En algún lugar de la memoria

11 de enero de 2013
11 de enero de 2013
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Es voraz con los recuerdos. Pero no se queda ahí. El Alzheimer es capaz de arrasar con cualquier rastro de lo que la persona que lo padece fue. A los estragos mentales se unen los físicos y, por si no le bastase, se ceba también con el entorno familiar. A medida que el enfermo cambia todo lo de su alrededor lo hace con él.

A Pere Arnaldo le ha tocado vivir de cerca la enfermedad. Por eso la conoce bien: “El  Alzheimer se esta convirtiendo en uno de los problemas sanitarios mas importantes de nuestra sociedad, ya que cada vez es más anciana. Una persona de cada ocho mayor de 65 años la padece y, a partir de los 85 años, una de cada dos tiene Alzheimer. Se está creando una sociedad mas dependiente. Por eso creí importante poder enseñarla de cerca”.
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El fotógrafo eligió el centro geriátrico La Alzina, a las afueras de Barcelona, para realizar su reportaje. Tanto los responsables del centro como las familias accedieron a que Arnaldo recogiese con su cámara un día en las vidas de personas con Alzheimer. Sabían que el respeto al enfermo estaba garantizado.
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Las imágenes captadas debían mostrar la realidad del Alzheimer desde tres perspectivas distintas: “por un lado, la pérdida de memoria a largo plazo, sobre todo en lo que respecta a la gente que lucha sin para contra ella, ejercitando la mente y el cuerpo a diario”.
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La otra faceta es la que tiene que ver con la dependencia de los pacientes en las etapas más avanzadas de la enfermedad. Por último, Arnaldo no quería perder la oportunidad de rendir un homenaje a la labor de los enfermeros y médicos que cuidan a diario a estos pacientes.
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Arnaldo asegura que aprendió mucho de la enfermedad tras enfrentarse a ella como fotógrafo: “Aprendí que el cuerpo humano es muy frágil, pero también me sorprendió que aunque se pueda perder la memoria, hay cosas que nunca se olvidan, ya que se sienten. La familia de una de las ancianas a las que fotografié –continua- hacía que volviese a sentir esas pequeñas cosas que tanto le gustaban, como el gusto por un bombón de chocolate o escuchar esa melodía que tanto le agradaba u oler sus flores preferidas… La expresión de su cara me dejó sin palabras. Podía haberse olvidado de quién era y de las caras de sus familiares, pero no del calor que le transmitían”.
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«En muchos casos te sientes un poco impotente al ver que las personas que estas fotografiando no sabes muy bien si son conscientes de que tú estas ahí, pero por otra parte también hay muchos casos en que solo verte entrar por la puerta ya te demuestran su alegría, aunque solo sea por hablar un rato y compartir momentos agradables que les saquen un poco de la rutina del geriátrico».
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