Cuando ser escandinavo no era tan ‘cool’

3 de febrero de 2016
3 de febrero de 2016
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La Escandinavia que hoy conocemos es la meca de los cazadores de tendencias y los pescadores de modernidad, un puñado de naciones que viven en un orden y bienestar salidos de una doble página de Wallpaper. Pero las cosas no siempre fueron así, también el paraíso tiene su lado oscuro. Bienvenidos al siglo XIX, cuando llegar del frío era todo menos cool.

Entonces Suecia no exportaba cantantes como Stina Nordenstam o Susanne Sundfør, sino  sus campesinos pobres. A daneses y noruegos las circunstancias les deparaban un porvenir parecido. Dinamarca no producía policiales de alta calidad y éxito internacional como The Killing o Brön. Allí el pasatiempo consistía en tocar el violín para no morir de tristeza en el  invierno. Y en Noruega los granjeros subsistían casi en las mismas condiciones que sus antepasados vikingos.

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El diario liberal sueco Göteborgs Handelsoch Sjöfartstidning expresaba con su típico sarcasmo el sentimiento general: «Desde luego que la inmigración es una ‘manía’ y una ‘locura’. La ‘manía’ de querer comer hasta saciarse después de haber trabajado hasta sentir el hambre en la tripa, y la ‘locura’ de querer ganarse el pan y proveer para la familia honradamente». Ese era el panorama.

Aquella larga pobreza y corta esperanza de vida aún es un tema controvertido, y sigue levantando ampollas. Las oportunidades decrecían de forma abrupta –esto que viene les va a sonar— al mismo tiempo que las fortunas industriales aumentaban vertiginosamente. Así fue cómo suecos, daneses y noruegos huían despavoridos de sus tierras congeladas hacia puertos importantes como Liverpool, Hamburgo o Bremen.

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De hecho, Europa entera se encontraba con un pie en la escalinata del barco, buscando un sitio que le abriera sus puertas. Corrían tiempos de insatisfacción y desasosiego, en los que de un día para otro podía llegar una reforma social o una revolución. Y las deplorables vidas de los nórdicos seguirían empeorando hasta entrado el siglo XX. Cualquier lugar era mejor que Escandinavia.

(Un dato: el término nórdico a veces incluye a Islandia y Finlandia, pero no siempre. El finés no es una lengua nórdica. Otro dato: las Islas Feroe y Groenlandia, que es diez veces más grande que el Reino Unido, son autónomas pero forman parte de Dinamarca. Son muy discretos los  daneses).

En fin, los escandinavos/nórdicos escapaban en cuanto podían. Los documentos de la época indican que aproximadamente el 70% escogió EEUU, el 15% optó por Canadá y solo el 10% marchó a América del Sur y Australia. El resto se perdió por África y Asia, y hoy siguen yendo a Tailandia de vacaciones.

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Empecemos por Suecia. En 1867, 1868 y 1869 llegaron allí hambrunas, inundaciones, una  sequía y varias epidemias. Pero fue la industrialización la que atrajo a las ciudades a los campesinos suecos para luego decepcionarlos. Aunque también los decepcionaban sus compatriotas. Un político norteamericano llamado Mattson, que había viajado a Suecia para reclutar trabajadores en nombre del ferrocarril, señaló en sus memorias: «El esnobismo sueco hacia sus clases trabajadoras resulta indignante. En nuestro país quien posee un oficio manual es respetado. En cambio, allí a ese mismo trabajador se le mira con desprecio». Aún faltaba mucho tiempo para que llegaran Ikea y su oda a la democracia del mobiliario.

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Las razones que llevaron a los noruegos a emigrar eran similares: el aumento de la población, las malas cosechas y el hambre. Pero había otro aliciente: EEUU prometía por ley a los recién llegados 160 hectáreas de tierras en el interior del país. La única condición era que los postulantes no hubiesen empuñado las armas contra el gobierno norteamericano. Los noruegos aceptaron y se establecieron rápidamente. Sven Nilsson, un periodista de descendencia noruega, se admiraba: «A cualquier compatriota que aquí llegue le sorprenderá encontrar a dos mil kilómetros de su puerto de arribo, en medio de la nada, un pueblecito donde la lengua y la forma de vida le recordarán de forma inconfundible a su patria».

Los noruegos se declaraban ‘los inmigrantes preferidos de los norteamericanos’, y lo mismo afirmaban los suecos. De los daneses naturalmente sabemos poco.

Pero una de sus leyes solo permitía a uno de los hijos heredar la propiedad familiar. Esto imposibilitaba que sus hermanos pudiesen llegar a ser dueños de sus propias tierras. Además, en 1864 Dinamarca había perdido un cuarto de su territorio más productivo en una guerra contra Prusia. Per Holten-Andersen, exdirector de la Universidad de Veterinaria y Agricultura de Copenhague, institución creada para evitar futuras hambrunas, explica: «En aquellos años sufrimos nuestra crisis más tremenda. No obstante, hoy producimos alimentos para alimentar a treinta millones de personas».

