”o “Animal action”.

Franquicias con nombres tan sugerentes como Pelostop, Depicool, Depilaris o mi favorita Hair Force One, ofrecen un amplio abanico de soluciones para eliminar eso que consideran una plaga capilar. Y es que asociar pelos a suciedad es tan falso como vincular higiene y circuncisión.

Terminaré este artículo con un sagaz proverbio que acuñé en un restaurante chino (discutiendo con el camarero):

“No es lo mismo un pelo en la cabeza que un pelo en la sopa”.

 

 

 

Antonio Dyaz es director de cine.

Foto: Wikimedia Commons

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