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Es probable que ese mismo progreso haya ayudado a que estas historias cayeran en el olvido. Por eso cuando vemos las fotografías de aquellos inmigrantes, nos cuesta creer que sus chozas improvisadas y su miseria representaran su sueño de ‘una vida mejor’. Y sin embargo, la estaban consiguiendo: cualquier lugar era mejor que Escandinavia.

Hoy las circunstancias han cambiado y esos mismos países son ejemplos de progreso y humanismo. Lo que no ha cambiado es la necesidad humana de huir de la necesidad. De hecho, sería lícito preguntarse si la pátina de orden y bienestar que Escandinavia muestra al mundo duraría si, tal como ocurrió entonces, llegaran hambrunas, inundaciones y epidemias. Pero eso no podemos saberlo, y quizá sea de mala educación preguntárselo a la mismísima encarnación del cool.

 

7 Comments ¿Qué opinas?

  1. Joder, frivolidad y generalización por doquier, en vuestra Escandinavia y en vuestra redacción. Eso sí, que no falten datos históricos para conceder poso al artículo, salvar los muebles, y sentirse ilustrado, ¡eh!. Además, el gancho en Facebook llamando a los escandinavos tiquismiquis… Lamentable e irresponsable.

  2. No está mal este panfleto demagógico. Además de ser vomitivo tiene efecto laxante. Por no mencionar que lo ha escrito alguien que no tiene ni la más mínima idea sobre los países nórdicos. Pero se me olvidaba que con Wikipedia todos podemos parecer expertos en cualquier cosa.

    Parece que el artículo pretende recordar a los escandinavos que, en tiempos pasados, emigraron en busca de tierras y un futuro más próspero. Lo cual es algo de lo que ellos son conscientes y no ocultan. Lo cual tampoco es de extrañar si se tiene en cuanta cuáles son las condiciones climatológicas en estos países (y su repercusión en la agricultura y medios de subsistencia).

    En cualquier caso, si el mensaje del artículo es que los escandinavos son muy “tiquismiquis” con la inmigración, tal vez convendría presentar otros datos muy distintos. En el caso de Suecia, desde la segunda guerra mundial ha sido uno de los países europeos que más refugiados ha acogido. De hecho, alrededor de un 30% de la población sueca actual tiene orígenes extranjeros (la más alta de toda Europa, de hecho). Gracias a un sistema educativo bastante avanzado, un 60% de los inmigrantes acceden a estudios superiores (mientras que, en el caso de los suecos de origen sueco, la tasa es del 45%). El gabinete de ministros actual, liderado por Stefan Löfven cuenta con 24 ministros, de los cuales 12 son mujeres y 4 nacieron fuera de Suecia.

    Esto demuestra que la cantidad de inmigrantes que el país ha acogido es admirable y, además, no se trata de emplear a rumanos o marroquíes para recoger fresas por cuatro duros en beneficio propio de empresarios sin ningún tipo de ética.

    Suecia ha estado recibiendo a más de 10.000 refugiados semanales durante 2015 y esto ha colapsado totalmente el sistema, pues no estaba preparado para acoger tal cantidad de personas en un flujo constante. Tal vez el autor del artículo desconozca la cantidad de recursos que son necesarios para integrar a tantas personas: policía, servicios sociales, documentación, integración lingüística y educativa, alojamiento, manutención… Todo esto ha tenido graves consecuencias sociales y políticas, y el gobierno se ha visto obligado a tomar medidas. No por no querer acoger refugiados, sino por no poder. De hecho, ahora mismo no recuerdo la cifra exacta, para solo Suecia ha acogido a un 20 o 30% de todos los refugiados que han entrado en Europea durante esta última crisis.

    Sobre otros países escandinavos, no tengo mucha información, por lo cual no voy a decir nada.

    Le aconsejo al autor del artículo que la próxima vez que viaje procure hablar con los lugareños, leer un poco sobre el país que visita; que evite hacerse fotos junto a la torre Eiffel y visitar los garitos cool que le recomienda la lonely planet. Tal vez así pueda empezar a ver la realidad con otros ojos.

    Y por cierto, Susanne Sundfør no es sueca, sino noruega.

    ¿Cómo decías que puedo banear a Yorokobu de mi muro de facebook?

  3. Es bueno recordar que no todo es lo que parece, que una cultura o las historia en un país no son fijas, si no que son mutables , cambian , evolucionan y que no siempre lo de fuera es mejor. Casi todos los países pasamos los mismos ciclos una y otra vez. Gran artículo.

  4. Por falta de tiempo, niños esperando en el cole, simplemente:
    Muy bien escrito, ilustraciones que no necesitan palabras y una reflexión final REAL.
    Gracias.

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